TERREMOTO...

TERREMOTO...
Veo uno de esos rótulos que regularmente llevan en su interior las camionetas: "Dios te bendiga Esmeralda", y me pregunto si el chofer o el ayudante saben que existe y si lo saben, piensan en algún momento en ese ser.
Mientras alguna gente platica, otras van inmersas en sus cosas, o duermen, simplemente.
Yo pienso en que cuánto de nuestros actos, o los míos salen desde el fondo de la bondad del que Es, y del que existen muchos nombres y facetas.
O nacen desde las entrañas de la ira de este mismo ser omnipotente. O son una mezcla de ambos sentimientos.
O quizá solo mis actos un catálogo de sensaciones nacidas desde mi creencia de no creer, sino desde lo que considero es mi esencia escéptica, que cuestiona y no da por sentado nada.
Para muchos, este ser, el que Es, dirige todos sus actos. Pero cuál prefieren.
No demando una prueba, aunque muchos aseguran que las hay en todo, desde que cada día logramos abrir los ojos y vivir un día más.
Y serán estos rótulos un manifiesto real y auténtico de que quienes los llevan siempre van en comunión con el mensaje implícito o simplemente estos rótulos y palabras son puro verso y pantalla.
No juzgo a nadie, ni creo que estén equivocados y yo en la certeza, o al revés, aunque para la mayoría, yo sea un renegado.
No juzgo a nadie. Yo solo pregunto...

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BATALLA...

Digo que sí a todo. Para qué me complicó. Hay guerras que no se deben pelear, que parecen derrotas, pero que suelen no dejar heridas profundas ni cicatrices permanentes.
Así es en todo. En lo humano y en lo externo, como en un trabajo o negocio.
No todo sale a nuestra manera aunque nuestra manera no siempre sea la correcta. Para ganar los 100 metros planos el atleta se entrena durante años en jornadas de mucho rigor, pero un error el día de la competencia tira por el caño ese intento, y no todos los que compiten ganan en el entendido de llegar primero.
Así pasa en otros ámbitos. Cada día es una carrera, pero contra uno mismo. Ser mejor a mí costa, no a la de otros.
Machucar para ganar no es ganar, es creer que uno es el mejor sin serlo, aunque en la pequeña y obtusa mente del "ganador", él haya alcanzado ser el mejor.
La batalla es contra uno mismo en la vida. Demostrarse a uno mismo de que se es capaz, de que se puede ser mejor, aprender y vivir sin causar muchas heridas, porque es inevitable no dejar, y que las que sufrimos no nos dañen permanentemente.