Francisco Alejandro Méndez Castañeda: “Mi realidad es mi ficción”

Entrevista publicada el 8 de julio de 2012

Mis primeros cuentos eran de deportistas, tenía 17 o 16 años. Nunca los publiqué. Desde muy chavo me puse a hacer deporte. Hice tenis de mesa y triatlón –corrí una maratón de 100 km–. Muchas veces por lesiones tuve que hacer reposo y me ponía a escribir. Digamos que no fui un lector avezado desde el principio, pero como mi casa estaba repleta de libros por la biblioteca de mi abuelo llegué muy rápido a muchos autores que seguramente me hubiera costado más tiempo llegar a ellos por otros lados.

Empecé normal, luego me piqué. Mi rollo era ser deportista, quería ser campeón mundial de pingpong y llegué a campeón centroamericano. Competí en campeonatos latinoamericanos, pero hasta ahí. Tuve lesiones y como siempre hay corrupción en el deporte, más de alguna vez quedé seleccionado y no me fui yo, se fueron otros. Una vez me dieron una beca para irme a China y ya no se pudo por lo mismo. Ganaba participaciones para ir a mundiales, pero no fui. Por otro lado, el tenis de mesa es poco apoyado por el público y digamos que solo tus familiares te van a ver, no es masivo como otros países. En ese sentido pasármela como deportista de tenis de mesa era muy complicado. De hecho, todavía juego, he participado en algunos centroamericanos, lo que me falta es tiempo, pero sigo practicando.

Mi semana la defino en gran parte en el trabajo. Doy clases en cuatro universidades –San Carlos, Landívar, Marroquín y Del Valle, comencé en 2004–, llevo 11 cursos por semestre, entonces tengo que dividirme. El chance de un profesor es preparar clases, enfrentarse a los estudiantes y calificar, eso te consumen mucho tiempo. Han sido años bastante trajineados. Puedo decir que las diferencias entre estudiantes son en términos sociales y por eso me gusta dar clases en las universidades, porque conoces la realidad del país en boca de los estudiantes. Al final de cuentas siempre hay gente que quiere estudiar y gente muy vaga.

¿Sobre mi abuelo? Pues siempre lo he contado, a mi me pusieron su nombre por él. Murió en el 62 y cuando nací me zamparon los anteojos de él. Eso me marcó. Cuando una persona muere, lo mitificas, luego vez que era escritor y te acercás. Al principio me aprovechaba de eso. Había profesores que bueno, en esa época no estaba muy interesado en la literatura pues, y cuando hablaban de mi abuelo decían “Y aquí en la clase está el otro lado de la ficha” y me señalaban. Otras veces, recuerdo que en los libros de mi abuelo había obras firmadas por Neruda, de Cesar Vallejo, –una biblioteca que le quedó a alguno de mis primos– y como decía “para Francisco Méndez” yo me los llevaba al colegio y les decía a mis compañeros “¡Mirá lo que me acaba de regalar Neruda!”. Fue divertido, incluso jugué una vez Güija para hablar con mi abuelo.

De hecho, de manera muy estúpida, yo quería terminar su obra, porque murió muy joven de leucemia y dije, “de plano no terminó de escribir”, eso pensaba, de manera errónea por su puesto. Al principio hubo mucha gente que me decía “quitate ese nombre porque está luciendo con sombrero ajeno”, y cosas así. Pero cuando fui periodista, que empecé junto con este periódico –siglo21–, me fui a México a entrevistar a Luis Cardoza y Aragón, a Monterroso, y la gente me abría las puertas en buena parte por el periódico y también por mi nombre, inmediatamente lo asociaban con mi abuelo. En ese sentido fue provechoso. Recuerdo que una vez me invitaron a leer cuentos a Xela. Llegó un grupo de venerables ancianos a escuchar los cuentos de Francisco Méndez. Cuando los empezaron a oír se levantaron ofendidos. Y yo los entendí, porque de plano ellos pensaron que escribiría como él, con realismo mágico y no. He leído toda su obra, aunque por ahí hay una obra inédita a la que no he tenido acceso a ella. De hecho, este año que se cumplieron 50 años de su muerte y se publicaron obras y textos inéditos. Hay mucho que descubrir de él. Fue un autor bastante prolífico.

