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Hombre que toca fondo ¿sale? 

Hombre que toca fondo ¿sale? 

Esta es la segunda entrega acerca de tocar fondo. La versión escrita por mujeres (acá por si no la leíste) es un contexto generacional que explica nuestra época que deja mucho aprendizaje. Esta publicación dirá si con los hombres ocurre lo mismo.

El orden de las cartas responde al momento en que fueron recibidas, gracias a los nueve autores por responder a la invitación:

  1. ¿Me contarías la vez que considerás que realmente llegaste al punto de no retorno?
  2. ¿Qué eventos o circunstancias te llevaron a esa situación y cómo te diste cuenta de que habías llegado a ese punto?
  3. Después de darte cuenta de que habías tocado fondo, ¿qué cambios realizaste en tu vida y en tu perspectiva sobre vos mismo y sobre la vida en general?
  4. ¿Dirías que luego de eso ya no sos el mismo?
  5. ¿Qué crees que esta experiencia dice sobre ser hombre y cómo influyó en tu concepto de masculinidad? 
  6. ¿Un hombre se puede conocer a sí mismo sin este tipo de experiencias?

Acá las respuestas:

“Sería feliz de prolongar mi zona de confort y seguridad tanto como pudiera”
José Godoy, 46 años, corrector. 

Más que tocar fondo, me he aferrado a mi zona de confort y seguridad que aún me permite la compra de libros y discos cada quincena. Hemos visto ese meme en el que sale el perro grandote representando al abuelo que preñó a 20 mujeres, construyó tres casas y consiguió su gran terreno con los ingresos de la época, y abajo se muestra al perro chiquito que nos representa, sin hijos y sin propiedades. Todos mis bienes materiales se reducen a mi colección de discos, mis libros y mis cómics (la ropa y los zapatos no cuentan). Sólo manejo bicicleta, aún vivo donde viven mis padres que ya son septuagenarios, carezco de toda habilidad manual. No me atrevo a ver al fondo del abismo y me defiendo con una de las frases de Ringo Starr, "tomorrow never knows".

En cuanto al concepto de masculinidad, mi generación creció con esos estigmas: el hombre duro, proveedor, cero lágrimas ante el dolor. Si se es hombre de verdad, hay que plantarle cara a la adversidad. No sé si tenga el valor para afrontar esos momentos, y más aún en épocas tan hostiles como esta, donde gente extraña invade tu espacio vital y no tienen ni un gesto civilizado para el prójimo (ahí entran mis queridos motoristas y mecánicos de talleres instalados en la calle).

Considero que no hace falta tocar fondo para conocerse a sí mismo. Me suena como a revelación, ya vi la luz, acepto el bautismo. A cierta edad ya se conocen las fortalezas y las debilidades. Sería feliz de prolongar mi zona de confort y seguridad tanto como pudiera. Y de salir a la calle, contar con un campo de fuerza para repeler al enemigo.

"Los hombres no podemos hablar con cualquier persona o casi nadie de nuestras emociones"
José Gómez, 40 años, ingeniero civil

Sí, cuando me di cuenta que mi vida se basaba en trabajar y sentirme como una maquina que produce dinero y no es visto más que como eso.Me senti vacio, que no servía para nada más y que no valia más que por eso como hombre.

Pero me di cuenta de mi valor como ser humano, que puedo sentir y tener emociones que son normales, que la sociedad te hace pensar que por se hombre no se puede sentir tristeza o llorar para liberar.

Definitivmante ya no soy el mismo, logre salir de allí a base de "cocowash", madurez y enfoque, me permitió balancear mis emociones el hecho de tocar fondo, veo la vida de otra manera y me veo como un ser humano completo.

Pero llegar a ese púnto me dice que los hombres no podemos hablar con cualquier persona o casi nadie de nuestras emociones, que tenia que callar para no verme menos masculino, pero que la verdad no esa asi.

Definitivamente un hombre o cualquier ser humano se va a descubrir a traves de cualquier situacion dificil, porque lo ayuda a medir su resilencia.

“ Dejé de manotear en el agua. Acepté que mi queja no arreglaría nada”.
Juan Carlos Ramírez, 46 años, comunicador

Primero quiero dar contexto. Tocar fondo es relativo. Puedo definirlo como quedarte en la calle, sin el mínimo material para sobrevivir, enviciado con algo (no solo sustancias) y destruido mentalmente. A ese nivel no he estado, pero te contaré dos momentos de punto de inflexión, aunque no terminan siendo dramáticos, pero fueron mis momentos. De párvulos, si querés, pero son los míos ? No incluiré los duelos, porque los considero en una categoría diferente.

