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Cerati
Hay canciones que nos remiten inmediatamente a un tiempo que hemos idealizado debido a la nostalgia.
Una música que nos transfiere a la intensidad que tienen los jóvenes para estar en el mundo. Hay ritmos que nos despiertan siempre, que nos acompañan entre las tardes y las camas, que nos recuerdan la fuerza y la turbulencia que hemos tenido. Hace ya un año que murió Gustavo Adrián Cerati, y pensar en ello da tristeza. Es sentirse un poco más solo en el mundo, para alguien que, como yo, vio irrumpir sus canciones entre las noches plagadas de sueños despiertos en que nos ingeniamos la vida. Significa también recobrar una época donde todo estaba por construirse, y donde las puertas y las ventanas permanecían abiertas. Es recordar los discos de Soda Stereo, en un rock pegajoso escrito con visos poéticos y en nuestra lengua.
Me cuesta mucho hacer un balance estético de su obra, ubicarlo en la historia de la música en español, darle un justo puesto dentro del canon, sobre todo porque autores como él nos ganan por su fuerza y por su importancia en nuestras vidas, no por sus prodigios técnicos ni por sus hallazgos formales. ¡Cuántas historias, cuántas fiestas, cuántos bares, cuántos desengaños, cuántos proyectos tuvieron como fondo aquellas incandescencias que provenían de las canciones de Soda, luego de Cerati, luego de su recuerdo! Habrá, seguramente, gente a la que no le guste su música. Eso es natural y necesario.
Pero hay una generación que le debe a Cerati el trasfondo de su juventud, una pulcra manera de hacer canciones, un ojo siempre abierto a la mirada y la disolución. En sus palabras encontraron sus propias palabras, en sus ritmos construyeron sus íntimos aullidos. Eran jóvenes entonces, y lo siguen siendo cuando vuelven a escuchar esa música ligera. Ya no volverá Cerati. Jamás lo veremos nuevamente sobre un escenario. De hecho, comenzó a morir al bajarse de uno, en aquel ya lejano 2010 en que su vida intensa le pasó factura. Pero eso no es lo que importa. Habrá siempre un lago en el cielo desde donde contemplar ese panorama interior que llamamos la ciudad de la furia. Habrá temblores en que dormir hasta que alguien nos despierte. Y siempre despertaremos queriendo soñarla.
Como ven, quería hablar de Gustavo Cerati, de su importancia musical, y terminé hablando un poco sobre todos nosotros, los de entonces, los de aquel tiempo lleno de quimeras y de espléndidos charcos debajo de las lluvias. Si para algo sirve la música es para dotarnos de una identidad entre los puertos y las muertes. Gracias, Cerati, gracias totales.
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