IMPULSO...

CON LA CALLE A CUESTAS...

La vida nos transforma. Lo malo o bueno nos va esculpiendo. Crecemos o nos detenemos. Hay dos maneras de enfrentar las derrotas, que pareciera que siempre son más.

En el devenir vamos adquiriendo maneras, formas y tonos. Esos pequeños detalles que nos hacen ser lo que somos, que ayudan a cumplir pequeños grandes sueños o que nos alejan de cuanto quisimos ser.

Cuando creemos que por ahí va la cosa, ya en una incipiente madurez, algo sucede que nos hace dar un giro. Nos hace replegarnos, ver desde atrás el panorama, intentar tener mejor perspectiva.

Y así vamos. Algunos intentan correr, otros caminar a paso rápido pero sin prisas y otros quemando etapas de manera lenta.

Volteo a ver, y en el bus vamos varios. Veo sus rostros y creo que todos tenemos un poco de estas frustraciones. Que la vida nos dio algo de lo que quisimos, pero el resto no es del todo parecido a lo que soñamos en alguna oportunidad.

Vamos, con la calle a cuestas.

IMPULSO...

Me levanté de la cama con la frescura de haber dormido como se debe. Un poco de ejercicio, alimentos y listo. El camino al trabajo se hace menos pesado sin pensar. Dejando que todo fluya, que nada agobie aunque agobie.

Cada día es uno menos. Se pasan los días volando y la inercia nos lleva, como el viento al velero. Solo ajustar para que no haya caos.

Para algunos ese velero es menos pesado y fluye sobre el oleaje, mientras que para otros, es mucho más difícil. Se trata de sobrevivir.

Disfrutar el viaje es lo que vale, dicen muchos. Pero esas metas previas también deben ser de regocijo. Porque el final del periplo para todos es el mismo. Pasa que no todos llegamos a ese destino al mismo tiempo. Cada uno tiene su fecha marcada.

El impulso de seguir no debe desmayar, aunque el desencanto esté ahí, a la vuelta de la esquina.

Actitud esa es la cualidad que permite avanzar, saltar de la cama, aún cuando el descanso para recuperar energía no haya sido tan placentero como quisiéramos.

Un impulso basta. Nada más.