La primera vez de gran agobio fue cuando decidí no seguir estudiando en la universidad, lo que deseaban en la casa familiar. Para la casa era importante, pero decidí hacer otra cosa y eso implicó trabajar en otra profesión de la que había estudiado; también sueño de la casa. La segunda duratela pandemia. Fueron pensamientos suicidas.
No había retorno de ese deseo de que todo se acabara. Yo me había fallado, les había fallado. Estar sin trabajo, viviendo en la casa de mis padres y sin poder aportar. Vivimos de los ahorros de mi papá. Luego él enfermó, mi mamá se cayó y fracturó una mano. No tener trabajo en ese momento había sido culpa mía por haber rechazado un trabajo bueno en ingresos pero que no me satisfacía. Morir era la opción, pero no concreté la idea.

En la experiencia del agobio de joven supe que tenía que resolver y lo hice solo. Fue un error, pero pensé que así lo tenía que hacer. Busqué otro trabajo y seguí la otra carrera para demostrar que mi apuesta era la buena. Con la pandemia, dejé de quejarme. Escuché otras voces en programas y cosas así. Dejé de manotear en el agua. Acepté que mi queja no arreglaría nada. Y aunque no supiera cómo resolver, ya vendría algo. Comencé a ver que era muy vulnerable.

Después de esos momentos ya no soy el mismo. En la primera era joven. Cambiaron mis hábitos, personas y modo de ver la vida pero en lo funcional. Tras lo de pandemia me di cuenta que siempre sí tenía derecho a pensar en suicidarme, que era válido, pero que hay algo más por hacer para postergar o dejar la opción por un lado. No soy el mismo, pero tampoco soy iluminado.

Ambas experiencias influyeron, pero lo veo hasta ahora. Desde entonces entiendo que es un error resolver las cosas solo. Como hombre está la idea de que “solo uno tiene que ver cómo resuelve”... hay mucho orgullo de por medio.

El conocimiento que uno acumula puede ser superficial y profundo. Igual es el conocimiento personal. Es como un teléfono. Si solo es para redes y audiovisuales, lo conocés y usas y estás bien con eso. No te pedís más. Si no tenés compu, pero sí atender otras necesidades, tenés que aprenderles más cosas a tu teléfono y lo optimizás. El conocimiento puede ir en función de lo que deseás. A más necesidad, más experiencia y más conocimiento.

“Vos le llamas punto de no retorno yo lo considero madurar”.
Diego Morales, 42 años, se desempeña en Seguridad y Salud laboral 

Considero que nunca he llegado al extremo del punto de no retorno. Aunque algunos llegan debido a una combinación de factores personales y contextuales, no es una necesidad universal para todos. Cada persona tiene una trayectoria única y las herramientas necesarias para crecer y madurar pueden variar ampliamente.

Tampoco creo que sea necesario tocar fondo para realizar cambios significativos en la vida y en el desarrollo personal. Aunque algunas personas experimentan transformaciones profundas después de enfrentarse a situaciones extremas, otras logramos cambios positivos a través de la reflexión consciente, el aprendizaje continuo y la acción deliberada. Yo creo que es un proceso natural de crecer aunque algunos nos toma más tiempo que otros ?.

Algunas de las circunstancias que me llevaron a hacer cambios en mi vida yo creo que fueron: Moverme a un país nuevo donde yo no hablaba el idioma; enlistarme en las fuerzas armadas y tener una familia, hijos, esposa, etc. 

Una mudanza a un país donde no hablas el idioma puede ser una experiencia que contribuye significativamente a la madurez personal. Este tipo de cambio de vida puede presentar una serie de desafíos y oportunidades que fomentan el crecimiento y desarrollo personal. Adaptabilidad y Resiliencia: Vivir en un entorno donde no hablas el idioma requiere una gran adaptabilidad.

La experiencia en el servicio militar contribuyó significativamente en mi madurez personal. El entorno militar proporciona una estructura y una serie de desafíos que pueden acelerar el desarrollo de diversas habilidades y cualidades que son esenciales para la madurez. Disciplina, responsabilidad, trabajo en equipo, liderazgo, manejar el estrés en diferentes situaciones. Sin embargo, es importante recordar que la madurez es un proceso continuo y puede ser influenciada por una variedad de experiencias y contextos, tanto dentro como fuera del ámbito militar.

