Wilber Sánchez Ortiz

Fidel Funes o el retorno a nuestra civilización

En Chiapas también quieren a Fidel Funes... texto revelador.

Los chiapanecos somos, en esencia, centroamericanos. Somos los únicos mexicanos que entendemos cuando nos dicen chucho, galán, shuco, bolo, púchica. Aunque no lo usa-mos, entendemos si nos dicen patojo. Nos ofenderíamos, con conocimiento, si nos dicen serote pisado. Hablamos y pensamos como centroamericanos, a pesar de que a inicios del siglo XX y en el contexto de la reforma agraria, pretendieron mexicanizarnos, a los in-dios, como siempre, para no confundirnos con guatemaltecos. Casi desapareció en el Soconusco el uso del voseo. No así en el resto de Chiapas.
Sin embargo, por nuestra posición de frontera hemos estado siempre conectados a Guatemala. Hasta antes de la globalización que representa el uso del internet, quienes nacimos en las décadas previas al año 2000 escuchábamos emisiones chapinas de radio, incluso televisión, pero la radio fue crucial para descubrirnos insertos en una misma raza.
Fidel Funes estaba ahí; incluso en el cine.
Lo descubrimos cantando «Luna de Xelajú» con Jorge Hernández, el vocalista de Los Tigres del Norte, en Tres veces mojado, la película en que actúa Mario Almada, aquel héroe nuestro al que nunca tocaban las balas y que podía matar a todos los malva-dos sin recibir ningún balazo, un rasguño a veces, que se olvidaba en seguida al calor de la refriega.
Los Tigres del Norte, Mario Almada, aparecían como emblemas de la mexicani-dad, pero también la marimba que al oriente del Suchiate es tan nuestra, como las inter-pretaciones en aquel instrumento de la orquesta de Fidel Funes.
El sabor primaveral de Guatemala estaba en nuestras vidas como un parteaguas. Rivalizaba con occidente. «Voyage Voyage», una canción francesa, nos llegaba a los adolescentes de los años noventa vía Magneto, en su versión conocida como «Vuela vuela». Funes nos respondía con Ilusiones. Y nos ponía de cara a nuestra mexicanidad con canciones como «Flor de capomo», pero en versión marimba, más nuestra, más car-gada al ombligo centroamericano: Trigueñita hermosa/linda vas creciendo/como los ca-pomos que se encuentran en la flor…
Fidel Funes ponía en entredicho si los chiapanecos éramos occidentales en esen-cia o continuábamos acrisolados a nuestras raíces indias, mayas, con la influencia africa-na del teclado de hormiguillo que resonaba con mayor redoble en nuestro espíritu. Éra-mos la cuerda que tiraban de un lado los músicos mexicanos y por el otro los marimbistas guatemaltecos.
Sus canciones e interpretaciones son el retorno a nuestra civilización original. El equivalente a tener al maestro Funes frente a frente e interrogarnos:
—Vos chiapaneco, ¿sos mexicano o centroamericano?
—Mexicano, señor. De Centroamérica.
En la actualidad escuchamos poco radio. Creo que hasta poca televisión. Y no sé del todo lo que escuchan las nuevas generaciones: tal vez un cóctel del mundo que ofre-ce el Internet. Para los chiapanecos, miembros de mi generación, escuchar al maestro nos ofrece eso que llamamos perspectiva: retrocesos al pasado. Felicidad total. Pensamos, al menos yo, que superado el covid-19 (del que estamos enterados, vos maestro) tenemos Funes para rato.


WILBER SÁNCHEZ ORTIZ (Tuzantán, Chiapas, 1980). Escritor mexicano. Escribe narrati-va y ensayo. Ha publicado el libro de cuentos Arbolario y está por editarse su nueva obra, Los tuzantecos.

Última modificación Jueves, 05 May 2022 08:54
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