¿Me gustan los “chicos malos”?

Antes que nada, establezcamos que la “maldad” no tiene nada que ver con apariencia.

Una vez un hombre, de esos que te hacen muchas observaciones después de que les dices que no quieres nada con ellos, comentó: “Igual, sé que nunca me harías caso, porque yo soy bueno y a ti te gustan los chicos malos”.

Siendo honesta, he salido con algunos hombres que aunque no son exactamente lo que se dice buenos, tampoco los considero malos. Tal vez tenían daddy issues o le temían al compromiso, pero, según yo, nada que la terapia no arregle.

Le pregunté al pretendiente qué era para él un chico malo y me dijo: “Pues no sé, que tengan tatuajes y tengan muchas mujeres a su alrededor”. Ah, ok. Caí en la cuenta que su versión de chico malo era la del guatemalteco promedio que relaciona la forma en que alguien se ve o se viste, o su atractivo, con ser “bueno” o “malo”.

Según ese pensamiento mágico, claro que me gustan los “chicos malos”. Por poner un ejemplo, ¿han visto a Alex Turner, vocalista de los Arctic Monkeys, con chaqueta de cuero y cigarro en mano? Pero luego escuchas de qué habla en sus canciones y cómo le canta a su mamá el Feliz Cumpleaños a medio concierto. Efectivamente, no hay nada más sexy que un hombre que es buen hijo y tiene conciencia social.

Para mí ser “malo” va mucho más allá de cómo alguien se ve. Solo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para ver cuántos hombres bien peinaditos y trajeaditos engañan a sus esposas. ¿O qué tal los que se la viven defendiendo los “buenos valores” pero son acosadores o abusivos física y psicológicamente con las mujeres a su alrededor? Bueno, esos no son malos, son escoria.

La realidad es que no puede decirse que una persona sea completamente buena o mala. A veces solo coincidimos con alguien en una etapa en que puede ser mejor o peor. Aún así a ninguna nos gusta que nos mientan, nos sean infieles o nos traicionen.

Mientras escribía la columna ojeé varios artículos acerca de cómo “alejarte” de los chicos malos, pero también me topé con otros de cómo “conquistarlos”. Háganse un favor y no los lean, a menos que quieran perder su tiempo en relaciones sin futuro.

Requiere madurez alejarse de los patrones y también hacerse a la idea que tampoco somos tan milagrosas como para cambiar a alguien de la noche a la mañana.

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