
- Burbuja Pop
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Acerca de Benito Manson y Brian Bunny
En todo lugar donde se presenta Bad Bunny circula esta broma: la delincuencia aumenta los días anteriores al concierto. Sus seguidores están desesperados por hacer el ajustón que les permita comprar su entrada. Los asaltos con pistola en mano se multiplican a cualquier hora del día y las extorsiones semanales presentan un recargo extra. El día del concierto se reducen los delitos cometidos en la ciudad y muchos lamentan que la Policía desperdicie la oportunidad de hacer redadas masivas entre el público para que se cumplan decenas de órdenes de arresto emitidas por los juzgados correspondientes, ya sea el viernes de la semana pasada o la década anterior.
Si un activista social critica la broma, diría que refleja una posición clasista y discriminatoria. Clasista al afirmarse que el seguidor promedio de Bad Bunny se encuentra entre los ladrones y los pandilleros que acechan a la ciudadanía honrada y trabajadora en las calles, los autobuses del transporte público, las tiendas, los puestos del mercado y los barrios marginales. Discriminatoria al descartarse que el aficionado a las canciones de Bad Bunny se encuentre entre los sectores pudientes de la sociedad con acceso a las mejores universidades privadas de Estados Unidos, viajes de compras a Miami cada fin de semana y boletos reservados con años de antelación para ver los clásicos del Real Madrid y el Barcelona en el Santiago Bernabeu y el Nou Camp.
Puntos de vista encontrados, Bad Bunny consigue su propósito: que la gente hable de él. No importa si lo cubren de insultos y lo denostan en las redes sociales: hace que nos fijemos en cómo se viste, cómo se peina y qué está haciendo. Reta a nuestra capacidad de asombro cuando admite que no sabe tocar ningún instrumento musical, compara el rechazo al reguetón con la homofobia y lo proclaman como el artista más revolucionario en lo que va del siglo XXI. El empaquetador Benito Martínez Ocasio conoce su oficio, el mismo que ejerció el periodista Brian Hugh Warner después de que mutara de gusano a mariposa.
La gente de cierta edad recuerda los rumores desatados acerca de Marilyn Manson cuando su álbum Antichrist Superstar alzó vuelo con sus alas repletas de costras hasta lo más alto de las listas de ventas. Muchos se creyeron el cuento de que era Josh Saviano, el mejor amigo de Fred Savage en Los años maravillosos. Otros se asquearon al enterarse que se hizo extraer dos de las costillas inferiores para ganar flexibilidad y no depender de nadie a la hora del sexo oral. Tampoco faltó quién pensó de veras que se sacó uno de los ojos para cambiarlo por un implante cibernético. Padres, maestros, curas, pastores y políticos denunciaron que era un tipo infestado de miles de demonios; el público se amontonaba en los conciertos mientras afuera se repartían biblias para arrebatarle almas al Enemigo.
Manson tenía sus propósitos bien definidos. En diálogo telefónico con el reportero Joan S. Luna, publicado el 1 de diciembre de 1996 en el portal electrónico mondosonoro.com, descartó la pronta caducidad de su grupo: «Lo dudo. Estamos en esto para convertirnos en la más grande banda de rock de toda América (sic) y trabajamos muy duro para que se cumpla al cien por cien». Consiguió su propósito: de 1996 a 2003 estuvo dando de qué hablar, masacre de Columbine de por medio, y sus entrevistas de la época merecen reunirse en un libro.
«Considerar a la gente extraña por su imagen o por la forma de comportarse no es algo que jamás haya ido conmigo… jamás», respondió cuando Luna le preguntó si alguna vez se planteó el hecho de que era una persona realmente extraña. «Es posible que mucha gente me odie por ello. Alguna gente lo odiará y a otros les gustará, pero lo importante es que todo el mundo hablará de ello».
Todo el mundo hablará de ello.
Se los vuelvo a repetir: «todo el mundo hablará de ello».
Bad Bunny, su asesor de imagen, su encargado de publicidad y el resto del equipo a su alrededor lo saben. Si Marilyn Manson se cortó el pelo, se lo tiñó de rojo y se implantó pechos para la portada del disco Mechanical Animals, Bad Bunny se pone una falda y muestra sus bíceps. Si Madonna le plantó un beso en la boca a Britney Spears y Christina Aguilera, Bad Bunny lo hace con uno de sus bailarines. Para subirlo al cuadrilátero de la World Wrestling Entertainment, lo involucran en rivalidad con The Miz, le conceden la faja de campeón 24/7 y consigue su participación en Wrestlemania 37 para disgusto de los aficionados al deporte-espectáculo. La marca se mueve, el nombre circula de teléfono en teléfono, nadie se queda indiferente.
La mariposa de Brian Hugh Warner terminó clavada en la pared. Todavía aletea para librarse del alfiler que la atraviesa, aunque sus fuerzas ya mermaron. Benito Martínez Ocasio sigue su recorrido por el continente americano e islas aledañas; incluso hará escala en Guatemala. Los une su procedencia geográfica: Marilyn Manson viene del estado de Florida y Bad Bunny del estado libre asociado de Puerto Rico. Ambas son antiguas posesiones españolas: la lengua castellana se fortalece en la Florida con la continua llegada de cubanos, venezolanos y nicaragüenses; resiste la impregnación del inglés en los alrededores del viejo San Juan, Ponce y Mayagüez. Están expuestas a la visita periódica de los huracanes y mejor no hablemos del calor que desespera a medio mundo entre julio y agosto. Algo tienen para que el death metal y el reguetón moren en sus territorios: provocan controversias y atraen a leales seguidores. Brian Hugh Warner y Benito Martínez Ocasio se encuentran, dan vueltas a su alrededor para contemplarse mejor y aceptan que son el mismo retrato, con ligeras variantes.
Al final, como lo cita cualquier comentarista del Eclesiastés, cada objeto tiene su tiempo de exposición bajo el sol y a todos les llega su hora.