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Estado de ansiedad guatemalteca

Los guatemaltecos tenemos cientos de condiciones y neurosis. Cuando salimos a la calle nos despierta el miedo a que nos asalten. Así de pronto nos encontramos una bala perdida, de estar desempleados, divorciados, sin pareja, pobres, sin rumbo y a la deriva, viudos y con hijos. Es difícil vivir en este país desigual que jode más al jodido y arruina al que se destaca mientras que al rico heredado lo convierte en exitoso y con derecho al abuso. Esas paranoias se agravaron durante el fin de año del 2023.

El 14 de enero, pasadas las primeras horas del 15, terminaron 6 meses de un estado de ansiedad permanente. Cada día amanecíamos con acciones ilegales, violaciones a la constitución, arrestos, abusos, pronunciamientos de la sociedad civil y el paro nacional que duró 40 días. Millones se unían a la resistencia legítima y esperanzadora de dignidad frente a una pequeña mafia de insolentes y malnacidos que se negaban a aceptar su derrota. Qué fiestas de año más malditas todo porque un hijueputa ladrón tenga la cabrona idea de joderme el resto de mi vida, hueviando todo lo que se le cruce. No me dejaron comerme un puto tamal en paz. Sííí, hasta Cristo les peló la verga. Mierdas.

Pero Arévalo se les coló

Nunca lo vieron venir. Sin nada de publicidad más que las redes sociales, el partido Semilla tuvo la audacia y la ventaja de ver la inmediatez con la que llegaban a los votantes en ese nuevo medio gratuito. Semilla no se presentaba como una opción de continuidad o la del clásico “outsider”, para nada, eran caminantes que se abrían paso entre el lodo. No había el mayor indicio que el hijo de Juan José Arévalo Bermejo, el gran presidente de la revolución del 44, pudiera ganar. Años antes había participado el hijo del también expresidente Jacobo Arbenz Guzmán “El Soldado del Pueblo”, Jacobo Arbenz Villanova y solo obtuvo el 1.6% de votos. Arbenz Villanova no tenía ni la más mínima idea de qué era Guatemala, no creció en Miwate y no tenía carrera política. Solo tenía el apellido. Con Bernardo podría ocurrir lo mismo y aunque era diputado no se le veía como uno de los pesos pesados dentro del Congreso.

Dentro del espectro mediático masivo, es decir, las encuestas pagadas por los partidos de ultraderecha y la de Dioniosio Gutiérrez (el poderoso pollero nacional) Arévalo no aparecía. El candidato de Semilla no fue invitado a ningún debate. Solo tuvo un par de entrevistas en radio Nuevo Mundo.

Para los ultraderechas era un favor que le hacían al dejarlo participar y que según ellos este enorme gesto los haría ver ecuánimes y democráticos. Después de todo, quién puede perder con la bendición de las élites saqueadoras, círculos evangélicos, narcopolíticos, el sistema de justicia, chafarotes psicópatas y el berrinchudo amante del presidente.

Pero esa inmundicia de mierda desapareció del inodoro nacional el 26 de junio. Cuando cerraron las Juntas Receptoras de votos, Bernardo Arévalo punteaba y de pronto cayó al segundo lugar y nunca lo soltó. Me hubiera gustado tanto verles la cara a esos gamborimbos políticos cuando se caían sus ídolos frente a una democracia plena. No podían aceptar que al comprar a la chapinada con migajas, estos les serían infieles al votar por el “rojo semillero”. La quietud de la noche con apenas aire en las primeras horas de la madrugada se sentía una paz y alivio que daba paso a una pequeña esperanza. Se podía sentir. Era muy frágil.

Hubo cualquier cantidad de intentonas para anular la primera vuelta. Se tardaron casi un mes en declarar a los que pasaban al balotaje. Arévalo es un político honrado y sin compromisos con ninguna élite delincuencial que lo amedrente con una pistola en la cabeza.

Me imaginé a Sandra Torres que nunca tendría el seso de hacer una estrategia para bajarse a su contrincante, que le lleva cuatro bibliotecas de ventaja y una carrera profesional intachable. Se veía ridícula, es y será ridícula. “El uruguayo” le decía, como si con sacudir ese petate le garantizaba ser presidenta.

La noche del 20 de agosto el conteo en cada Junta Receptora de Votos era fantástica; Semilla, Semilla, Semilla, Semilla, Semilla, Semilla, Semilla. El triunfo abrió el cielo para un nuevo país. Poco duró la alegría que fue sustituida por una eterna paranoia y ansiedad.

Despertó un voraz acoso judicial cuyo único fin era dañar el país y la democracia. El idiota del expresidente colérico, más que inteligente, ordenaba a su descerebrada fiscal general que los persiguiera incluso hasta con mentiras para que pareciera un proceso legal serio. “Más malos que mulas” y con las instituciones a favor no pudieron probar fraude. Era risible después crear la narrativa de arrestar a todo el sistema ciudadano que dirige o llevó a cabo las elecciones. No pudieron vender la narrativa de fraude y conspiración por más de 2.5 millones de guatemaltecos ante la comunidad internacional.

El acoso siguió y la ciudadanía reaccionó. Los 48 cantones provocaron la mayor movilización vista en casi 200 años y vinieron los 40 días de paro nacional. La sociedad no se quejó como otras veces. Decían: “Sí, el paro es jodido pero vale la pena. No nos vamos a dejar de estos ladrones”. Con el tiempo la policía y el ejército se desmarcaron del régimen y eso los desmoronó. Es que, no podés pedirle a tus esclavos que te defiendan si durante años los humillás.

El 14 a las 14

Fue la última intentona de los golpistas. El Congreso acudió a sus más fieles esbirros para arruinar la toma de posesión. También fracasaron. Solo retrasaron lo inevitable. A la medianoche, Arévalo era proclamado como el nuevo presidente de Guatemala. El país respiró aliviado. Las élites lloraban en desconsuelo.

En su discurso escuchamos la serenidad de nuestro presidente que anunciaba las promesas por cumplir que una nueva clase política digna y sin compromisos intentará sacar del atraso de 70 años al que hemos sido sometidos por las élites poderosas de derecha finquera que nos tienen sumidos en el fracaso que somos hoy como país. No se puede creer que los cambios más significativos que sucedieron en Guatemala ocurrieron hace 70 años. Toca esperar y ver qué harán en solo cuatro años.

La lucha sigue pues aún con el sistema judicial cooptado y el partido Semilla suspendido por una güizachada. La pelea se centra en recobrar el sistema de justicia que permanece como rehén. Después vendrá el rescate del Ministerio Público y por último la Corte de Constitucionalidad que protege la ruina del anterior gobierno.

Ya no podemos aspirar a tener un futuro haciendo las mismas estupideces que nos ha enseñado ese pasado bastardo, que por perder sus privilegios quiere arruinar para siempre el país. Ese puñado de gente basura debe salir del país. No entiende a la buena. No se puede razonar.

Hoy, ya se puede hacer un futuro y eso cuesta. A Arévalo se le pide que cambie el país a golpe de militar y él no lo es. Es un demócrata, y esa maldad no está en su sangre.

El sistema de mantener privilegios y maximizar la pobreza ha tardado 70 años en funcionar. Hacer una mejor Guatemala tardará pero de que vamos para allá vamos y ya empezamos a caminar. Entonces y solo entonces, podremos comer un tamal en paz y cantar el himno nacional con orgullo y sin bostezar como nunca nos ha pasado.

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