Cuando me desembaracé del nombre de él y su figura, empecé a publicar fuera de Guate. Porque quiera que no, internamente, en Guate, la gente es amiga, buena nota, pero afuera no, uno se vale por sí mismo.

Como escritor me interesó mucho su vida, aparte de mi familia, conocí mucha gente que me hablaron a él, era un tipo muy noble de corazón. Jefe de redacción de El Imparcial un tipo con una trayectoria intachable. Viajó por China, por Rusia, estuvo un año invitado en la Unión Soviética tanto que cuando vino acá le pidieron que explicara en El imparcial que no era comunista. Eso fue en el 61, en el Gobierno de Ydigoras. Entonces, en buena parte pues pienso haberlo conocido.

De mi obra, creo que él haría como los señores que se levantaron. Diría que no le gustaría lo que escribo, porque muchas veces lo que hago no es a la manera que él lo hacía. No hay una exquisitez en el lenguaje, manejó una poesía súperelevada. Mis textos son cotidianos, de anécdotas demasiado irrelevantes. No pretendo hacer la gran literatura guatemalteca como lo pretenden muchos, yo quiero contar historias, mi realidad es mi ficción. Entonces en ese sentido es muy probable que no le haya gustado, aunque creo que por haber sido un escritor sumamente erudito, quizá hubiera valorado algunos aspectos de mis textos.

Pero no llegué al periodismo por mi abuelo, fue de pura guasa. Empecé siendo corrector y jefe de la página de la noche de internacional. Yo llegué porque en ese tiempo –1989– dejé de ser burócrata, trabajé muchos años en ONSEC (Oficina Nacional de Servicio Civil), era auxiliar de oficinista pero la dejé, no me gustó, no vi mucho futuro para salir adelante. En el periodismo sí lo vi. Empecé como corrector, luego en Internacional, luego pasé a cultural, estaba encargado del horóscopo, Querida Lupita. Ya me había metido a estudiar Letras en la San Carlos y Periodismo en la Marroquín. Aunque primero estudié química y saque un año mientras estaba dedicado a entrenar tenis de mesa.

Uno de los libros que me ha marcado mucho en el caso de la poesía fue el de Vicente Huidobro. Y debo decir que las novelas de Corín Tellado, que venían en las revistas Vanidades, son geniales. Siempre las mamás o tías andaban con una de esas revistas y, aparte de ver las chavas bien vestidas, leía. Y luego ese montón de libros que había en mi casa. Que primero rayé y luego leí. Especialmente poesía y eso que no soy muy lector de ese género. Leí Los Perro hambrientos de Ciro Alegría y un autor te lleva a otro y fue cuando me metí a estudiar letras.

El periodismo me dio oficio para escribir. Para llegar a la literatura fue fundamental el periodismo. Escribir todos los días. Por ejemplo, hacer el Correo de parejas, eso era genial. Era como hacer un chat pero en esa época, era un correo de corazones solitarios, es decir, yo casé mara. Supe de gente que se casó y recuerdo que José Rubén Zamora decía que era una sección “que debía salir todos los días” y me gustaba porque por un lado hay que manejar mucha creatividad y por otro, mucha sutileza. Yo siempre he tratado de vivir la vida intensamente y el factor de escribir me lo dio el periodismo.

Yo no creo que todos los periodistas puedan ser escritores, ese dicho de que “los periodistas son escritores frustrados” tiene que ver con que muchos escritores se jactan que su escritura es exquisita, mientras que la de un periodista no. Que es un trabajo macheteado, pero no es así. He estado en los dos lados del mostrador y sé que el periodismo hoy en día no se puede hablar de él sin literatura y viceversa porque están muy fusionados. Lo que sí creo, es que la diferencia es que mucha gente hace periodismo por la necesidad de ganar económicamente y la literatura no. Ni Cardoza y Aragón vivía de la literatura. Esta es muchas veces una necesidad de expresión mientras que lo otro te da para comer.

