Eduardo Spiegeler Szejner, por el correo que no te envié (¡Salú!)

Sé que odiás figurar y de estar vivo me dirías: “Come mierda Gabriel, no escribás, ni publiqués nada de mí, no me gusta”.

Pero man, ¿qué te puedo decir? Arde que no estés, es un vacío miserable. Haré que estas no sean palabras de lamentos y reclamos. Tampoco de remordimientos ocasionados por tu ausencia. Haré que valga la pena escribirte.Quizá sea un intento por aminorar ese vacío.

Han sido siete días desde tu muerte y tengo la necesidad de vomitar todo esto. Lo hago porque no entiendo, simplemente no entiendo. Escribo esto como un desahogo y para relatar por qué, con tan poco tiempo que trabajamos juntos, te consideré siempre uno de mis grandes amigos. Todo comenzó con esas conversaciones nocturnas en Sophos.

Y pido perdón por no escribirte antes. Desde que empezaron a caer las noticias en chats de prensa sobre Nicaragua, pensé en escribirte. Cada vez que alguna colega hablaba de la situación pensaba “debo escribirle a ese serote”, porque vos y tu vena social, seguro harían que te metieras en el ojo de huracán. Y mirá, llego tarde como siempre.

 

Desde que te fuiste a Nicaragua y cuando nos escribíamos, siempre fue para hablar de proyectos. “Vos, ya tengo una versión final, final, final de Making Off… pero tuvimos que sacar tus escenas. No servían”. Luego tu sonrisa ácida.

Siempre supiste insultar y encima sacarle una sonrisa al agraviado. ¿Por qué tuviste que morir así? Siempre lo he dicho, la vida es una ironía en sí misma. Además cruel. ¿Un árbol metálico? debía ser un Baobab…¡debía ser un baobab!

Sé que yo no era tu gran brother, pero de mi parte sí lo eras. No lo digo con tristeza o envidia, pero las cosas como son. “Come mierda Gabriel. ¿Por qué decís eso?”, me dirías bastante incómodo, como esa vez que nos peleamos. Esa discusión fue fea man. Pero igual, eso ya no importa.

Pero aún así, si entre sollozos te recuerdo ahora, no imagino el dolor que sienten ahora Carlitros, Chepe, Mimi, Mini Mimi, El Niño, Aldo, Chofo, La Cuca, Lorena, Domingo, Lipe… todos tus meros cuates. Amistades que me ofreciste, porque así sos. Compartís. Pero man, ellos que sí son tus meros Bros & Sis... han de estar partidos por dentro y me uno en este dolor insensato. Espero que tanto ellos como tus hermanas y tus papás puedan ir saliendo de este duelo horrible. En fin, como te decía, siempre digo que sos uno de mis grandes amigos.

Lo que pasa es que tu amistad es de distintas capas creo yo, y puedo decir que ofrecías distintos tipos de amistad a todo el espectro de amigos que tenías, eso creo, pero en todos los casos, una amistad honesta.

Yo con vos aprendí un montón, porque cuando estuvimos en Sophos, siempre me anduviste jalando.

Mi aproximación a la actuación en cine, la vez que nos fuimos a meter al jueves negro -y que Paco Fión nos puteo por eso- los documentales de la fundación Mario Monterforte en los que fui tu asistente durante mi desempleo.

 

Incluso las chingaderas con tus amigos... me incluías sin que yo te lo pidiera, fui a varias por vos.

Era enriquecedor ser tu amigo y siempre me anduviste jalando. Ese Nissan sunny azul marino, estaba en todo. Hasta a mí me dolió que se lo robaran.

Voy a recodarte lo buena onda que eras. Cuando cerrábamos la librería y llegaban a traerte, y yo  no tenía como irme, me ibas a dejar a mi casa. O hacías que el amigo que te iba a traer, me diera jalón, y siempre te hicieron caso. Tu palabra era ley:

 

-“¡Gabriel, cerremos ya la librería, ya vino por nosotros el Chepe/ Diana/ Carlos)/ Mónica/... mi mamá!”.

-“Vos Eduardo, mano, gracias, pero nel. Son tus cuates serote, de verdad, no. Un par de veces está bien, pero ya siempre que pena vos. Me van a odiar”.

-”Sho Gabriel, apurate. No hay clavo, ellos ya saben”. Y luego, cuando me acercaba al carro o me miraba ‘el castigado’, la dejabas ir:

“vamos a ir a dejar a Gabriel o Gabriel se viene también a donde el Aldo, luego lo dejamos en su casa”. Nadie te objetó. Al menos no frente a mí.