El tener una familia, hijos y una esposa a menudo actúa como un catalizador para la madurez y puede llevar a cambios significativos en la vida de una persona. Estas responsabilidades tienden a requerir un mayor grado de compromiso, responsabilidad y adaptación, lo que puede influenciar en la manera en que una persona vive y toma decisiones.

Vos le llamas punto de no retorno yo lo considero madurar. A menudo implica una transformación significativa en la forma de pensar, actuar y percibir el mundo. Aunque seguís siendo la misma persona en esencia, la madurez trae consigo cambios profundos que pueden alterar muchos aspectos de tu personalidad y comportamiento. A medida que maduras, tus prioridades y perspectivas sobre la vida pueden cambiar. Lo que una vez fue importante para vos puede parecer menos relevante, y puedes enfocarte más en objetivos a largo plazo y en relaciones significativas. Entonces a lo que voy es que vas creciendo y madurando cosas que eran importantes cuando tenías 18 ya no lo son cuando tenés 40. Aprendés a considerar las consecuencias a largo plazo de tus acciones y a tomar decisiones basadas en la experiencia y la sabiduría adquirida.

A mis 42 años, puedo ver mis cambios y crecimientos de cuando era un adolecente. A lo largo de los mis años, he acumulado una gran cantidad de experiencias que han moldeado mi vida y perspectiva. Esto incluye experiencias laborales, educativas, relaciones personales y situaciones desafiantes. A mis 42 años, tengo responsabilidades que no tenía a los 18, como una familia, una carrera establecida, y obligaciones financieras. Estas responsabilidades requieren un mayor grado de madurez y compromiso.

Las experiencias personales influyen en tu identidad como hombre. Estas experiencias abarcan una amplia gama de aspectos de la vida, y cada una contribuye a moldear tu comprensión de lo que significa ser hombre. La forma en que fuiste criado y educado tiene un impacto considerable. Las expectativas y enseñanzas de tus padres, maestros y figuras de autoridad influyen en tu comprensión de los roles de género. La cultura y la sociedad en las que vivimos juegan un papel crucial. Los medios de comunicación, las normas sociales y las expectativas culturales influyen en nuestro concepto de masculinidad y en cómo nos comportamos como hombres.

Un hombre puede conocerse a sí mismo sin necesariamente pasar por experiencias difíciles. Si bien los desafíos y las adversidades pueden proporcionar oportunidades para el crecimiento personal y la auto-reflexión, no son los únicos caminos hacia el autoconocimiento. Tomarse el tiempo para reflexionar sobre tus valores, creencias, fortalezas, debilidades y metas puede proporcionar una comprensión profunda de quién sos. Aprender de los comentarios y observaciones de familiares, amigos cercanos y mentores puede ofrecer perspectivas valiosas sobre tu personalidad y comportamiento. Establecer metas personales y buscar continuamente nuevas oportunidades de aprendizaje y desarrollo puede impulsar tu crecimiento personal y autoconocimiento. Si bien las experiencias difíciles pueden ser transformadoras, el autoconocimiento también se puede alcanzar a través de la autoexploración consciente y el aprendizaje continuo. Es importante ser consciente de uno mismo y estar dispuesto a crecer y evolucionar a lo largo de la vida, independientemente de las circunstancias externas.

“A diario lucho para no cometer de nuevo estos errores”.
Juan Sagastume, 39 años, comunicador

El detonante fue una fiesta navideña que me dio mucha alegría y me provocó euforia, que mezclada con alcohol me llevó a tocar fondo en 2023, creí haber superado las épocas de beber hasta el extremo de perder la memoria. Sin embargo, en una fiesta navideña, hice cosas que nunca haría, al punto de ser una burla al día siguiente. Mi mecanismo de defensa fue unirme a las burlas hacia mí, pero al estar solo reflexionaba sobre mis acciones. 

Actualmente, llevo medio año sin emborracharme, y claro que he tomado algunos tragos, pero al sentir que empiezo a embriagarme, dejo de consumir. Creo que esta ha sido la situación más complicada a la que me he enfrentado y que a diario lucho para no cometer de nuevo estos errores. 

