
- De amor y otras drogas
- Publicado
- ¡Sé el primero en comentar!
- 2 a 4 min. de lectura
- Leído 350 veces
¿Cómo sobreviví a los 14 de febrero del colegio?
Yo soy del club de quienes no recibieron ni una paleta en sus años escolares.
Si a ustedes les decepciona no recibir flores y/o chocolates en esta fecha, imaginen cómo nos fue a las que en el colegio no recibimos ni una paleta o, peor aún, ni el misero regalo del intercambio al que las maestras nos habían obligado. Sinceramente, después de eso uno se vuelve menos “exigente” con esta fecha.
Mi primer recuerdo del Día del Cariño es como de segundo o tercero primaria. En el colegio cada año era más o menos lo mismo: íbamos de particular, pedíamos comida (hamburguesas o pizza), hacíamos el intercambio de regalos y finalmente había una fiesta, que era más una kermés con música.
Para sorpresa de nadie, en tercero primaria ya me gustaba un niño. Cuando hicieron el sorteo del amigo secreto, yo le pedí secretamente a San Antonio que él me tocara en el intercambio. Pero, al parecer, olvidé ponerlo de cabeza, y recibí un regalo de otro niño, junto a una cartita que decía todo lo linda que yo era. Más tarde ese día, rompí la cartita, porque no quería que nadie supiera que me habían escrito algo así.
Yo la verdad era de las que, le tocara o no alguien que le cayera bien, siempre se esforzaba por dar un bonito regalo; o al menos uno que estuviera bien empacado. Pero claro, eso se acabó ese 14 de febrero en que recibí ¡una bufanda usada! porque, claro, al adolescente se le olvidó el intercambio. Se la quitó del cuello, le compró una bolsa de regalo en la librería y me la entregó pensando que yo no me daría cuenta. Como si las prendas usadas no olieran.
Cuando uno está en el colegio, los años no te vuelven más maduro sino más estúpido. En mi clase hubo compañeros que cambiaron o incluso compraron al amigo secreto de otro, con tal de “darle” un regalo a la que les gustaba. Eso sí, era muy divertido verlos entregarlo o, mejor aún, darse cuenta que su amiga secreta había decidido faltar ese día.
En mi colegio también había algo así como un “correo de los enamorados”, que era como cuando en Mean Girls se mandaban bastones de caramelo por Navidad, pero con paletas y tarjetas de corazón. Los resultados también eran parecidos, las Regina Georges de cada clase recibían todo, y las demás CERO.
Creo que de adulto cada quien puede decidir si amar u odiar esta fecha, depende de a cómo le haya tocado el número en la lotería del amor. Una que creció cerca de la Roosevelt comprende que el 14 de febrero debe existir por la simple razón de que representa una inyección económica a la “zona motelera”. BTW, déjenle buena propina a las camareras.
Ahora, la cosa cambia cuando sos niño en el tercer mundo. Especialmente si no entrás en los cánones de belleza tradicional, no podés comprar un “buen regalo” (una vez una de mis compañeras de clase quería que le regalaran un iPod) o no podés bailar con el que te gusta porque es de tu mismo sexo. El amor, el verdadero amor, es mucho más que eso.
Finalmente, para responder a la pregunta de cómo sobreviví a los 14 de febrero del colegio, diré que no podría haberlo hecho sin la otra mitad de esta fecha: la amistad. Gracias Ana, Tatis, Majo, Gass y Maribel por haberse divertido conmigo. Gracias a ellas y a todos los que han hecho especial esta fecha y lograron lo imposible: que yo no sea una arpía Anti San Valentín.