Fue en 1991 cuando empecé hacer las entrevistas. De hecho, tengo pensado un libro de entrevista y en esa época llegaba al periódico con trabajos con escritores guatemaltecos que vivían acá. Hubo una vez un congreso internacional de identidad donde hubo autores como Eduardo Galeano, Mario Benedetti y fui. Estando en México me topé con escritores guatemaltecos que vivían allá en el exilio en ese tiempo, como Marco Antonio Flores, Mario René Matute, Carlos Guzmán-Böckler, Augusto Monterroso, Cardoza y estando allá también entrevisté a Pablo Milanés, Sting y Silvio Rodríguez, los contactos los logré con un buen amigo periodista en ese tiempo, José Luis Perdomo, que es un gran periodista.

Recuerdo que con Monterroso lo llamé y le dije “Mucho gusto, le saluda Francisco Méndez del diario Siglo21…” –“¿Francisco Méndez?”– “sí, yo soy nieto del escritor” y me respondió véngase, que hoy salgo de viaje a San Francisco, y llegué a su casa en Chimalistac, Coyoacán, y encantado de recibirme. Tanto, que pospuso su viaje para la noche por la entrevista. En esa época no pude publicar mucho, son entrevistas de seis horas. Y eran entrevistas de conversaciones, sobre su vida, sentimientos algo más íntimo, sencillo. Igual con Cardoza y Otoniel Martínez, estuve un mes en México y logré una buena producción de entrevistas. Me gustó mucho ese género, porque es una lucha de poderes, una seducción es la que hay en la entrevista.
Una vez gané un premio nacional de entrevista que hacía la Fundación Paiz, y la gané en cultura con una entrevista a Elmar Rojas. Después tuvimos una revista que se llamaba Polémica con Rodolfo Móvil y ahí fue donde pude publicar entrevistas de seis páginas, me dio mucha vida, mucha experiencia en el periodismo, una revista tabloide y la hacíamos entre cuatro personas. Si había que hacer una entrevista a Gaspar Ilom, nos íbamos a México. Recuerdo que esa vez, nos pusieron pañuelos oscuros en los ojos, nos metieron en un campo. Una vez hice un reportaje sobre los Kaibiles, en la escuela kaibil en la finca La pólvora en Petén. Son experiencias vitales como profesional pero más adelante, todo eso da background es para escribir.

Me encanta el periodismo, si pudiera regresaría, no como reportero, pero si a un equipo de investigación. Todo tiene su época, en ese sentido, pues tengo una columna los viernes en Nuestro diario. Ahora el periodismo lo hago dando clases, una buena parte es teórica. Estoy de acuerdo que el periodismo es un trabajo de la calle, pero necesitas un refuerzo teórico y cultural para ser un buen periodista. Claro que me gustaría regresar. Es algo que solo se aprende y ya no podés evitar, circula en las venas. Escucho radio, veo telenoticieros, de acá y afuera, porque es un mundo mediático, y siempre digo, “este periodista enfocó la nota en esto” y soy crítico.

Siento que puedo hacer mucho más. Soy exigente. Y de alguna manera creo que he visto a muchos de mis colegas que cuando se creen “la última Pepsi del desierto” es cuando empiezan a decaer. Cuando una persona cree que se merece el respeto de los demás deja de aprender porque cree que ya domina el mundo y demás, y no es así. Uno está para seguir aprendiendo. Eso creo que me interesa a mi más. Dedicarme a seguir produciendo, a sentarme y esperar que la gente diga lo que ha hecho este, porque al final no es así. Además, estamos en la época en la que muchos periodistas se creen Superstars y en una entrevista importa más el entrevistado. Ves gente haciéndose un colocho haciendo la pregunta del millón y a la gente ¿qué le importa?, la pregunta genial eso no existe, la pregunta puede ser estúpida, pero si la respuesta es genial no importa. En ese sentido miro muchos periodistas, fotoperiodistas y mucha gente, creo que siempre se puede hacer más.