Considero que llegué a ese punto porque atravesaba por una depresión. Pensaba que había superado esos días de borracheras, y hasta había empezado a salir a caminar por las mañanas. Pero a mediados de ese año sufrí un asalto. Me apuntaron con una pistola y desde ese momento tenía miedo salir a la calle, pues sentía que en cualquier momento me podría asaltar de nuevo. 

Después del evento navideño, me mentalicé en no volver a hacer estas acciones. He estado en eventos en los que obviamente hay licor, pero he logrado pasar la prueba. También trato de hacer otras actividades como salir a caminar todas las mañanas y al ver ciertos cambios físicos, me motivan a continuar con esa rutina, que también mejora mi salud.

Sé que podría volver a caer, pero me mentalizó en que mis acciones pueden repercutir en la salud, como en el ámbito laboral, social y familiar. Ser hombre es saber tomar decisiones acertadas y analizadas que te puedan llevar a tu objetivo sin afectar a otras personas. Creo que ha cultivado mi masculinidad, siendo empático con otras personas. Ser hombre es saber convivir con todas las ideas, creencias, orientaciones, preferencias de las demás personas. 

Pienso que un hombre se puede conocer a sí mismo sin este tipo de experiencias toda vez que pueda recibir consejos y recomendaciones de otros hombres con mayor experiencia sobre las consecuencias que tienen malas decisiones.

“Después de eso ya no fui el mismo. Deje de ser un Niño prácticamente”.
Luis Franco, 22 años, Director y productor de videos

Hasta el momento existen dos ocasiones en donde he tocado fondo. La primera fue en el primer año de universidad, al darme cuenta de que yo era el único que velaba por mi vida y nadie más lo iba a hacer. Me di cuenta de que si no hacía nada para conseguir dinero -en ese momento lo consideraba así- iba a fracasar y a convertirme en un inútil. El segundo fue cuando me di cuenta de que las personas te fallan, en concreto las más cercanas. No importa si son familia, amigos o relaciones, siempre terminan fallando. Nadie vela por los demás, y cuando realmente lo hacen es porque quieren algo.

La primera situación ocurrió debido a que mis papás ya no podían pagarme la universidad y si yo no buscaba ingresos no estudiaría nunca más. La segunda ocurre con los que consideran: “mis mejores amigos y el amor de mi vida -en ese entonces- ". Fue la primera vez que experimenté cómo alguien podía ser desleal así de fácil. Ambos me abandonaron tan rápido y fácil que no lo podía entender.

Luego de haber pasado por esto empecé a mejorar tanto en mi amor propio, como en mi visión de ver el mundo. Empecé a comprar las cosas que me gustan, a hacer lo que me gusta. Dejé de creer en las cosas malas que dicen sobre mí, ya no les tomaba importancia. La vida se tornó en modo "adulto" y ya me interesaba lograr otro tipo de cosas.

Después de eso ya no fui el mismo. Deje de ser un Niño, prácticamente. Creo que estaba muy acomodado a ello. No me había dado cuenta de que crecer es parte fundamental de la vida. No me hizo más masculino ni nada, simplemente crecí. Creo que es importante pasar por ciertas etapas, que te obligan a ver que las cosas no son tan fáciles como lo pensamos.

“Esa fue la última vez que les hablé”,
San Pedro de Compostela, 45 años, Periodista - generador de contenidos

En dos ocasiones. En la primera decidí irme a vivir a Costa Rica y al mes que estuve ahí rompí el boleto de regreso. No fue tan extremo porque regresé a Guatemala cinco meses después. En la otra creo que fue cuando me diagnosticaron punto de depresión. Yo trabajaba como operador en el 9-1-1, agreguen los horarios nocturnos más lo que oía en las llamadas… y sumando que estuve en otro país, todo hizo que me entrara la depresión. Ahí me ayudó mi esposa a salir de ese hoyo. Literalmente me agarró de la mano y me llevó a la doctora. Incluso en la sala de espera yo seguía renegando que no quería que me vieran. Muy feo.

Ahora que escribo también veo uno más cercano. El día que dejé de hablarles a mis papás. Mi mamá le dijo a mi esposa que era una p*** por andar hablando con mi papá por Whatsapp.  Mi papá, mi espósa y yo teníamos un grupo de whatsapp para enviarnos chistes. Eso no le gustó a mi mamá y esa fue su reacción.
Yo estaba con mi esposa cuando lo dijo o mejor dicho cuando lo escribió.... porque lo vimos en Whatsapp. Luego dijo que nos íbamos a arrepentir de alejarnos de la familia y que no nos conviene alejarnos de ellos, que necesitamos de la familia, etc. Fue una tarde muy fea. Yo estaba recién operado de los dientes y me fui a dormir en la tarde. Luego me llama un cliente para confirmarme que quería trabajar conmigo un trabajo que me dio ganancias. A la mierda a la familia dije... Esa fue la última vez que les hablé, porque mis hermanos se fueron al bando de mi mamá. 

