- De amor y otras drogas
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¿Por qué ya no nos dejan llorar a gusto?
A veces te hartas del positivismo tóxico de las redes sociales.
Para mí, Twitter siempre será la red social para enterarme de la actualidad del mundo, pero también para esos ratos en los que quiero “hablar” conmigo misma. De verdad, es un buen espacio para ponerse creativa y decir cosas sin que la policía de la corrección política me quiera arrestar. Bueno, tampoco se crean que es un Only Fans ja, ja.
La semana pasada, un tuit de Jiseh Jiménez (@jiseland) atrapó mi atención:
“Creo que me gustaba más la época del Internet donde aceptábamos sin recato que ese día nos queríamos morir, que esta donde ahuevo tengo que vibrar alto y quererme como soy”.
Creo que me gustaba más la época del internet donde aceptábamos sin recato que ese día nos queríamos morir, que esta donde ahuevo tengo que vibrar alto y quererme como soy.
— ?LA GRAN SEÑORA? (@Jiseland) January 18, 2022
Me pareció atinado lo que decía y le di “Me gusta”, pero sus palabras siguieron revoloteando en mi cabeza. Digo, no es que de verdad nos queramos morir, es solo que no todos los días de nuestras vidas son perfectos y está bien admitirlo. Sin embargo, últimamente expresar tristeza, enojo, malestar, o simplemente quejarnos, es de perdedores y de gente que no sabe lidiar con sus emociones. Pero, ¿quién lleva bien eso de ser adulto?
Acudimos a las redes sociales para compartir cosas de la vida. Nuestro trabajo y las cosas aptas para todo público van en Facebook, las bonitas y alegres van en Instagram y las sexys, malcriadas y tristes en Twitter. Hasta hace poco parecía haber un acuerdo tácito, pero de pronto los influencers felices empezaron a inundarnos con su positividad tóxica, con el “si estás triste es porque no te amas” y ahora ya no podemos ni llorar a gusto.
Es obvio que a nadie le gustan las chicas tristes, pero no por eso vamos a pretender que estamos felices 24/7. Ni que fuéramos la Tuti Furlán. A veces hay sentimientos que tenemos acumulados, cosas que nos suceden o que nos duelen y que deseamos decir, aunque sea al viento. En mi caso, las escribo para desahogarme, para tratar de entenderlas o para verle el lado cómico a mis dramas cotidianos.
También están quienes piensan que si escribes algo es para llamar la atención. Pues seguro que existe el caso, pero más que pensar si lo hacen por “llamar la atención” se deberían replantear si esa persona no necesita su ayuda. En todo caso, yo no recomendaría buscar consuelo en una red, porque hay TimeLines donde vas a pasar desapercibido y solo vas a salir más triste. Creo que la clave está en no tomárselo personal y, si necesitas ayuda, acudir a alguien en quien confíes realmente.
No hay nada malo en sentirse triste o enojado de vez en cuando, siempre y cuando esto no se vuelva algo crónico. No poder decir las cosas que sentís por miedo de que otros se enojen no es una bandera roja, es una BANDEROTA. Tampoco creo que la gente que está del otro lado de la pantalla (hola oficinas de Recursos Humanos) te deban de juzgar por tu contenido social. De pronto más que discursos motivacionales nos hace falta un poco de empatía.
Una escena que explica a qué me refiero,