Gabriel Lepe

Capítulo 3: Turbio Pascual

Tercer capítulo de una secuencia no lineal

Es de noche. Toco la guitarra, me siento encandilado y un tanto “coqueto”, luego de una cerveza tras otra. Las mismas chingadas canciones que tanto le fascinan al público… ido en remordimientos, tabaco, cerveza, y vagos intentos de olvidar sensaciones y memorias, mientras se sumergen en este ciclo de práctica social; es realmente deprimente. He adquirido un repudio a este repertorio, salvo a las canciones originales de mi banda, incluyendo dos o tres versiones de algunas canciones de antaño, ahora modernizadas. El resto de canciones se categorizan así:

  • Canciones de quinceañer@s ardid@s por un amor, al cual llegaron muy inmadur@s en su momento (‘Rock nacional’, en pocas palabras)
  • Las rolas más postpubertas y preadultas de Timbiriche.
  • Versiones más recientes de canciones de Cristian Castro, Hombres G y Miguel Mateo.
  • Las neumáticas cumbias eternas. Bailables y fáciles de tocar. Tan fáciles, que podrías adivinarla en tan sólo una vuelta. Luego, otras diez vueltas más, y “¡Chan-Chaan!”

A veces suelo simpatizar con algunas prostitutas, cuando relatan cómo su consciencia se escapa de su experiencia durante algunos intercambios entre valores y mercancía. Yo también suelo largarme de ese antro en alma, comienzo a redondear entre mis frustraciones y antojos, mientras mi memoria física cambia la posición de mis dedos entre acorde y acorde.

¡Ah, cierto, ahora me toca el solo de guitarra! No importa, hago lo que quiera. Total, a menos que entre esta partida de bolos se encuentre Eric Clapton, sus opiniones de mierda me valen tres gorros.

Bueno, ya suficiente queje y queje. De igual manera, me capitalizo con una pequeña paga y un gran cargo de bebida gratuita. Aunque esta bebida gratuita tiene un límite (dependiendo de la satisfacción del dueño o capataz, o bien dicho, ‘gerente’ del antro), nuestros amigos ‘chiveros’ ya tenían un tremendo contingente de estimulantes (licor, drogas, tabaco y una que otro ‘culantro’ por allí), adquiridos previo al ‘toquesín’.

¡Ya, puta, por fin! Guardo la púa, seco las cuerdas, guardo la guitarra en su estuche, desconecto todo, cables y pedales a la maleta, cargo todo y me dirijo hacia mi carro. Me detengo a felicitar al resto de integrantes o bien, para saludar a algunos amigos. Ya es la una de la madrugada, y todo está guardado. ¡Listo! Ahora bien, cuento mi dinero, los cigarros restantes en la cajetilla y me dirijo hacia la panelita de los chiveros. ¡Ya estamos en algo, enhorabuena!

Haré una breve pausa: hasta aquí, todo normal, una noche de toque cualquiera. El teléfono suena, es raro recibir llamadas a esta hora. Y pues, a menos que mis ojos, anteojos y pantalla de celular me mintieran, la llamada proviene de Turbio Pascual.

Todos tenemos un amigo turbio, una oveja negra, cafre, basura, pero, por algún motivo, y de modo quizás temporal, hay un enlace que mantiene la relación amistosa activa. Yo no soy ningún angelito, pero tampoco soy chinche. Me he encontrado en situaciones bastante precarias, más allá de la desobediencia y el vandalismo. Pero algo me hizo “¡clic!” en la música, y “¡crack!” en mi deseo de aventura traviesa. Terminé con casi todas esas relaciones de entonces, excepto la de Turbio. Fuimos “Brothers” en una etapa de nuestras vidas.

Turbio es un caso de estudio. Él era tanto pilas como peligroso, impredecible y bélico. Si algo positivo tenía, aparte del hecho de contar con su amistad en aquel entonces, era que tenía una mano divina para “Cagarla” y salir limpio, y ocasionalmente en superhábit. Eran groseras esas vueltas con mi compadre “Turbini”, y un cacho antes de contestar, para no entorpecer al cuerpo con miedo, me situé dentro de mis reflejos y contesté el teléfono, con buena actitud.