De mi familia, puedo decir que me separé de mi primera esposa con la que tengo dos hijas preciosas. Matilde que tiene 7 años y Valentina que tiene 4. Ahora vivo con mi compañera actual que se llama Ana María y tiene una hija que también es como que fuera mía, Mariana que tiene 12. Para mí… ser padre... es decir: siempre digo que mis hijas son mis mejores obras. Cuando sos padre te cambia la visión completamente. Es una forma distinta de ser un mejor ser humano, el hecho de tener hijos. Especialmente yo que no viven conmigo, las llamo todos los días, los fines de semana se quedan conmigo, es una relación muy apasionada.

Siempre he considerado que lo impuesto se rechaza. A una le encanta el violín y entonces que lo toque, a una le gustaba ser cheer leader y entonces que lo haga. Antes que nacieran yo quería que fueran campeonas de pingpong –por supuesto– y cuando Matilde empezó a escribir cuentos yo quería que fuera Premio Nobel y es así, uno a los niños les transmite todo tipo de cosas y al final uno quiere que los hijos hagan lo que uno no hizo y ese es un error. Mariana que ahora está en la adolescencia, que es una etapa difícil, se lleva muy bien con mis hijas.

Cuando me hacen preguntas les digo las dos posibilidades. A mí me cuesta mucho porque yo no soy una persona creyente y me cuesta mucho decirle “Sí hija cree en Dios”, porque no lo puedo hacer. Entonces lo que hago es decirle que hay “quienes consideran que sí y hay quienes que no, eso lo puedes aprender tú en el camino”. No les puedo dar solo mi punto de vista porque no quiero que hagan solo lo que yo pienso, es importante que tengan las opciones. Y por mi edad, soy una persona de 47 años, hay un gran salto generacional con ellas, están acostumbradas a estar con adultos entonces su lenguaje es distinto me dicen “¡Papá mirá!, ahí hay un conversatorio de pájaros” y de hecho ahora la tele les enseñan muchas palabras raras.

Solo un arrepentimiento tengo. La gordura. Algo que siempre quise hacer fue desarrollar mucho el deporte. A veces practico bicicleta montañesa y el pingpong quizá esa es una de las formas de añorar el deporte. Aparte del desorden alimenticio y el exceso de ejercicio, cuando hacía triatlón me generó problemas en el corazón. De hecho, he tenido embolias, trombosis, tengo una miocardiopatía en el corazón. Entonces cuando corría como degenerado, no me hacía electrocardiogramas, no había relojes de esos que te median el pulso, entonces en ese sentido ya no pude hacer deporte. Y claro la mala alimentación. Soy hipertenso, tomo muchas pastillas. Tomo unas ocho o nueve diarias. Y a pesar que he estado en el intensivo varias veces –de hecho, ya mandé a que compren mi féretro– pues siempre he tenido una vida muy tranquila, creo que hay que adaptarse a los cambios. Recuerdo que una vez en el IGSS (Instituto Guatemalteco de Seguridad Social), y luego en un privado, me dijeron: “mire, ya no haga gastar a sus papás, usted se va morir” y el doctor que me lo dijo se murió. Pero creo que si uno se lo toma muy en serio esto te afecta.

Trato de tener una actitud estable emocional, en la que debes enfrentar a lo que viene, hacerle frente a lo que tenga que venir. He estado muy cerca de la muerte y no me da miedo. Aunque ahora que estoy con mis hijas y bien, en términos sentimentales, me daría mucha tristeza. Igual siento que me falta mucho por escribir, pero miedo no. En este país vivimos con la muerte a diario, el hecho de ser guatemaltecos, periodistas y escritores nos hace estar cerca de la muerte, el periodismo en Guatemala hubo un tiempo que era súper peligroso, ahora nos supera Colombia, Perú y México. Pero hubo una época que era cifras muy elevadas, eso es estar cerca de la muerte.

Nunca he hecho mi testamento, pero lo que siempre he pensado en un tema de Gary Moore, el de Still Got the Blues. Me encantaría que esa rola la pusieran si algún día me voy. La he visto como canción que me gustaría que me acompañara.

