Los próceres ya están muertos

Covid tiene la culpa de muchas cosas, pero dudo si también es responsable de la muerte de centros comerciales. No es que Los Próceres tuviera mucha vida en los años más recientes, pero su lugar estratégico le permitía una afluencia vasta de personas. Pero ya no es el caso.

Un domingo cualquiera caminaba en sus pasillos para matar el tiempo.El escenario era ese de los mall estadunidenses en los que no hay mucho o casi nada por ver, o hacer. Quizá sólo fantasmas de huellas adolescentes impregnadas en sus baldosas, nada más.

No los conté, pero seguro hay más de 25 locales vacíos, quizá 40. Las paredes de vidrio de los locales, cubiertas de papel kraft, ocultan la esperanza de los cadáveres que dentro esperan por volver a vivir las glorias de los años 90. No es la primera vez que se escribe en ese centro comercial. O de los demás que existen en la ciudad, y de cómo poco a poco mueren. Cualquiera podría decir que en los Capitol también hay locales vacíos, pero por alguna razón aún hay vida. Las peluquerías, estéticas y estudios de tatuaje se encargan de eso.

Con Los Próceres es otra la textura. No es que estuviera deshabitado, los dos foodcourt tenían gente, pero no era la cantidad que solía haber en domingo a las dos de la tarde. No sé, quizá la nostalgia de los 40, que me jode desde hace cinco años, resuena cada vez más en la manera en que percibo mi entorno.

La cantidad de locales vacíos es proporcional al nivel en el que se encuentran. El tercer nivel es el que parece abandonado, y arriba, ni la iglesia ni el gimnasio están. Ahora que lo pienso, no me fijé si el casino aún existe. Sí recuerdo que yo estaba más pasmado ante la ausencia de Bullocks, cadena que ya lleva un par de años muerta (pero creo que la mató la Megapaca y ese es otro tema).

Ni siquiera las mesas de mac estaban llenas.

“Venta final, liquidación de productos”, dice el escaparate y los maniquís de talles doble D 40, o la talla que sea para mujeres de pechos grandes, esperan por ver cerrar sus puertas para siempre. Zoltar sigue, pero un letrero dice que está fuera de servicio. El acuario también, El Cafetalito también. Se resisten a morir, ellos junto a Siman apuntalan la pared del fracaso. Incluso el callcenter ya no está.

Recuerdo que en una entrevista de trabajo la reclutadora me increpó: ¿cómo se me ocurría? y ¡cómo pretendía trabajar en un callcenter con mi nivel tan bajo de inglés! “No sé seño… por hambre tal vez”. Hasta las gradas eléctricas estaban apagadas. Quería pensar que solo uno de los dos sobrevivió, pero no es así. Seguro les fue mejor, abandonaron ese local y se pasaron a uno más grande o a su propio edificio. Vaya si el capitalismo no funciona para quien tiene dinero.

Otro local que se mantienees el kiosko de nachos. Siempre me pregunté quién se animaría a comerlos, sin tan mala planta que son… pero ahí siguen… venden. ¿Solo yo recuerdo cómo justo en frente se reunían un grupo de mujeres voluptuosas a las que se les señalaba de prostitutas? La gente y la envidia.

Rebecana ya no está y mientras camino añoro de nuevo el local de maquinitas. En los 90, en donde ahora hay un local de tenis Converse, hubo una arcade. Vaya si no disfruté desde afuera ver a gente con dinero jugar Mortal Kombat. En donde estaban los cines ahora es un sótano vuelto gimnasio que no abre los fines de semana. ¿Quizá entre semana le va mejor a Los próceres y sí va gente?

Esta caminata de domingo por la tarde no la hice solo. Más peatones lo hicieron, como si visitáramos un mausoleo. Veíamos que cada local vacío era un nicho que aprisionaba un local que fracasó. Madres solteras, padres en su turno de fin de semana. No tengo cómo demostrar que lo eran, pero había algo que me lo decía. En la mesa ambos comían helado, el niño habla y habla, y el papá escucha, pero no pone atención. El chico emocionado en su plática de hombres, el papá absorto con la mirada en el vacío. Luego los vi más de una vez por el mismo pasillo del centro comercial, como yo lo hacía. Un domingo cualquiera en un centro comercial del mundo, supongo.