Sos un tipazo, Eduardo.

 

Siempre cuento las mismas historias de mi tiempo en Sophos y con las tuyas, siempre empiezo igual. “¡El día que conocí a Eduardo me cayó en la REVERGA!”.

Entramos con Phillipe a Sophos La Galera y me presentó con vos. Seríamos compañeros de trabajo, vos en el turno de la noche, y yo el de la mañana. Ese día, entramos y vi que tenías una bandeja de galletas de chispas de chocolate. La camisa gris tipo polo de Sophos  y además, un trapo verde en el hombro.

Con la mano izquierda sostenías la bandeja y con la derecha repartías con una tenaza las galletas a los visitantes. Tenías esa cara de ladrillo que te caracterizaba. -“¡Qué onda!, soy Gabriel”…- me tiraste el mentón, subiste las cejas y no dijiste nada.

“¡Y este mierda quién se cree! -pensé. Y la verdad te odié man. Y te lo dije en varias ocasiones, y en todas ellas me dijiste que no recordabas el evento. Que me había fumado la escena.

Menos de una semana después, en un cambio de turno, me dijiste. “¿Querés un café?. Philippe nos deja tomar lo que queramos. Te voy hacer un Mocca Spiegeler. Cafeína, chocolate y azúcar para tu páncreas”. Saliste de la barra del café y te acercaste a la barra de la caja. Me diste el café y luego preguntaste.

 

“¿Has visto la película Snatch?”

Ese fue el punto de quiebre. Como dos niños compartiendo carritos a la hora del recreo. Repetimos los diálogos, hablábamos de las escenas, y luego cine y más cine. Solo de eso hablábamos. Cuando Lilo me pidió que cambiáramos turnos, el se pasaba a la mañana y yo me quedaba con vos en la noche, fue que la amistad se afianzó. Comenzaron las mejores noches de Sophos La Galera. Incluso cuando se llenaba de gente, nos la pasabamos bien.

No te quedaste mucho tiempo en Sophos, fueron menos de seis meses digo yo, porque vos tenías que hacer cine, lo necesitabas y la película Donde acaban los caminos estaba en el momento del rodaje. Recuerdo que por eso te fuiste. O quizá me equivoque, ya pasaron 16 años de eso.

 

En Sophos dejaste un amigo, un bosque de Baobabs (las macetas que bautizastes en honor a El Principito). Sobrevivieron un tiempo, incluso luego de que yo dejé Sophos.

Hay ciertas cosas de las que solo yo quedo de testigo, ahora que ya no estás. La vez que Efraín Recinos casi nos dijo quién era la Guatemalita… los conciertos a todo volumen de Wagner en la librería. La serie Babilonia, aquella sitcom que haríamos inspirados en nuestras aventuras en Sophos.

“Para ser consecuentes con el universo que estamos grabando. Obviamente Adrian y Mijo tienen que permanecer, pero ahora en la librería Babilonia. Vamos a meter a una mujer, se llamará Tati y será la fresa del grupo. Además, el Comanche. Tiene que llamarse Comanche”.   

En fin, otro proyecto que no podrá ser.

Un domingo, como a las seis de la tarde, un domingo en el que no pasaba nada en 4 Grados Norte, aparecieron Dani y Maguiver. Tenían 4 y 7 años, eran los hijos de la señora que cuidaba carros:

“¿Muchá, quieren leer libros de niños?, -dijiste- pasen a la librería. Al fondo, ahí están los libros”.

Primero te vieron de pies a cabeza, luego a mí. Tenían esa mirada de desconfianza que te da el crecer en la calle. Maguiver entró y Dani se quedó afuera. Minutos después, escuchamos un grito “¡Daní! ¡vení!”. Desde ese día, no dejaron de llegar.

Entonces un día, creo que era viernes en la noche, cuando Maguiver y Dani iban para adentro, les dijiste: “MacGyver... Daniel… esperen. Les voy a dar un vaso de leche tibia. Se la bebieron de un sorbo. “Pero no le vayan a decir a nadie”, sentenciaste.

Los dos niños ya no entraron y salieron corriendo. “Man, la cagaste -dije. Van a venir con refuerzos”. En minutos, Maguiver regresó con cinco amiguitos más. Niños y niñas, todos hijos -asumo- de los cuidacarros.

 

Puta vos… yo me empecé a reír del otro lado de la caja, pero me recagué de la risa. va…

Justo cuando le terminaste de servir leche al último niño, apareció Philippe. Todos tenían bigotes de leche, vos tenías un litro en la mano, y una caja vacía sobre el mostrador. ¡Gracias! Dijeron en coro. Todos se fueron.