Esto que conté varias veces ha pasado. Como pareja de casados y familia, hemos cedido con mi familia. A uno le hacen creer que si uno no le pone un alto a sus papás es un mal hijo, y no. Mi papá siempre me dijo que viera el ejemplo de mi hermana que era "empresaria" y que no me quedara trabajando en un lugar... pero la realidad es que mi hermana vive a costa de mi papá, de su pensión y el marido es un "empresario" de nada, a veces hacen churrascos, otras veces venden regalitos y otras "emprendimientos"... pero al final las cuentas las pagan mis padres.

Acerca de la perspectiva sobre mí mismo considero que soy un buen hijo. He hecho honor a mi apellido y a mi papá le pueden hablar de mí y sabe que no le dirán algo malo. Ahora he estado más tiempo con mi esposa e hijo, que es mi familia. Valoro más la paz y me siento muy bien al saber que los fines de semana no tengo que ir a la casa de los papás para celebrar el cumpleaños de alguien que no veo en meses.
La vida hay que vivirla en paz y no dejar que otros se aprovechen de uno. La gente quiere verlo a uno enojado, emputado o no sé. Cuando lo ven en paz quieren saber porqué pero no se animan y empiezan a pensar tonterías.

No sé si tenga que ver pero el ser el jefe de hogar te obliga a considerar el tema de la masculinidad. Hay muchos hombres que tienen que ir a escondidas a la casa de la mamá o que tienen que arreglar con la mujer para ir a la casa de mami el fin de semana y el otro a la de la mamá de la mujer. Mas bien, he visto que existe cierto matriarcado donde la mujer es la que manda... y la mamá manda a distancia en las casas. Por mí y mi esposa creo que estamos alejados de eso y la gente lo nota. No sabes cuanto nos hemos ahorrado y cuánto hemos vivido tan bien.

Claro, no es necesario un punto así para valorar lo que tenés.. O seguís siendo el hijito de mami para tener "familia" o mandas a todos a la mierda para que tu esposa e hijos estén bien.

“Siempre habrá algo que sí podemos hacer para salir de una mala racha financiera”,
Gustavo Chután, 30 años, empresario

No me puedo jactar de tocar fondo, pues he sido muy afortunado, mis problemas o situaciones han sido, digamos, de nivel medio. Me niego a ponerme en el papel de víctima diciendo que he sufrido un montón cuando hay personas que realmente han pasado situaciones muy dolorosas. Pero aun así contaré algo que me pasó hace algunos años.

Me fui a la quiebra en el año de la pandemia (2020) desde el año 2017 al 2019  me fue muy bien económicamente, tanto que cambié de carro tres veces.  El segundo carro era más del doble del precio del anterior y el tercero era el triple del segundo auto. Me estaba yendo muy bien en el 2019 y entonces no me preocupe. El error fue haberme gastado el 70% de mis ahorros en ese carro. Pero según mis grandiosos cálculos recuperaba ese dinero en 6 o 7 meses. De las peores decisiones que pude haber tomado, pues unos 6 meses después no había recuperado el dinero debido a que las ventas no iban tan bien, además que en 2020 cayó la pandemia y me quedé sin trabajo. Sobreviví esos 4 o 5 meses con mis ahorros, pero yo seguía gastando como siempre, no me había percatado que ya me había gastado el poco dinero que tenía ahorrado y además, con una deuda de Q8 mil que después subió a Q20 mil y por último, por un timo del banco, subió a Q64 mil.

