BELLEZA...
Intevención IA de "Fin de la jornada" de Jules Breton

BELLEZA...

...

TIEMPO PASADO...

Se sacudió la melena ensortijada que tenía, tomó un saco azul oscuro, se vio al espejo y supuso que la camisa celeste y el pantalón de lona acid wash quedaban muy bien.

Salió de casa y se subió a su moto. Se lanzó a la aventura como solía hacer desde cuando estudiaba magisterio.

Llegó a la reunión y se encontró con algunos de aquellos grandes cómplices de jornadas de aprendizaje. Ya nadie era el que fue en ese tiempo. Es más, nadie era ya lo que había sido una noche anterior.

Música para bailar, algo de bebidas fuertes para los aún suicidas y brebajes menos densos solo para acompañar la charla.

Unos reían, otros contaban sus anécdotas y los menos, sus achaques. Ya la vida pasaba factura. Un dolorcillo por aquí, uno por allá. También se recordaban de los que no estaban, por distancia o porque ya la vida se les había esfumado.

Las canas y la calvicie dominaban la postal, lo mismo que los surcos en la piel. 

Aquellos muchachos se trataban de reconocer en estos hombres de más de cincuenta. Un abrazo, la promesa de volver a reunirse. Sonrisas, seriedad, emoción y soledades se transpiraban en ese cónclave de graduados de maestros de primaria que poco ejercieron para hacerse en el devenir académico de otro título.

Se tomaron una selfie y dejaron grabados sus nombres en un libro que uno de tantos llevó.

Era este, quizá, el adiós para siempre de un grupo de cuates que sabía que no era necesario despedirse para sentir que así es la existencia. Todos se sentían renovados, cada quien revivió las bromas, los clavos, las andanzas, los sí y los no de aquellos años.

Se sintieron adolescentes de nuevo. Con eso es suficiente para intentar encarar otros cincuenta más.

 

0-0-0

BELLEZA...

A eso de las 4:30 de la mañana ya estaba montado en el bus que lo llevaba a la central de otra línea de transporte que le permitía acercarse lo más posible a su lugar de trabajo.

En esa oscuridad que estaba cerca de desfallecer, sus ojos se cerraban por momentos, tratando de dormir un poco más.

Imposible. Veía subir gente y más gente hasta que la "camio" se llenó, así que mejor se puso la mascarilla, si, esa que quedó como secuela de la pandemia más cercana en el tiempo vivida por los humanos.

Tras bajar de ese armatoste, caminó a paso ligero para llegar cuanto antes al otro bus. Pagó, hizo cola y logró meterse.

En el camino, por las grandes ventanas de vidrio miraba pasar carros, más carros, más carros. Motos, más motos, más motos.

Levantó un poco la mirada y se topó con algunos edificios en el horizonte. Subió un poco más y descubrió ese bello tono rosado del cielo que está por encenderse.

Tonalidades fantásticas pintadas por una mano invisible. Se quedó perplejo y respiró profundamente.

Se preguntó, cómo es posible que el humano no se maraville con ese espectáculo del amanecer, del canto de los pájaros, del movimiento de las hojas de los árboles cuando el viento se hace presente.

Cómo es posible que al humano lo dejen atónito un teléfono o un carro caro. Somos tan obtusos, al menos la mayoría, que terminamos siendo esclavos de cosas materiales que hoy están y mañana ya no.

Volvió a ver el cielo y este ya lucía un celeste y blanco cotidiano. Pensó y se prometió volver a disfrutar de aquella obra de arte la madrugada siguiente.

 

 

Última modificación Miércoles, 30 Octubre 2024 09:52
(0 Votos)

Deja un comentario

Asegúrate de ingresar todos los campos marcados con un asterisco (*). No se permite el ingreso de HTML.

  1. Lo más comentado
  2. Tendencias

El Hotel Overlook: 39 años después

0

Por José Fernando Rodríguez

Quiero dejar el nido

0

Por Julia Guzmán

No puedo, me dio Covid

0

Por San Pedro de Compostela

El vacío que Mickey 17 nos obliga a ver

Una película que se debe ver una vez en la vida.

Por Gabriel Arana Fuentes

Vi la saga Final Destination 25 años des…

No es la gran cosa, pero entretiene.

Por Gabriel Arana Fuentes

INTENSIDAD...

...

Por Rubén Flores

next
prev