Y exclamo al celular: «Q ishe mi commmpadre, Tuuurrrrbioooo!»

Lo que escucho es una voz en total asintonía  con las vibras que yo me jugaba durante el after-party. Fuerte y cortante:

 

«¡¿Dónde estás?!»

«Estee,.. Carretera, vois?»

«Serote, véngame a traer.»

«¡Puta! ¿Y dónde estás vos?»

«Más arriba, Barberena. ¡Viivo, seró-tee! Véngame a traer, de wán (‘one’).»

«Va, mandame ubicación.»

 

Era justo en Pollo Campero, donde solía tomarla un par de veces, cuando visitaba a familiares. Ya, ya sé dónde es. Fijo hay algodón. La neta, me intriga... Me despido de la mara, la neta que están maleados, pero me vale re-versh... Igual, ya todo está guardado.

Manejo sobre la CA-1. Ya casi termina Fraijanes, y observo el retén en la vía contraria. Detengo mi cuerpo de asustarse, con un poco más del trago a mano. Me percato también del culito de chela. Tiro todo por la ventana. No tengo porro, ni moña, todo fresh. No tomé tanto, pero ya me ruge.

Es difícil no escuchar la voz de tu consciencia, pero con los malos hábitos adecuados, puedes cagarte en todo lo que quieras. Aún así, es inevitable preguntarse: ¿Qué tendrá Turbio? ¿A qué nos metemos ahora? Ya hay retén, espero que no se le ocurra nada estúpido. Pero, ¿Desde cuándo Turbio se ha medido? A huevos, será una mierda imbécil, lo sé. Aaunquee... Nunca perdí con aquel, no sé si todavía nos la jugamos. ¡Puta! Y este carro a nombre de mi mamá, también se va al Botrán con-Miguelito (ambos podríamos parar en la cárcel).

Entro a Barberena. Puta, ya la sentí lejos. Acercándome al P.C., Observo el bulto en la sombra, que al acercarse se torna en un hombre erguido. Es “Turbi”, con una bolsa Negra de Jardín. Se acerca, caminando a gran velocidad, como si él se encontrara a punto de cagarse parado. Abro la puerta, y Turbio tira la bolsa negra hacia atrás. Aaah, de inmediato. La paleta y enmascaramiento de aromas; todos provenientes de una marihuana fresca y recién cortada.

Es mota, un talego de marihuana fresca. ¿Vamos a llevar ésta gran bolsa de marihuana y enconchada, y la pasamos justo enfrente de la tira que está en el retén de regreso? No hay camino por las minas para salir a Mataquescuintla, y llegar a San José Pinula; están todas hechas mierda. Nop, solo queda el regreso por CA-1. Bueno,.. Por lo menos intentaré comunicarlo:

 

«¿Qué cargás?»

«Hágale huevos.»

«¡Puta Turbio!, ¿Usté sabe que hay tira más adelante? ¿Si sabe?»

Turbio intenta no acongojarse, pero poco a poco es inevitable. Exclama:

«¡A la verga, sho!»

«Turbio... si pasamos, nos paran. Dos hombres, una gran bolsa negra en la parte de atrás-»

 

Al momento que escucha eso, se voltea hacia el asiento de atrás, y comienza a esconder la bolsa dentro de mi amplificador. Indignado, replico:

 

«Tsk, ¡No sea pendejo Turbio, esa mierda a-pess-ta! Todo el puto carro apesta, ¿A quién putas cree que engaña? ¡Aparte de usted...!»

«¡Péleme la verga! Igual, si quiere la tiro y ya sho, ya me pela la verga... ¡¡PUTA!!»

 

Mejor me quedo callado. No le daré hojarasca a la chispa, no es inteligente.

