Eddy Roma

La Llorona, ficción sobrenatural

La Llorona y lo que representa es más global de lo que creés.

1. La Llorona, el film de Jayro Bustamante nominado a los premios Oscar 2021 como mejor película extranjera, empieza como un documental apegado a los hechos, prosigue como obra de ficción y mantiene cercano contacto con lo sobrenatural desde el comienzo hasta el final.

El primer tercio nos remite a un hito cercano: la condena del general Efraín Ríos Montt a 80 años de cárcel, dictada el 10 de mayo de 2013 al considerarse que la campaña antisubversiva dirigida en el departamento de Quiché, durante los meses que gobernó al país de 1982 a 1983, tuvo la intención de acabar con el pueblo ixil asentado en los municipios de Santa María Nebaj, San Juan Cotzal y San Gaspar Chajul. Al recrearse la lectura de la sentencia, anulada diez días después por la Corte de Constitucionalidad, el espectador cree encontrarse ante los personajes reales: tal es el acierto de Enrique Argüello al interpretar al defensor del general Enrique Monteverde (protagonizado por Julio Díaz) y de Mara Martínez, quien representa a la magistrada a cargo del caso. Argüello es el vivo retrato del abogado Francisco García Gudiel y Martínez es el calco de la jueza Yassmin Barrios, quien declaró culpable a Ríos Montt.

La ficción se asoma cuando Natalia (Sabrina de la Hoz), hija del general Monteverde, empieza a preguntarse si es cierto que su padre desconocía las matanzas de hombres, mujeres y niños cometidas por el ejército en las montañas del occidente del país. Entre líneas, la historia apunta que Natalia tuvo ciertas simpatías izquierdistas durante sus años universitarios —es médica de profesión— y nos deja con la incertidumbre acerca del paradero de su exmarido. Aunque le dice a su hija Sara (Ayra-Elea Hurtado) que no crea en los rumores que le comentan sus compañeros de colegio, le pregunta a su madre (Margarita Kenéfic) si piensa que su papá es el siniestro criminal descrito por la prensa y la televisión. Hasta donde sé, los descendientes de militares llevados ante los tribunales de Guatemala no declaran estas dudas. En Argentina sucede lo contrario: varios hijos de represores involucrados en los crímenes cometidos durante la dictadura que controló al país de 1976 a 1983 se quitaron el apellido paterno, rompieron todo trato con su familia y exigen justicia por los secuestros, torturas, asesinatos y apropiaciones de bebés paridos por madres en cautiverio.

Lo sobrenatural ronda desde la noche antes de la audiencia contra el general Monteverde. Aunque se mantiene en calma, seguro de su inocencia, no puede dormir. Oye el llanto sofocado de una mujer y baja a investigar, pistola en mano. Entra sigiloso al baño, no encuentra a nadie, pero el piso está chorreado: piensa que «alguien» dejó abierta la llave de la regadera. La servidumbre, convocada a la mañana siguiente para preguntarle si escuchó algo, no lo duda: la Llorona anda cerca. Lo murmuran entre sí, en su idioma natal, el cakchiquel, para que sus patronos no se enteren. Prefieren renunciar a quedarse en la casa sitiada; piden en vano que les paguen su tiempo. Valeriana (María Telón), el ama de llaves, recibe la orden de buscar nuevos empleados: así se asoma Alma (María Mercedes Coroy) a la casa del general Monteverde, con su largo vestido blanco y su oscura cabellera bajándole más allá de la espalda. Ambos rasgos, como lo sabe todo aficionado a las leyendas de espantos y aparecidos, son distintivos de la Llorona.

2. Parte del público natural de La Llorona se encuentra lejos de nuestras latitudes. El general Monteverde se refleja en el chileno Manuel Contreras, el argentino Jorge Rafael Videla, el uruguayo Gregorio Álvarez y el paraguayo Pastor Coronel. También encuentra sus pares en Yorgos Papadopoulos y su compatriota Dimitrios Ioannidis, líderes de la «dictadura de los coroneles» que aherrojó a Grecia de 1967 a 1974. Todos eran fervientes anticomunistas, convencidos de que purgaban a sus patrias de los elementos subversivos que atentaban contra la familia y los valores cristianos; terminaron encarcelados tras largas batallas judiciales.

Las masacres sufridas por el pueblo ixil encuentran su réplica en el aniquilamiento de serbios, judíos y gitanos cometido por el estado independiente de Croacia de 1941 a 1945, las matanzas dirigidas contra los musulmanes de Bosnia-Herzegovina de 1992 a 1995, la expulsión de los serbios de la Krajina croata desatada en 1995 y la deportación en masa de los albaneses de Kosovo ocurrida de 1998 a 1999. El cálculo deliberado para barrer a una nación entera está presente en el genocidio cometido por el desfalleciente Imperio otomano contra la numerosa población armenia de Anatolia, de 1915 a 1918; los eslavos asentados en la porción de Macedonia disputada por Grecia y Bulgaria se diluyeron entre los varios intercambios territoriales ocurridos de 1911 a 1945.

Si La Llorona se proyecta en festivales, está disponible para su alquiler en plataformas digitales, o se distribuye en formato DVD y Blu-ray en los Balcanes y el Cono Sur, sabrá conectar con el público allende nuestras latitudes. El probable espectador argentino recordará el indulto otorgado por el presidente Carlos Saúl Menem a todos los altos mandos de la junta militar enviados a prisión en 1985; el público de Sarajevo evocará la memoria de los 8,372 varones musulmanes asesinados del 11 al 22 de julio de 1995 en las afueras del pueblo de Srebenica por los chetniks al mando del general Ratko Mladić. En La Llorona identificarán el clamor que aflige a las madres, hermanas, esposas, hijas y amantes desconocedoras de la suerte de sus seres queridos; también se unirán a las demandas de castigo para los responsables que suelen estar por ahí, sin arrepentirse, convencidos de que cumplieron con su deber porque son obedientes y no deliberantes.

3. El mito de la Llorona conoce varios traslados al cine, desde la película mexicana de 1933 dirigida por Ramón Peón, la versión estrenada en 1959 a cargo de René Cardona y la cinta infantil presentada por Ánima Estudios en 2011.

También está la primeriza aventura del Chapulín Colorado dirigida por Roberto Gómez Bolaños (1973), el cortometraje filmado por Shannon Ivey donde se aborda el sufrimiento de los niños migrantes (2014), y la lectura al estilo Hollywood presentada por Michael Chaves en La maldición de La Llorona (2019). La Llorona forma parte de la tradición oral preservada desde los estados de Texas, Nuevo México y Arizona hasta el parque Rivera de Montevideo, seguro conocerá más adaptaciones en los años por venir.

Dos apuntes más acerca de la versión presentada por Jayro Bustamante: a) el habla quedita de los guatemaltecos necesitaba contar con su propio espacio en pantalla; b) falta que la fragmentada izquierda citadina se adueñe del himno nacional y la bandera celeste y blanco para dejar a la ultraderecha sin dos de sus asideros, como sucede en la película.

Última modificación Lunes, 07 Febrero 2022 10:16
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