En el siguiente año, en 2021, logré saldar esa deuda pagando a capital los Q20 mil anteriores. Recibí ayuda de mi mamá, ella tan precavida había guardado todo el dinero que yo le daba cada mes, desde hacía algunos años. Por eso mismo digo que soy bendecido, tengo una excelente mamá. Aún saldando esa deuda tenía algunas más y seguía en la quiebra. La cosa se iba a complicar, meses más tarde sufrí una traición de parte de mi socia, con la que teníamos un pequeño emprendimiento, no era mucho pero para alguien como yo que viene de la pobreza, eso era parte de mi sueño, mi oportunidad de avanzar en la vida. Pues por ciertas circunstancias decidí ser confiado y mientras yo planeaba hablar con mi socia para resolver el problema, ella saco todo el dinero de la cuenta que teníamos, pues ambos teníamos acceso. No era mucho dinero realmente, pero era todo lo que yo tenía para pagar sueldos y gastos. Segundo, el empleado principal que tenía se unió a ella, lo despedí unos días antes de este suceso pero cuando ella me sacó el dinero de la cuenta, yo tenía que pagar sueldos y la indemnización del despedido. 

Realmente no tenía dinero de la empresa para pagar, tuve que poner todo lo que tenía en mi bolsillo y la novia de entonces me dió lo que faltaba. Y así fue todo desde 2021 hasta el 2022. Cada mes era solo para sobrevivir, con estrés, frustración y más emociones.

Yo seguía trabajando y buscando la manera de que mi negocio despegara, estuve a punto de cerrarlo porque me frustraba, pero había algo dentro de mi que me decía que tenía que seguir, puede que yo sea muy orgulloso y eso no me dejaba darme por vencido. Dije: algo no estoy haciendo y por eso no está funcionando. Hasta que poco a poco fui ganando experiencia y mejorando y el negocio empezaba a marchar mejor. En octubre de ese año 2022, el negocio que ahora era solo mío, empezó a dar señales de vida, empezaba a tener utilidades, ya me sobraba dinero cada mes y en enero del 2023 el negocio levantó, no fue gran cosa, pero si lo suficiente para salirme del trabajo donde estaba y vivir solo de mi negocio.

Entre las enseñanzas que tuve fue que decidí ser más austero con mi dinero. Todo empezó desde que compré ese carro, por ganas de apantallar que era pudiente y demás. Después de esa experiencia decidí no vivir para impresionar a la gente. “prefiero tener y no aparentar”. Ahora pienso que tenemos que pensar a futuro y no solo en el momento, nada nos asegura que viviremos 100 años, pero tampoco tenemos asegurado que no lo haremos. Hay que disfrutar el ahora, pero siendo conscientes que habrá un futuro y así ser más cuidadosos con las cosas que compramos sin fines de productividad a largo plazo.

Pienso que la vida en general nos favorece en medida que sepamos tomar las decisiones más inteligentes para nuestro bien. La mayoría de la gente no se detiene a pensar eso, “¿es una buena decisión lo que estoy pensando hacer? ¿Me ayudara a mi futuro? ¿O solo es algo de satisfacción momentánea?”.

Todo lo anterior me hizo entender que el carácter del hombre se tiene que forjar. Mi entrenador de fisicoculturismo decía “algunas personas levantan la cabeza cuando la situación se pone difícil y otros bajan la cabeza bajo la misma presión”. Uno de mis autores favoritos dice “La persistencia es el carácter del hombre como el carbón es para el acero”. Parte de nuestra autoestima está en nuestros logros y en nuestra habilidad para sobrepasar las circunstancias difíciles. Todo hombre que quiera tener una autoestima saludable y una mente fuerte, debe ponerse en la adversidad. Esa masculinidad que algunos tienen viene del autoestima, confianza y carácter ante la vida.

Quiero agregar que muchas veces no tenemos contactos, una madre que nos ayude o muchas opciones, pero siempre habrá algo que sí podemos hacer para salir de una mala racha financiera: trabajar más, no importa mucho de qué, pero conseguir otro trabajo o buscar alguna forma de generar más dinero es el comienzo para solucionar el problema financiero. Trabajar de sol a sol si es necesario por un tiempo aunque no seas remunerado como quisieras, (esto solo aplica si realmente no tienes más opciones) esto forja nuestro carácter.

El ganar más dinero trabajando más, poco a poco nos irá abriendo más opciones, nuevos caminos, más oportunidades, pero mientras no lo hayan, la respuesta es solo trabajar más.  Tenemos dos opciones, llorar y quejarnos, o salir y trabajar más, y poco a poco hacerlo de manera más inteligente para trabajar menos y ganar más. Pero todo esto empieza desde la actitud.


“Un hombre aprende a verse así en la mirada propia y en la de quienes le acompañan”.
Julio Serrano Echeverría, 40 años, escritor. 

