Salomé Montenegro

Abrí mis ojos

Noches sin dormir con sus voces que buscaban llevarme al fin y todo por buscar ser perfecta.

Era finales de agosto de 2019. Me encontraba en el hospital. Mi cuerpo después de meses de someterse a estrés excesivo, por fin se liberó. Fueron las paredes blancas, el silencio escalofriante e incluso las luces tenues las que crearon un momento perfecto para romper en llanto.

Aún recuerdo ir en el asiento de copiloto. Sentía que mi cabeza iba a explotar y por un momento todo a mi alrededor paró. No podía moverme, me sentía atrapada en un túnel de tiempo. Los carros pasaron de moverse muy lento a moverse a una velocidad que era casi imposible distinguirlos. Escuchaba mi propia voz gritar, pedirle a mi mamá que me ayudara. Sin embargo, mis labios no se movían, tampoco lo hacía el resto de mi cuerpo. De mis ojos comenzaron a caer lágrimas, seguía sin poder decir o hacer algo.

Estaba allí sentada, yo solo lloraba, con una respiración que se aceleraba. Mi madre lo notó, intentaba hablarme, pero yo no escuchaba. Por un momento mi mundo se apagó, no recuerdo qué sucedió.

Abrí mis ojos y estaba allí, en el lugar de colores fríos, en una cama poco confortable, con un suero en mi brazo y mi hermana observándome. Estaba incómoda, pero me sentía mejor. No dije nada, me quedé atenta a que alguien hablara.

Un doctor se acercó a mí, me pidió que me levantara. Me hizo seguir una luz, caminar encima de una línea, demostrar que tenía equilibrio. Todo para luego decirme que acababa de vivir un ataque de pánico. Uno grave de verdad, no comprendí lo que eso significaba, al menos no en ese momento.

Regrese a mi cama, por alguna razón no sentía ganas de hablar. Todos salieron de la habitación. Me encontré sola y mi mente actuó tal galeria de fotos. Imágenes y videos venían a mi cabeza, mis ojos volvían a llorar. Fue hasta en ese momento que comprendí que por más de 5 años, esos pequeños momento que se sentían irreales, no eran solo cansancio o algo leve. Esos momento eran ataques de pánico de menor gravedad.

En mi mente comenzó una batalla, habían dos voces que se gritaban entre sí. Una le alegaba a la otra, le gritaba por su falta de sensatez. ¿Cómo era posible no darse cuenta? ¿acaso estaba loca?

Era como si la lluvia no cesara, pues de mis ojos no dejaba de salir lágrimas. Estaba hundida en mis pensamientos, tan concentrada en la lucha que había en mi mente que no note que la puerta de la habitación se abrió.

La voz dulce pero asustada de mi madre me sacó de mis pensamientos, el tacto de la mano de mi padre provocó que llorara con mayor intensidad. De mi boca solo salió un ¡perdón!. Ambos me abrazaron, me explicaron lo que sucedía, me intentaron convencer de que no había nada de malo conmigo.

Los escuche por horas, me pidieron que descansara que dejara atrás, todo el estres de clases, notas, clubes y grupos sociales. Dormir por horas, bueno con ayuda de un sedante.

El efecto de este paso, aún me sentía sin energía. El doctor llegó la mañana siguiente. Me hicieron pruebas y todo parecía estar bien. Me levanté nuevamente de la cama y mi mundo se volvió a paralizar, pero esta vez era diferente.

Mi cabeza se torció hacia la izquierda y no podía moverme. Mi cuello estaba duro. Todos se asustaron incluso el doctor, llamaron a las enfermeras, pidieron medicamentos nuevos y yo estaba parada sin poder moverme o hablar. De mí solo salió un suspiro y seguido a este un llanto descontrolado.

Las enfermeras entraron, me colocaron en un sillón que estaba en el rincón de la habitación. Nuevamente medicamentos entraban en mi cuerpo, los sedantes comenzaban a hacer efecto y mi mundo se apagó.

Desperté al siguiente día, mi hermana estaba a mi lado y sonrió al verme. ¿qué pasó? fue lo único que dije. Su sonrisa se convirtió en una mirada seria pero triste y solo dijo: fue un conato de derrame.

Esto era lo que me faltaba. Llevaba 3 días en el hospital y seguía sin mejorar. Horas más tarde el doctor apareció en mi habitación. Su mirada era fría y preocupante. Sin embargo, lo único que dijo fue que necesitaba estar en observación el resto de la semana y que me mantendrían sedada por al menos 2 días más.

Es lo último que recuerdo antes del día que por fin me dieron de alta. El día que por fin salí del hospital, entendí que todo lo que sucedió lo había provocado yo misma. El doctor me explicó que sobre esforcé y sobre estrecé mi cuerpo a un grado donde ya no aguantó más.

Antes de ese ataque, dormía entre 2-4 horas al día, no me alimentaba bien, vivía a base de café, emparedados y cigarrillos. Tardaba horas con tareas, documentales, textos y técnicas que mi carrera requería.

Lo que nunca hice fue tomarme el tiempo de ver adentro de mí, fui mi peor enemiga. Lo entendí tarde, pues hoy en día aún vivo con secuelas de lo sucedido. He aprendido a controlarlas, no siempre lo logro.

Semanas después mi vida volvía a ser normal, o eso aparentaba. Me llevaron con psicólogos y doctores. Estaba en constante observación, hacia examen tras examen. Fui diagnosticada con depresión en etapa 3 y ansiedad crónica.

Con las sesiones semanales y otro poco de exámenes descubrí que realmente he vivido con ataques de ansiedad, que venían conmigo desde muy pequeña. Tuve que hacer tantos cambios en mi vida.
Deje el cigarrillo, casi por completo. Comencé a dormir más, aunque a veces los ataques comienzan en el momento que estoy por cerrar los ojos. El café es mi mejor amigo solo que en menor cantidad.

Aún no puedo creer que por un instante estuve a punto de perderme. Apenas tenía 20 años y no supe controlarme. Dos años después, me trasladaron a el psiquiatra, descubrimos que mis neuronas son las verdaderas culpables de todo.

Mis neuronas trabajan más de lo que deben, lo que causa que mi mente no deje de trabajar y mi cuerpo se sobre esfuerce. Hoy tomo pastillas para evitar el sobre esfuerzo, pues si estas siguen normal hay un riesgo bastante alto de comenzar con pequeños ataques casi invisibles de convulsiones y que estas aumenten hasta matarme.

Cambie todos mis hábitos, cambie por completo. Hoy ya no doy por sentada mi vida.

(1 Vote)

Artículos relacionados

Deja un comentario

Asegúrate de ingresar todos los campos marcados con un asterisco (*). No se permite el ingreso de HTML.

  1. Lo más comentado
  2. Tendencias

ELECTRIC HEAD

...

Por Dr. Gonzo / IA

NIN: Clavos de nueve pulgadas

Aquellos jóvenes inconformes e insatisfechos.

Por Álvaro Sánchez

Ese miércoles infernal presencié un mila…

Historias insólitas de ciudad.

Por Gabriel Arana Fuentes

22 AÑOS...

...

Por Rubén Flores

next
prev