Solo se quedaron Maguiver y Dani. “¿Vos Eduardo, hoy no nos vas a dar galleta vaa?, bueno…” Maguiver dio un sorbo a su leche y con una de sus manitas señaló el fondo de la librería. Solo le faltó decir “Voy a estar en el despacho, cualquier cosa, atendé la llamada”.

Yo me reí en silencio. Pensé que Philippe nos llamaría la atención. Pero mano, tu cara y la de Philippe... la escena completa es algo sin precio. Está congelada en mi cabeza. Con resuello, pero uno calmado, Philippe me preguntó luego, “¿cómo va la cosa?” y hablamos de los libros,  jamás dijo nada.

 

Otro día, un martes diría yo, esos días en los que quizá vendíamos solo 10 libros, Maguiver entró...

“Sabés qué pasa Gabriel. Estos niños no han de comer bien. Te imaginás que un vaso de leche ha de ser lo único sano que beben. Vaa vos, tomá tu leche”. Maguiver nos ignoró y leche en mano, entró de nuevo al área de niños y nosotros seguimos con lo nuestro. Eso fue como a las seis de la tarde.

Como a las nueve, nos recordamos de él. ¿Vos y Maguiver, lo viste salir?… caminamos al área de niños y estaba durmiendo sobre un libro, babiandolo y con el vaso de duroport en la mano, como que fuera su peluche. “Ves, seguro tuvo una vitaminosis”, dijiste y nos comenzamos a reir.

Lo dejamos ahí. La mamá apareció como a las 11. ¡¿Magui, Magui dónde estás?! La señora entró desesperada a la librería y salió con Maguiver en los brazos. No los volvimos a ver. Saber qué habrá pensado la señora.

Tengo algunas más por contar, en todas se evidenciaba tu nobleza. Una de closet, no te gustaba que la gente se diera cuenta de lo buena gente que eras.

¿Qué será de Las Siguanabas del inframundo?, o de Armando, el exxxtraño, de FM 88.89 y esa larga lista de personajes e ideas para series y películas. ¿Qué más puedo decir para honrar nuestra amistad?

 

Pasarán los años y poco a poco iré olvidando sin quererlo todas las conversaciones de Sophos, todas las locuras en las que coincidimos y nos hicimos amigos.

Tu recuerdo descansará en paz Eduardo. Sé que de nada sirve llorar, pero eventualmente lo he hecho, en lo que duermo la melancolía que me habita por dentro, y aunque no le creas, sé que no me lo creés. Y cuando ese dolor pase, cuando el pesar sea un fantasma casi imperceptible, solo entonces averiguaré dónde estás enterrado. Si acá en Guatemala o allá en Nicaragua, entonces eso no será difícil de preguntar.

Con un par de llamadas a los cementerios, o correos a colegas en Nicaragua lo podré saber. Pero no ahora, no puedo. Entonces, cuando lo sepa te visitaré, quizá hable solo y recordaré lo que pueda, pero sin sollozos ni suspiros. Te preguntaré por Spora, por la Segunda Guerra Mundial, por Polonia. Te recordaré que debés darle una oportunidad al Anime, que tu dieta de cigarros y café es lo que te tiene todo chupado. Pero aún así, te llevaré un café, un fardo de payasos rojos (para lo que nos alcanzaba entonces) y también llevaré un Baobab en maceta. Lo haré, pero no ahora, algún día.

Solo me resta decir que te recordaré consecuente, fiel a tus ideales. Te admiraba man. Solo lamento no haberlo dicho lo suficiente. Adiós amigo, adiós brother.

Diciembre, 1, 2017

“Eduardo, Cómo vas? contame qué haces? ahora trabajo para un sitio de Internet, quizá pueda entrevistarte de nuevo, esta vez desde tu labor documentalista”.

***

“Aquí todo bien...

Editando y meditando.

Qué onda con lo de la entrevista?

Ando trabajando un docu sobre RIGBY, poeta costeño. Nunca ha publicado un libro.

 

También tengo el proyecto XXX XXX pero ese es anónimo porque es una denuncia gruesa sobre XXX XXX. Poco a poco pero ahí voy.

Y siempre preparando otros proyectos. Aquí, allá, documental.  

Aparte el chance que hago para CGTN y algunos clientes locales....


Así que me mantengo ocupado. Sin quejas a excepción de que siempre quisiera ir más a guate.

Buena onda.

Abrazos”.

 

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