Wilber Sánchez Ortiz

La maldición de José Martí (Concatenación de claves)

De los años 1877 a 1878, el apóstol de la revolución independentista cubana, José Martí, vivió en la ciudad de Guatemala en una suerte de exilio, consecuencia de su militancia e ideas políticas que lo convirtieron en un hombre pegado a la mochila de viaje.

Un hecho harto conocido y que creó una de las múltiples leyendas en torno al también poeta, periodista y maestro, es el haberse enamorado de María García Granados, a la postre recordada como la niña de Guatemala, debido a un poema luctuoso incluido en los Versos sencillos.

Las causas que ocasionaron la muerte de María García Granados, no quedan del todo claras, pero parecen asociadas a enfermedades pulmonares que, debido a la endogamia de la élite guatemalteca, padecieron varios de sus miembros (la niña era hija de Miguel García Granados ex presidente de la República); a ello se sumó una depresión, producto de los amores fallidos, y un deseo suicida o un acto de irresponsabilidad juvenil que, estando María en esas condiciones, se metiera al río Las Vacas. La consecuencia es que la niña murió y Martí escribió el poema que muchos conocemos.

Tema para novelar, la historia de José Martí quedaría hasta ahí, pero tiene continuidad porque el compositor cubano, Tereso Valdez, compuso a inicios del siglo XX, una pieza en que se lamentaba por el asesinato en Dos Ríos, del cenzonte cubano, la Clave a (Caridad) Martí:

Martí, no debió de morir,
Ay de morir.

Por picaresca de los hados, la novia del compositor se metió al mar y salió de él, envuelta en el manto de la muerte.

Esteban Alfonzo, músico chiapaneco del pueblo de Comitán, supo de la historia de aquel compositor y compuso el Danzón No debió de morir (Juárez),

Juárez no debió de morir,
Ayy de morir
Porque si Juárez no hubiera muerto…



Adelantándose al espíritu de los enemigos de José Martí, la novia de Esteban Alfonzo (según confió su hija Julia Alfonzo al poeta Roberto López Moreno -quien a su vez lo consignó en su Crónica de la música en México-) fue envuelta en una vorágine de tumultos del Pacífico en el entonces Puerto Madero, en Tapachula, y este devolvió sin vida a la novia del compositor.

Francisco Goldman, escritor estadounidense con ascendencia materna en Guatemala, interesado en el tema de Martí y en los esfuerzos modernizadores de aquel país en aquel momento, noveló la época dejándonos un relato intenso de nombre El esposo divino. Después de la publicación de dicha novela tuvo que reemprender sus ejercicios de narrador para contarnos en Di su nombre, una versión, la suya, acerca de la muerte de la escritora mexicana Aura Estrada, esposa de Goldman que, puesta a surfear en el mar de Huatulco fue arrollada por la violencia de las aguas hacia las piedras y también en un trágico final perdiera la vida.

Todos estos hechos aquí contados, dan pie a hacer crecer la leyenda del poeta que inició con el poema célebre de los Versos sencillos, que iniciaba de este modo: “Quiero a la sombra de un ala/contar este verso en flor/la niña de Guatemala/la que se murió de amor”.

De amor y de agua. Como de amor y de agua, o frías o tempestuosas, murieron las otras mujeres que no tuvieron la misma celebridad a no ser la consigna espiritual de aquellos artistas, enamorados suyos, que decidieron abordar el nombre del revolucionario cubano y cuya vida y muerte en sí, son también motivo de leyendas.

 

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