Pues afortunadamente he llegado a varios puntos de no retorno en distintos momentos de mi vida, mi generación tuvo una educación bien culera que nos hizo creer que la vida es una curva exponencial hacia el éxito, y claramente, no solo no lo es, sino que no es una línea per se, sino la suma de muchas líneas que se bifurcan. 

Pero yendo al punto que creo que sugieren las preguntas, sí, tuve hace algunos años un cataclismo de no retorno a cero, y celebro haber cruzado mi propio Xibalbá y seguir acá, de este lado de la aventura.

No es fácil sintetizarlo, pero sí diré que hubo un detonante emocional, la Pandemia hizo demasiados estragos en varios ámbitos, incluído el de los sueños, y un efecto dominó desencadenó mi propio meteorito extintor. 

El hoyo solo fue más profundo y más profundo, y llegado el momento, otra persona me ayudó a ver el punto en el que estaba; otras personas, pocas y necesarias. Recuerdo perfectamente la conversación con una amiga sicóloga en la que le dije, “mirá, necesito que seas mi amiga y seas profesional al mismo tiempo, dame una luz”, y me la dio.

Y bueno, en el fondo era yo quien estaba, curiosamente. Es decir, un yo que habitaba al final del barranco y que necesitaba ser visto, llamado, descubierto. Lo primero que pasó fue un rencuentro conmigo mismo a través de terapia, meditación, medicación, ejercicios y comida saludable, entré en una especie de régimen de sobrevivencia en el que, de alguna manera, mi propio espíritu decidió salvarnos a todos los julios que me habitan. 

He tenido la suerte de tener terapia psicológica desde la adolescencia por distintas razones, en distintos momentos y con distintas metodologías, y esta última irremediablemente sucedió en línea con mi propia historia de búsqueda. Y fue epifánico, una idea, un concepto esencial que solo no estaba en mi vida con claridad. Apareció, se manifestó: el cuidado. Cuidar, cuidarme, cuidar a otros, cuidar la vida, cuidar el planeta, cuidar mis palabras, cuidar mi corazón, cuidar, cuidar, cuidar, alguna vez en mi primer libro escribí: “abrazarme con ternura de mí mismo” y fue justo ese el punto de partida y de inflección. 

De ese momento aprendí a amar un verso de Whitman “¿Me contradigo? Sí, me contradigo, soy inmenso, contengo multitudes”, me nació la compasión que me la trajo el aprender a respirar -acto mínimo, unidad esencial de uno mismo-, y sí la inmensidad no es la de la grandeza de las luces o del ego, sino la inmensidad de la vida, cada parte contiene el universo entero y heme acá, contenidas todas mis versiones en esta que me habita. 

Estos pasos de “toma de consciencia” no son una vacuna, reniego de un sistema que sugiere ser “siempre mejor”, no, la cosa no es así. He aprendido a ver mis cagadas del pasado y darles su justa dimensión, pero sobre todo he aprendido a más o menos reconocer las del presente mientras están sucediendo, y algunas las he logrado evitar, y en otras he enterrado el hocico en el lodo inmisericorde de la realidad. Sin duda, ese “abrazar todo lo que somos” tiene una palabra esencial, la contradicción. Somos seres contradictorios, la coherencia no es no tener contradicciones. La coherencia es detenerse y ver; detenerse y preguntar; detenerse y cuidar; saber que no somos un interruptor que pasa de bestia a humano, somos ambas cosas seguramente, la coherencia es ir construyendo colaborativamente un kit de emergencias, la mochila de las 72 horas, qué sé yo, imaginar la responsabilidad como un esfuerzo personal y colectivo. 

Y eso sí me ha dicho de la masculinidad, somos demasiadas cosas, podemos ser menos, puede ser más simple, pero el tiempo de la transformación no es el tiempo humano, es más como un tiempo de árbol, y hay que saber intuir ese tiempo.

Con voluntad, con acompañamiento, con amor, sin duda, es un proceso personal y colectivo a la vez, un hombre aprende a verse así en la mirada propia y en la de quienes le acompañan, y sí, parte de la trampa ha sido pensar en autonomías basadas en el delirio histórico y maquínico en el que nos hemos puesto. Y por eso aquella frase tan potente de Audrey Lorde, “no vas a desarmar la casa del amo con sus propias herramientas”, también señala a las demás personas, a la comunidad, a ese espacio pequeñito donde podés ser vos para dejar de ser vos. 

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