No soy negociador. Nunca negocié, pero recuerdo el proceso básico de mordida. Si nos paran, es la bolsa, y Milky (Q1,500). Si en caso pasa la bolsa, se cobra el riesgo de mordida, y en adición, una taja de la encomienda. Y sólo porque es este serote, me la juego. Ahorita me la rifo pues, si gano, no está tan mal. Me dirijo otra vez a Turbio:

«Va, negociemos pues... ¿Cuánto hay por pasarla?»

Turbio hizo una cara de angustia.

***

Bueno, dejo la trama por aquí un ratito. ¿Gustan de saber cómo paró la bolsa con nosotros? Es casi fascinante, verán:

Turbio tenía deudas por doquier, pero ya estaba su sembradero listo para cosechar. Lastimosamente, su compañía consistía de dos compinches, que a la vez, se encontraban en riña por un culantro. ¿Estúpido? ¡Claro! En estos ámbitos, no hay longevidad con las cabezas calientes.

Tener esa variable como constante en un operativo, lleva a que en algún momento, los dos compadres se pelarán el cuete. Si todo va en picada, se matarán, por una mujer que probablemente en ese mismo momento, en algún otro lado del pueblo, le estará chupando el pito a un tercer y/o cuarto compadre, solo para quedar bien con él (o ellos), debido a la modesta invitación que le dieron (un par de litros de chela, cigarros, y un par de líneas de perico). Pero bueno, ese parece ser el precio de la ‘pendejez’.

Al momento en el que ellos llegaron al sembradero en el pickup de Compadre A, todos se bajaron, y comenzaron a chapear con machetes. Cosechar mota es un parto. Es como quitarle el hueso a un Pitbull. Lo tienes que hacer, como si toda la unidad antinarcóticos estuviera a punto de llegar a cualquier momento. No tienes lujo de detenerte y “oler las flores”. Adrenalina corre y te duerme el pensar por un momento.

Durante la chapeada, Turbio escuchaba a Compadre A discutiendo con Compadre B, en su propio caló, un verbatim pasivo-agresivo, pero desconocido:

 

Compadre A: «Mejor me regreso al pickup, y lléneme mi bolsa.» Esto lo dijo de la manera más cínica posible, la cual fue detectada por B.

Compadre B: «¿Aah, si? Pues aquí están las llaves, mire...» Compadre B Saca su pistola y apunta directo a la cabeza del Compadre A.

A: «Aah, ¡Qué boni-taas! Yo también tengo llaves, ¡Mire!» Desenfundó la suya, apuntándole justo en la cara.

 

Turbio, de espaldas a la riña que sucedía mientras chapeaba, no lograba conjeturar una puta idea lógica de esa conversación. Solo pensaba, “¿Qué putas con tanta llave?”, hasta que volteó a presenciarlo. De un brinco, Turbio desenfundó su pieza (Huevo de Pascua: Turbio también iba armado durante la vuelta, doble metida de Coyol, ¡Lástima que eso no lo cobré!):

Turbio Exclamó: «¡Bueno!, ¡¿Y aquí qué putas está pasando?! ¡Sigan chapeando, mierdas!»

Compadre A enfunda su cuete de vuelta. Por lo mínimo, no se mataron. Lo último dicho por su parte fue: «¡Ay ven qué putas ustedes!». Se subió a su pickup, y se largó del lugar con su bolsa. Turbio, agitado, decidió por amarrar su bolsa negra, y marcharse a trote. Esta misión comenzaba a desmoronarse.

El terreno estaba lejos de la carretera, pero Turbio y el compadre restante lograron llegar a ella sin problemas. Una vez que se observaba la carretera, otro pickup se acercó a ellos. Turbio le preguntó a Compadre B:

«¿Y entonces qué piensa hacer?» Compadre B le exclamó, sin tan solo voltear: «¿Yo? Irme a la verga.»

Abrieron la puerta, y lo dejaron entrar. Compadre B había predicho la reacción de su compadre. Sabía que a él le gustaban las retiradas dramáticas. Por lo mismo, Compadre B tenía un plan bajo la manga: conseguir alguien que lo esperara en la carretera, para irse así con su taja. El pickup se marchó rápidamente.

