Joaquín Orellana: un ser habitado por la música
Fotografía: Ameno Córdova © Fotografía: Ameno Córdova

Joaquín Orellana: un ser habitado por la música

Más que una vocación musical lo que Joaquín Orellana (Guatemala, 1930) ha experimentado desde su más tierna niñez fue una necesidad obsesiva por liberar un universo sonoro que lo habitaba.

El Maestro Orellana, a quien entrevisté en diversas ocasiones, no deja de contar cómo esa musicalidad, a punto siempre de desbordarse, fue una constante para él. Tamborilear con los dedos, mover los pies siguiendo un ritmo imperceptible para los otros y encontrar sonidos armoniosos en los elementos que lo rodeaban eran sus prácticas comunes.

Aunque muchos afirman que su primera composición fue "Exorcismo para piano", él me contó, en una entrevista realizada para el Ministerio de Cultura, que realmente, la primera melodía de la que guarda memoria fue la que le dedicó a unos patitos que había en el patio de la casa de sus abuelos.

En una ocasión anterior, previa a inaugurarse una plaza en su honor en el barrio San José, en zona 1 de Ciudad de Guatemala, me reveló cómo siendo adolescente estuvo a punto de acabar con parte del patrimonio de su familia. Resulta que también tenía intereses científicos y sus abuelos le habían dejado instalar un laboratorio en la parte de arriba de esa vivienda que ocupaba parte del espacio donde hoy se ubica una gasolinera y una casa, sobre la 14 avenida de la zona 1.

El quinceañero Joaquín, en complicidad con unos primos, experimentaba con distintos elementos químicos, pero una mezcla realizada se salió de control e hizo explotar la parte superir de la casa. A partir de entonces, se le prohibió hacer experimentos y, sin duda, esto también determinó que Joaquín centrara su atención en la música.

En ese ámbito artístico Joaquín también provocaría una que otra explosión al saltar sobre los convencionalismos. Su talento fue bastante incomprendido.

Después de integrar la banda del colegio San Sebastián donde cursó primaria y básicos, tomó la decisión de dejar el bachillerato que estudiaba en el Instituto Nacional para Varones e inscribirse en el Conservatorio Nacional de Música Germán Alcántara.

En ese establecimiento, su particular manera de ver, hacer y experimentar con la música lo hizo enfrentar cuestionamientos no solo de sus profesores, sino también de algunos de sus talentosos condiscípulos. Luego de graduarse como violinista, se dio cuenta que sus inquietudes necesitaban de otros canales.

Entre 1967 y 1968 estudió en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales del Instituto Di Tella, en Buenos Aires. Ahí descubrió nuevas corrientes que evidenciaron la necesidad de crear opciones tecnológicas para el desarrollo de la música en Guatemala. Al no encontrar en el país los avances que le permitieran experimentar al nivel que necesitaba, comenzó a crear los que en adelante llamó "útiles sonoros".

Ya en la década de 1970, se sumó a la corriente de la música electroacústica. La incomprensión no solo de las grandes audiencias sino también de muchos de sus colegas era algo que le pesaba pero no impidió que él continuara en el empeño de encontrar su propia voz.

Obras como las "Humanofonías", "Metéora", "Asediado-asediante", "Híbrido a presión", "Sacratávica" y "La tumba del Gran Lengua" definieron su línea de trabajo. Poco a poco su genialidad comenzó a ser reconocida.

El ámbito musical guatemalteco se rindió ante la evidencia de su talento cuando tomó conciencia de la admiración que Orellana despertaba a nivel internacional. Uno de los momentos álgidos se dio con el estreno de la obra "Sinfonía desde el Tercer Mundo" en la exposición de arte contemporáneo "La Documenta 14" que se celebró en Atenas, Grecia en 2017.

Años antes, las nuevas generaciones de músicos, ávidos de nuevas experiencias sonoras y sensoriales le habían descubierto y muchos se identificaron con sus propuestas, que cuentan también con claras alusiones a realidades políticas, sociales y económicas del país.

La actidad de Orellana, que hoy cuenta con 93 años, ha sido constante. En 2021 presentó "Puntos y efluvios" en el marco de la exposición "The Spine of Music" que la Americas Society le dedicó en Nueva York. En ese mismo año, con motivo del Bicentenario de la independencia patria estrenó "Guatemalada Guarimbeante: sinfomínima popular" e "Inframundo descenso/ascensión".

En julio de 2023 presentó el álbum."Sacratávica" en el que además de incluir el tema que da nombre al disco también contiene "Fantoidea", "Ramajes de una marimba imaginaria" e "Híbrido a presión".

Tanto sus composiciones como sus "útiles sonoros" han sido inspiración para artistas tanto de la música como de la plástica.

En los últimos dos meses Joaquín Orellana ha sufrido de graves problemas de salud. Los más recientes informes dan cuenta del éxito de una cirugía con la qiu se le implantó un marcapasos. Sin duda alguna, todos los que admiramos su obra queremos que él le imponga su ritmo a ese aparato que debe ayudarle a estar fuerte, como siempre, ante los obstáculos.

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