Cuando he estado hospitalizado me llevaron evangélicos, católicos, hindúes, llegó mucha gente a echarme mis bendiciones y eso lo respeto. La gente puede tener toda la equivocación que quiera de eso. Toda la certeza de las religiones, que es su clavo. A mí lo que no me gusta es que me lo impongan, pero respeto mucho. Cuando llegaban evangélicos decían “Vamos a orar por ti” yo decía “órale, buena nota”. Digamos que solo escuchaba de manera respetuosa. A una iglesia mejor no entro porque no me voy a sentar o hincar, mejor no entro porque para qué. Soy de una convicción más científica y digamos que la religión tiene sus rollos más profundos que es difícil discutirlas, pero no me gustan el fanatismo, pues. No soy fanático de nada, ni de la literatura. Tal vez sería fanático de mis hijas. Entonces digamos que soy seguidor de la novela policiaca, eso sí es mi vicio. El fanático no tiene la capacidad de ser crítico.

¿El amor? Ha sido algo intenso. Soy una persona muy romántica, de alguna u otra manera me ha hecho sufrir y por otro lado pues estoy satisfecho de tener una pareja con la cual nos amamos y nos llevamos rebien. Darse esa oportunidad creo que es amar, es dar oportunidad de que te quieran y que querrás.

Tengo varios libros, el primero fue Graga una colección de cuentos, –que lleva dos ediciones–, el segundo es Manual para desaparecer, que lo publique en El Salvador. Sobrevivir para contarlo, que publiqué en México y luego el Fondo de cultura económica publicó Ruleta Rusa que lo tradujo al kaqchikel. Luego viene la colección Crónicas suburbanas de Editorial X, que le hicieron un remake en Costa Rica en Editorial germinal, y luego Completamente inmaculada. Cuando cumplí 40 años, reuní muchos cuentos que había publicado en España y salió una edición que se llama Reinventario de ficciones, con una guía didáctica.

Hubo un momento que mis libros se empezaron a leer en colegios y universidades y digamos que hubo que sacar algunos cuentos, según los profesores y las universidades, pedían que, si podía modificar la edición y si era así, podían ser leídos por estudiantes. Si hubiera dicho, “¡no!, no toquen mis libros” seguramente no los hubiera leído nadie. Eran solo cinco cuentos. Pero después me topé con profesores que querían que de alguna manera querían tener preguntas en términos lingüísticos y morfológicos, entonces dije “va ser una guía para profesores y estudiantes”, e incluí preguntas de conocimiento cognoscitivo, hice cuatro ediciones de dos mil ejemplares, me di cuenta que los libros se vendieron. También hice unos ensayos América Central en el ojo de sus críticos, Hacia un nuevo canon de la vanguardia en América Central, Diccionario de Autores y Críticos de Guatemala y he estado en unas antologías y el libro Les ombres du Jaguar et autres nouvelles en Francia.

También está el libro Relatos policiales, Tiempos de narrar con algunos cuentos inéditos. Ahora es el turno de Wenceslao Pérez Chanán cuya primera aparición fue en un cuento navideño publicado en la revista Magacín. Y ahora es el turno de las primeras novelas de este personaje. Yo empecé adorar las novelas policíacas negras y me apasioné por la novela. He leído autores tan tranquilos como los suecos cuyos personajes son políticamente correctos hasta estos, como Wenceslao. Pero al final, el hecho de trasladar a Guatemala el género es porque el entorno en nuestro país lo permite. Todos los días lees noticas que podrían ser casos policiales. Lo único es que ahí lo dejamos y como la violencia es tan exacerbada, que uno diaria, cómo es posible hacer de una muerte una novela. No solo la narración, la situación del policial, del asesino y, sobre todo; a mí me encanta.

Soy un escritor urbano, “nada de lo urbano me es ajeno” parafraseando a Erasmo de Rotterdam; y entonces, la urbe es parte de esa Sociedad. He sido un buen caminante. Yo nací en la zona 1, en el Cerrito del Carmen, en el Callejón del fino, ahí viví mis primeros 15 años. Después vivimos en la zona 2, en Jardines en la zona 5, competí en las olimpiadas de Jardines, fue una época genial. Luego me vine a la zona 1 y ahora vivo en Fraijanes, pero la zona 1 para mí es un referente.