He allí, “Turbix”, pisadísimo. Por alguna razón, pensó que yo estaba tocando cerca, y por corazonada (o desesperación... Sí, desesperación), Me llamó. Nunca había perdido conmigo. Ambos perdimos con otros, pero no juntos. ¿La cagábamos? Inevitablemente, pero salíamos del pedo y ganando.

Y con este contexto en mano, entiendan: Si no es la gana, es la ganancia. Tampoco se tira algo que te tomó tanto tiempo en realizar, el desapego no funciona con un bien que se vuelve un líquido instantáneo en el mercado negro. Y esta matocha, ya oliéndola, ¡Está increible! ¡Hay bonito billete, bonito, boni-too!

****

Ya está la tira a sólo siete minutos del camino, y según el mapa, no se ha retirado. Y Turbio me da su cifra final:

«Va, Milky y un cachorro (un poco de hierba), pero me va a dar tiempo, que tengo que moverla. Aquí sale más de una libreta...»

«Vivo.»

Me comienza a insultar con una sonrisa en la cara: «¡Maldito, basura, mierda!» Nos echamos a reír, tensos ante la situación.

Estamos a cuatro minutos del retén, y parece que la química sigue entre nosotros. Comienzan los grandes cachimbazos de agua. Una lluvia fuerte, que me obliga a poner las luces altas, y andar despacio. Si la lección es cierta, no debo temer. De lo contrario, andando lento solamente les facilitará nuestra detención. Por más machos que querramos aparentar junto a Turbio, nos tiembla el pulso, mientras cargamos los huevos en la garganta. Todo queda a manos de la lección, ¡Que ésta sea cierta!

Dos minutos. Permanecemos callados.

Un minuto. Los carros se aglomeran. ¿Acaso siguieron deteniendo? No lo sabemos, no se ve con claridad. Y de repente, se nos alegra el corazón, al ver esa dichosa escena: Toda la chonta, con su mala paga, malos ámbitos y hábitos, mal cuidados y pobremente alimentados, no se dignan en adquirir una pulmonía por hacer su deber. Mandaron todo a la mierda, y decidieron buscar los árboles y sus vehículos, para evitar ser mojados. “¡Pero hay lonas para la lluvia! ¿Por qué no las utilizan?” Que las “utilice” su madre, esas se usan para cadejear diplomáticos y agregados políticos.

La alegría que se siente era la misma de antes, comenzamos a reírnos, luego de dejar el retén atrás. Mientras me cuenta la historia de lo sucedido entre él y sus compis, saca un poco de la hierba fresca y forma una pelota de hashish tipo “Chara” y la fumamos durante el resto del camino. La taja de Moisés con la que me pagó fue el éxito social de los afters. De hecho, ¡Conseguí éxito en el ámbito de apareamiento ¡con un parín de lindas y ‘fumonas’ señoritas!

Ambos tuvimos un mayor cuidado luego de esa ocasión, la tomamos como la última de la magia. Ya no me volvió a llamar, y de igual modo, consiguió mejor gente para trabajar a su lado. Yo, en mi puta vida, lo vuelvo a realizar. Ya, ya se quemó.

Esa victoria no es normal, verán... En la selección artificial de la treta y travesura dentro de esta índole, cabe decir que cuando hay magia, las cosas suceden. La lección se manifestó, y ha sido gratificante con nosotros. Entonces, “La Lección”:

COCHE NO DETIENE A NADIE DURANTE LA LLUVIA

LOS LOBOS SÍ LO HARÁN,

PORQUE PARA ELLOS,

ES CACERÍA;

ELLOS VAN POR TI, Y TIRAN A MATAR.

PERO LOS COCHES,

PESE A LAS CIRCUNSTANCIAS,

Y AMPLIAMENTE POR LO GENERAL,

NO DETIENEN A NADA NI NADIE DURANTE LA LLUVIA.

Última modificación Viernes, 15 Noviembre 2024 14:16
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