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Es orgánico, pero apesta
Los recorridos por las calles del Centro Histórico se han popularizado en los últimos tiempos.
Desde los que organizan grupos culturales como “Píe de Lana” y “Guate a pata”, los que ofrecen las agencias de viajes y los que realiza la propia Municipalidad de Guatemala.
Todos tienen su interés y sin duda alguna, hay mucho que ver y aprender en ellos. Sin embargo, la experiencia de admirar la belleza de la variada arquitectura de la ciudad y la emoción de conocer detalles históricos relevantes y curiosos puede verse abruptamente interrumpida cuando cualquiera de los paseantes pisa alguna de las variadas muestras de heces fecales, que se esparcen por calles y avenidas.
No hay nada más efectivo para arrancarle la magia a los momentos de esparcimiento y aprendizaje que poner un pie sobre esa asquerosa realidad. Tener que lidiar con el asco y buscar la manera más rápida y efectiva de limpiarse los zapatos puede quitarle la atención a todo un grupo de turistas y echar por la borda el objetivo del paseo.
Al parecer ni los esfuerzos individuales de los vecinos ni las cuadrillas de limpieza municipales logran detener este mal que invade los espacios públicos. La peste a orina es otro factor que hace que quien decide caminar por las calles de la ciudad tenga que taparse la nariz y apresurar el paso en ciertos espacios.
Aunque este es un mal de la mayoría de ciudades, creo que aquí cobra sentido el dicho “Mal de muchos, consuelo de tontos”.
Ojalá que los próximos proyectos municipales incluyan prestarle atención a este factor que, sin lugar a duda, también entorpece el propósito de proyectar a la ciudad como un destino cultural y turístico.
Cuando se trata de excremento de perros, cuyos dueños sacan a pasear sin tener la consideración de levantar los desechos, la solución sería precisamente que exista más control sobre ellos y se impongan multas a los desconsiderados. Sin embargo, el mayor problema es lo que dejan no solo los perros callejeros, sino también los indigentes.
En cuanto a los humanos, urge la habilitación o restablecimiento de baños públicos gratuitos, los cuales deberían de estar debidamente, equipados y cuidados por seguridad municipal.
Los esfuerzos por la limpieza, que ahora deberán ser más firmes debido a la entrada en vigencia de los reglamentos de la Ley de Gestión de Residuos que obliga a la clasificación de la basura a partir del 11 de agosto, deberían de estar aunados a mejorar las condiciones de salubridad.
Aunque la ley se concentra, sobre todo, en fomentar el reciclaje de desechos inorgánicos, por el daño que estos producen al planeta, es necesario también, pensar en cómo la mala gestión de las heces puede fomentar enfermedades y por supuesto, degrada la calidad de vida de quienes habitan la ciudad y las experiencias turísticas y culturales de quienes la visitan.