En Guatemala los lectores que leemos sobre Guatemala, hacemos la relación exacta. Queremos vivir, si alguien quiere decir “esto ocurre en la 12 avenida” la gente quiere que sea exactamente la 12 avenida, pero al final esto es ficción. La sexta avenida de Chanan va quedar como la que está en el palacio de la policía, cuando sale a caminar que se encuentra unos bolitos que es la sexta de los años ochenta, llena de anuncios. Hay que tener mapeado todo para hacerlo verosímil, pero al final en esa ficción uno puede jugar con todo eso.

Yo sería amigo de Wenceslao, con él tengo una relación muy interesante. Cuando estudié en Costa Rica me puse a pensar en los héroes de la literatura guatemalteco y me di cuenta que la gente no los conoce, los personajes del Bolo Flores, José Milla, a puras penas los que estamos en el mundo de las letras los conocemos. No tenemos ese imaginario colectivo. A Tecún Umán lo tenemos cuidando leones frente al zoológico La Aurora y es nuestro héroe nacional. Entonces esos héroes de la ficción yo dije, “voy a crear este personaje que es un policía”. Ojo, acá el policía es despreciado por x o y motivo, y al final de cuentas cuando trabajé en servicio civil vi la situación en la que viven los policías, en términos económicos.

Como maestro me puedo equivocar, pero un policía se equivoca y lo matan o mata a alguien. Su trabajo es complejo, independientemente de la corrupción. Hace un tiempo un escritor chapín dijo que no se podía hacer novela policiaca porque es corrupta. Y eso es estúpido, porque la literatura es eso, recrear la realidad y pensar que hay una realidad posible.

Encontrás cosas que no son de un policía como el que la gente se imagina. Mucha gente podría decir que es un policía ideal. Son policías que te llevan a la reflexión. Acá hubo la época de guerrilleros, los soldados, los indígenas, y hubo héroes estudiantes, líderes pero no policías. Recuerdo que una vez en Costa Rica vi un titular que salió en todos los periódicos que decía “Asesinan policía” y la gente estaba consternada, aquí no pasa eso. Que me perdonen, pero hay gente que hasta lo aplaudiría, porque la policía en nuestro país ha sido, más que de seguridad, de represión. Tiene una imagen bien jodida, ven a un policía y lo insultan con la mente y no es así.

Hay cosas en lo que uno podría ver policías empatando con los detectives de la ficción y me puse a pensar “¿cómo sería un policía guatemalteco?”. No podría ser uno idealizado, este es un policía del estado que tiene una oficina en el palacio con sus dos asistentes, que es de Gualán, Zacapa.

Se llama Wenceslao porque fue un santo alemán y, además, el 28 de septiembre es como su aniversario y visualicé lo que significaba su nombre y aparte de los nombres que escuchas acá en Guatemala. El apellido Pérez es muy común, incluso es el apellido de un presidente. Y el Chanán que pensé que era un apellido indígena es español. Y lo formé a la brava y de ahí salió. Un policía con una esposa y cinco hijos. De hecho, tiene algunas enfermedades, padece de ácido úrico, algo que siempre me ha atacado. Sé lo que duele la gota, cómo te ataca y le adjudique a él eso, es gordo, es una persona que suda el trabajo. Precisamente porque mantienen los niveles altos de presión, en ese sentido, es probable que haya mucho de mí en él. Pero es lo único porque él es pacífico yo soy violento.

En el libro se pueden dar cuenta que no es un tipo que agarra y balea. Juego de muñecas es una novela que sucede en pensiones del Cerrito y quizá algunas ya no están. Muchos de los lugares existen, pero algunos están perdidos en el tiempo. El nombre del bar El Pulpo Zurdo me encanta, pero no existe. En mi época de Jardines, en la zona 5, había unos bares por dónde está el Muñecón, algunos de esos bares que conocí hace muchos años ahora, en el libro, son como la reunión de todas esas experiencias. Incluso el nombre del motel Brasieres flojos, no fue tomado de una casa de un montón que existieron o existen. Incluso el uniforme azul del detective, alguna gente lo tiene que recordar. Creo si deben de existir detectives como Wenceslao. Hay policías con esa necesidad de servir y hacer el bien a la sociedad, pero los estratos sociales son tan podridos.

