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Abogados del narco (made in Guatemala)
Tengo 20 años en esto del periodismo y desde entonces, empecé a tener contacto con abogados que, de diferentes formas, se fueron ganando mi confianza o más bien me ofrecieron la suya. Así puedo decir que, de al menos uno de ellos, es difícil confiar.
Me compartían información valiosa para las notas que, de otra forma, a menos que haya estado metido en las situaciones, nunca hubiera podido tener acceso. Se convirtieron en esas gargantas profundas de Watergate, en mi versión: a la Tortrix.
Sin mencionar nombres o describirlos mucho, podría decir que comparten muchos rasgos, como la juventud, el haber crecido, sino en la pobreza en una situación económica diametralmente opuesta, a su situación actual.
Hoy, como presentación de este espacio, me centraré en dos.
Ahora, ambos conducen carros de lujo, blindados y último modelo, aunque empezaron a defender narcotraficantes de forma diferente.
Uno de ellos, oriundo de una de las regiones con mayor presencia del narcotráfico en Guatemala, empezó en el negocio, podríamos decirlo, por herencia familiar.
Digamos que ha sido abogado, indirecta o directamente, de varios extraditables y contado de su propia boca, asegura que les tiene más miedo a los políticos que a los narcos. La razón: un reconocido personaje político le hizo una mala pasada, que digamos, lo dejó vulnerable.
B cómo llamaré al abogado 1, es menos ostentoso que P, el abogado 2.
B, si bien ralla en los gustos de narco con camisas marca Piel de Toro, es más amable en su trato y no gusta de presumir lo bien que puede llegar a ganar un abogado de narcos.
En una de tantas reuniones, y sin presumir, B soltó lo que puede recibir un abogado de narco por liberar a alguno de los empleados o mulas -de drogas o dinero- que detienen las autoridades. US$50 mil, soltó así, a secas. Valor aparte es, claro está, liberar o simplemente acompañar el proceso de extradición de un jefe narco.
P por su parte, recuerda que en sus inicios un narco le ayudo a salir de sus deudas y confío en él para hacer los trabajos que necesitaba, saber sus limitaciones y cumplir. Lo tiene vivo, cuenta, antes de empezar a narrar la historia de un amigo que murió en manos de otro narco.
Una noche, con varias copas de vino entre pecho y espalda P se puso sentimental y narró como uno de sus mejores amigos "desapareció" por haber ofrecido lo que no podía cumplir.
El amigo recibió US$250 mil por cada uno de los cuatro empleados que tenía que liberar -la cifra, después de varias copas de vino puede ser inexacta, pero el desenlace es el mismo- me espetó.
El brother de P, después de varios intentos ante las autoridades, por liberar a los empleados del patrón, solo pudo garantizar la libertad de tres de ellos, sin embargo, para quien pagaba la música, cuatro eran cuatro y tres no servía de nada, cuatro son cuatro, no tres. Los narcos son absolutistas, no dan pie a concesiones.
El amigo de P ofreció devolver proporcionalmente lo pagado, es decir, una cuarta parte por no haber liberado al cuarto de los colaboradores, sin embargo, para el narco la devolución debía ser igual a lo pagado por dos de los empleados.
El entrañable amigo se había gastado la mayor parte del pago y solo tenía para devolver un pequeño porcentaje. “Con el narco no se juega, si le decís cuatro son cuatro, ni uno más, ni uno menos”.
Al poco tiempo, el amigo de P desapareció. No logró juntar lo que exigía el patrón como devolución, y recordemos que el narco nunca pierde. La casa en donde vivía la familia de este malogrado abogado sirvió para completar el pago de la deuda… al igual que un pequeño chalet que había comprado. La familia del entrañable amigo quedó en la calle, sin nada.
P me lo cuenta con tristeza, "no me gustaría que a mi familia le pasara algo así".
Las historias de ambos siguen paralelas a lo largo del trabajo de este Insider. En las próximas entregas que haré para Gonzo Gonzo seguirán cobrando vida, estas y otras fuentes que lindan en la ficción.
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