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Luis Gabriel Franco

Vivencias y relatos vol. 1: Reírse de la fe

De pronto, te burlas de la gente que querés y no te das cuenta.


En ocasiones tengo momentos de meditación. Una desconexión total de la realidad física, más que un descanso, es un momento de reflexión.

Hace unos días me encontraba sentado en el comedor, junto a mi familia. Es costumbre hacer una pequeña oración antes de cada comida, se asigna al encargado y luego de unas cuantas palabras, comemos. Ese día, mi hermana tuvo la dicha de expresarse de manera religiosa. Yo estaba sentado junto a mi otro hermano mientras todo este rito se llevaba a cabo, nos burlamos un par de veces de lo que pasaba, sin darnos cuenta de que mi mamá nos veía de reojo.

Terminó todo, comenzamos a comer. De manera repentina y con un tono de furia se escucha que alguien dice ¿Por qué se estaban riendo? Levante la cabeza, era mi mamá la que nos había llamado la atención. Tuvimos el descaro de responder a este “regaño” de manera burlesca, mi mamá solo respondió y nos aconsejó diciendo; “No es bueno hacer burla de este tipo de cosas”.

Horas más tarde, llegó el tiempo de meditación del cual les mencioné. Estaba sentado, me levanté de golpe y me di cuenta de lo que había hecho. Me burlé de lo que mi mamá considera importante, eso hice. No me había dado cuenta de eso, me burlé de la manera en la que ella ve la religión y de cuán importante es para su vida. Seguí pensando, recordé que esa no ha sido la única ocasión.

Yo no soy una persona religiosa, es cierto que recibo misa, hago mis oraciones y todo eso, pero la mayoría del tiempo no lo hago a voluntad propia, siempre lo hago por complacer a mis padres. De manera repentina surgió la pregunta: ¿por qué será tan importante para ella? Nunca pensé en eso, de todos modos, el daño ya estaba hecho. Cuantas veces no me burlé en medio de alguna oración, dije alguna blasfemia o maltraté sus creencias, ¿de verdad fui tan estúpido? No podía creerlo.

Seguía pensando

— ­ ¡Puta, que cagada! — lo solté sin pensar

Ahí fue cuando comprendí, mi mamá también tiene esos momentos de meditación. Suena estúpido e ilógico que nunca haya pensado eso, siempre lo tuve frente a mí y no me había dado cuenta. Lo que para mí era una simple oración, para ella era paz, tranquilidad. Nunca vi más allá de la religión, por más que no sea de mi agrado, veo que sí lo es para otras personas. Para mi mamá es un momento de desahogo, ese momento en donde uno habla consigo mismo y no trata de pensar en nada más.

Entendí su enojo, nunca algo había sido tan claro. Pensar que maltraté, lo que ella utiliza como método de reflexión, me hace ver lo equivocado que estaba. No es tan simple como adorar a un Dios, es más que eso. Es buscar el camino a la paz íntima. Mientras yo lo buscaba en cosas tan simples como: la escritura o la música, ella lo hacía por medio de oraciones, que para mi no significaban nada, para ella era su momento de tranquilidad.

Luego de pensar en todo lo que había dicho me relajé, vi por la ventana, el cielo se había oscurecido, era de noche. Me llaman para cenar, me siento junto a mi hermano de nuevo. Es mi turno de hacer la oración, todo fue distinto, esa oración fue distinta.

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