¿Qué poder puede tener un policía que gana Q2500 o Q3000? y que además tiene un arma. Puede venir a sacarte pisto, tiene cinco hijos y a veces dos familias. No es justificación, pero es un hecho. Dicen que para poder sobornar a un policía en EE.UU. necesitas mínimo $10 mil, es decir, un policía en EE.UU. es una carrera intachable, buenos salarios, buena formación. ¿Qué formación podés dar acá?, son básicamente equipados para represión, no seguridad, en ese sentido hay un ideal: los policías deberían tener su lugar.

La novela Juego de Muñecas tiene varios planos, el del asesino, el de las pinturas que de alguna manera es una novela que discute con otras artes, quienes la han leído les ha parecido que es una novela investigativa, que tiene referencias históricas y les ha gustado en términos generales y en su género.

Será interesante cuando la gente le encuentre sus fallas y contradicciones. Trato de hacer intertextualidades de otras obras guatemaltecas que seguramente un lector que profundiza sabe que tiene relación con otros. La construcción de este personaje me ha llevado más de 10 años. Esta es la segunda novela protagonizada por él. Pero la primera novela en orden cronológico se presenta el 29 de julio. Es una novela de 580 páginas que trabajé muchos años y ocurre en toda Centroamérica y hay dos detectives, Wenceslao y Willam Guillermo Arguedas que es tico. Y es una novela vasta. Y esta que es Juego de Muñecas (Un caso más para Wenceslao Pérez Chanan). La publicación de estas novelas es cuestión de suerte. Fue finalista en un concurso en España, entonces fue una inyección para mi, a muchas editoriales no les interesó y mientras buscaba su publicación seguí escribiendo las novelas de Chanan.

Este año se publican Saga de Libélulas, Juego de Muñecas y Está de perros. Quedan en espera Si Dios me quitó la vida, Domingo en fuga (historia de camioneteros que han matado gente), Los innombrables (que es sobre un loco que quema libros incunables), Triple play (cuentos protagonizados por Pérez Chanan), Chanan va la Universidad y una novela de pingpong que aún no tiene título. Quisiera hacer 12 novelas de él y digamos que creo que es un personaje que lo tenés pero en algún momento se va ir. Es una muy buena experiencia para mí, pero estoy pensando en alguien más, en otro detective.

Además de otras novelas históricas, siempre le hago tiempo a todo. Soy una persona que escribe de madrugada y leo mucho. Si de algo me puedo jactar es que soy un lector. Aprende uno mucho, y por las clases que doy, debo estar al día de lecturas y demás. El correo Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesitas activar JavaScript para visualizarla., es un correo activo al que la gente puede escribir por si tienen dudas o quieren saber más sobre él para hacerlo un poco más interactivo.

Extracto
Bar el pulpo zurdo-prostíbulo Brasieres flojos, no

“La noche cayó estrepitosamente sobre la ciudad. El viento había barrido y arrastrado las toneladas de basura que se esparcían por calles y avenidas y, como teniendo conciencia ecológica, las había arrejuntado en las esquinas. Personajes salidos de las narraciones de Allan Poe tomaban las calles, arrastraban su reumatismo, llevaban consigo botes, chatarra y harapos. Otros, como seres retratados en novelas de Víctor Hugo o en poemas de Lautréamont, defecaban en los portones oscuros, más de alguno arrimaba un colchón de cartón en un portón decimonónico evidentemente bañado por riadas de orina. Un olor rancio emanaba no solamente de las alcantarillas, sino de cuerpos humanos, perros huérfanos, gatos libertinos y de ratas calcificadas”.
Del libro Juego de muñecas de Francisco Alejandro Méndez Castañeda


Presentación
El jueves 12 de julio se presentará el libro Juego de muñecas a las 17:30 horas en Flacso, 3a. calle 4-44, zona 10. El domingo 29 será la obra Saga de libélulas a las 16:00 horas en la IX feria internacional del libro Filgua que se realizará en el Parque de la industria.

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