Imágenes

Pero sería un error quedarse aquí detenido, porque incluso el agua de los ríos no es la misma jamás.


EN TRES ACTOS

Tus pies, desnudos, hechiceros; tacones de cuando en vez; falda, muy poco, casi nada. Tu mirada, fija, hiriente, afrodisiaca, severa, eterna, demoledora, perversa, intensa. Tus manos, sellos de agua, códigos de barra, vanidosas, cautivadoras, argumentos para descifrar, señuelos que atrapan, aniquilan y embrujan. Los recuerdos fluyen, son lluvia, diluvio que ahoga.

Tu piel, perfecta, suave, un hotcake con miel de maple que provoca devorarlo de mil maneras, en cualquier momento. Tu boca, un millón de razones para no morir. Tu ausencia, la más grande para no estar. Las imágenes delatan el ayer, porque todo es un rosario de lunas llenas que se atragantan en la retina, en la memoria, sombras que persiguen.

Tus pies, desnudos, golpeados, dolidos, sin descanso, con más peso. Ropa, muy poca, la mínima, la necesaria, solo para que no digan. Tu mirada, fija, hiriente, llorosa, atormentada, severa, suplicante. Tus manos, selladas por el trajín, el peso, la injusticia, el drama, el dolor, la tragedia. Los recuerdos son el ahora, se repiten como atraco, como impuesto, como ley de prebendas, como sociedad de infames. Tu piel, curtida, un trozo de pan de mil días atrás.

Tu boca, vacía, hastiada de pedir clemencia, de pedir ayuda. Tus pies, zapatos caros, de marca, sin gastar. Automóvil del año, desenfreno total, descaro disfrazado de acuerdos, leyes. Tu mirada, fija, destellando ambición, maldad, crueldad, infamia, sarcasmo, insensibilidad. Tus manos, destilando votos, machacando futuros ajenos, corrompiendo lo que tocan, creando más eslabones de pobreza, mutilando sueños.

Los recuerdos son hojas de afeitar que cortan, hieren, matan. Las imágenes del ahora son cuchillos que atraviesan la piel sin el más mínimo remordimiento. Tu boca, llena de mentiras, de calumnias, de incoherencias.

CAPÍTULO FINAL

La casa se está quemando. El humo se convierte en amo y señor. El fuego consume cada trozo de vida. Los dinosaurios quieren volver a vivir, no se dan cuenta de que ya no es su tiempo. Gesticulan, hablan, lloran, atormentan, se quejan, pero ya no es su tiempo.

El invierno está alcanzando su curva de descenso, el agua transforma el camino en río, y los caciques ni se inmutan. Pagamos caro la tradición infame. Vienen seres de otro mundo, afirman, nos muestran fantasmas para que guardemos silencio; de todos modos no queremos abrir la boca, gastar energía. No tiene caso. Me pasan miles de escenas por la cabeza, pero la más recurrente es la tuya. Las miles de eternidades compartidas. El mutismo, las tristezas, los holas y adioses clonados millones de veces.

Busco mi mano y no la encuentro; parpadeo pero me siento ciego. Un sonido a la distancia me dice que hay alarma, que habrá drama. Voces, gritos, incredulidad. Sospecho que ya es hora. No, quiero dormir un minuto más, recuperar las fuerzas, sacudirme el marasmo que me esclaviza. Quedarme sin hacer nada, darme la vuelta, esconder la cabeza en la almohada, hacer como que no escucho la necedad del reloj que gime y gime para hacerme imposible el momento.

Ya te había visto antes, sin fijarme demasiado. Me hice un tatuaje que solo yo veo, del que ahora todos creen saber. Suena el teléfono. La voz de ultratumba creo reconocerla, pero dudo un momento de su esencia. No tiene caso seguir. Recorro cada minuto como la aguja que, constante, nos cuenta los segundos. Así se nos va el aliento. No me hagas cargar maletas, no tengo intención de subirme al tren. Ese es tu problema. Yo me quedo aquí.

No puedo respirar. El humo espesa más, parece un gigante que despierta y te toma por sorpresa. La casa se quema, mi historia se acaba.

IMÁGENES

En la oscuridad del silencio, en el bullicio del sufrimiento, en la tortura de la ausencia, en la incredulidad del hecho, en la humedad del sentimiento, en la fatalidad de la noticia. Me duele, claro que me duele. Ahora ya no te veo, solo te recuerdo, te imagino, con tus ojitos tan eternos, con tu caminar rápido, con el sonido de tu voz chillona. No te quisiste quedar más tiempo, te arrebataron de mi lado, se me congeló la calma, cómo te extraño.

Nadie creo que lo entendería; igual, no me importa. Perdí una estrella, mi estrella fugaz.

El insomnio me hace delirar. La noche se hace un mar tenebroso, iracundo, que carcome los minutos, las horas. Que provoca miles de ideas, que crea miles de formas. Las mil y una vueltas en la cama, devorado por el calor, devorado por tu carne, por tus labios. Pero son solamente reflejos de una realidad que no termina de cuajar en mi historia. Cuando creo que ya te has ido, doy la vuelta para que no me duela el cuello y te apareces como un fantasma, con un grito que es solo para mí, que nadie más oye, que nadie más se atrevería a escuchar. Las luces del horizonte dibujan caminitos de incertidumbre, que no sé adónde llegan ni sé hacia dónde van.

Pero sería un error quedarse aquí detenido, porque incluso el agua de los ríos no es la misma jamás.

La pasión crispa mis nervios. Estoy que reviento. Debo tenerte, debo ser parte de ti, aunque sea un momento. Detenerme en tu piel de fuego, en tu cuello de vértigo, en tu vientre de fantasía. Estás frente a mí, con tu perversión hecha sonrisa, con un imán como mirada, con dos razones para perderme entre tus brazos. Haces que mis labios viajen hacia al sur, en un jet para llegar más rápido, y la daga de mi boca te encuentra perfecta, y recorro el laberinto que no me terminas de explicar. Quiero hablar y no me dejas, me ahogas en ti; estoy indefenso, pero me aferro a ti clavando mis uñas en el ocaso de tu carne. Estoy loco, estás loca.

Última modificación Domingo, 17 Marzo 2024 11:22
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