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Slowhand Eric Clapton
1) Ya le cuesta escuchar, incluso se declaró sordo, pero se niega a utilizar aparatos que le permitan recuperar el oído. Hace algunos años anunció que una enfermedad llamada neuropatía periférica le impedía tocar la guitarra al afectarle el uso de las manos y tirarle chicotazos eléctricos en las piernas. Pero se sometió a tratamiento, logró contener la invasión y al tiempo pudo retomar las giras a menor escala.
En 2021 comentó que varios de sus amigos dejaron de responder sus llamadas telefónicas y sus mensajes de texto luego de que declarara su rechazo al encierro obligatorio impuesto para controlar la pandemia (o la plandemia) desatada por la covid-19 made in China. También objetó la vacunación y la exigencia del certificado que declarara inmunizado al portador para permitirle entrar a conciertos. Tres años después causó aprobación o rechazo, según el bando donde se milite, al presentarse con la bandera de Palestina estampada en el cuerpo de su guitarra Fender Stratocaster.
Tenía 63 años cuando escribió las páginas finales de su autobiografía, publicada en 2007. Ahícompartió su temor de que podría hacerles falta a sus hijas Julie, Ella y Sophie, nacidas en 2001, 2003 y 2005, producto de su matrimonio con la estadunidense Melia McEnery. Riesgos de la paternidad tardía. Pues bien, vivió lo suficiente para verlas llegar a la adultez y está dispuesto a seguir en la jugada. «Nos vemos pronto, pero no todavía», dijo al terminar el mensaje de despedida a su maestro John Mayall, fallecido a los 90 años. Así, Eric Patrick Clapton, súbdito inglés nacido el 30 de marzo de 1945 en el pueblo de Ripley, condado de Surrey, se apunta en la lista de asistencia de los que ya tienen 80 años.
2) Nacimientos, familia, estudios, amistades, amores, trabajos, bodas, muertes. Hitos que acompañan a casi toda persona. En ciertos casos, la mano del genio, el duende o el nahual protector mueven controles por aquí, pulsan botones por acá y colocan al nacido en su día en situaciones idénticas a las ideadas por guionistas de ánime.
¿Cómo se puede sobrevivir a la revelación de que tus padres son tus abuelos maternos, tu hermano mayor es tu tío y tu mamá apenas tenía 16 años cuando fue embarazada por un soldado canadiense?
¿Cómo se puede estar enamorado de la esposa de tu mejor amigo, quien te invita a sus sesiones de grabación, te sienta a la par del grupo más importante de la época, escriben canciones juntos y te pide que lo acompañés en el primer concierto destinado a recaudar fondos para uno de los países del Tercer Mundo?
¿Cómo se encara, con pocos meses de diferencia, compartir escenario con uno de los guitarristas destinados a mantener prendida la llama del blues y enterarte al otro día de que se mató en accidente de helicóptero, y la partida de tu hijo de apenas cuatro años a caer desde el piso 53 de un edificio de Nueva York al deslizarse por la ventana que dejó abierta el encargado de hacer la limpieza?
Ah, y me faltó preguntar, ¿cómo se supera el aturdimiento causado al enterarte de que tu amigo guitarrista, ese joven de raza negra llevado a Londres por su apoderado Chas Chandler, amaneció ahogado en su vómito producto de una sobredosis justo cuando el día anterior compraste una Fender Stratocaster blanca, adaptada para zurdos, con la intención de regalársela?
Entre nosotros, enamorarse de la mujer ajena nos expone a las palizas, a terminar baleados a cualquier hora del día o salir a caminar desnudos por el bulevar más transitado, si le place al marido cornudo, para que nos perdonen la vida. Saberse bastardo, hijo natural, producto fuera del matrimonio, aún marca su estigma en los pueblos y los barrios donde todo el mundo se conoce desde pequeño. Los fallecimientos de los amigos recién vistos el día anterior pegan fuerte, ya no digamos la pérdida de los hijos. Si no es fácil encarar cada situación por separado, imaginen recibirlas en rápida sucesión. Todo eso lo vivió Eric Clapton y no se pueden omitir a riesgo de dejar incompleto su retrato. Sufrió las partidas demasiado prontas de Jimi Hendrix, Duane Allman y Steve Ray Vaughn; conservó intacta su amistad con George Harrison, salvo alguna que otra pulla acerca de Pattie Boyd; su abuela Rose fue decisiva para su vocación musical, su abuelastro Jack trató de inculcarle austeridad y disciplina, su tío Adrian fue su mejor amigo de la infancia y su relación con su madre Patricia fue más bien tirante, con escasos lugares de encuentro; resistió con estoicismo la muerte de su hijo Conor; la música le tendió la mano.
3) Salvo los nombres de las canciones, sus intérpretes y sus compositores, Clapton desconocía el origen y la procedencia de Sonny Terry, Big Bill Broonzy y Bo Diddley. «Me enteré más tarde que eran negros y venían del Sur profundo; eso comenzó mi educación. De hecho, la única educación que tuve fue encontrar todo lo relacionado con el blues», recordó para la revista Guitarist en 1994. «Quise saberlo todo. Pasé la segunda mitad de mi adolescencia y mis primeros veintes estudiando esta música, estudiando su geografía, su cronología, sus raíces, las distintas influencias regionales, cómo todos se interrelacionaron, cuánto tiempo vivieron, cuántas canciones propias tenían y cuántas fueron compartidas».
Mientras se documentaba, aprendió a tocar guitarra por su cuenta. Tuvo el dinero para armar su colección de discos poco después de mudarse a Londres, donde continuó sus estudios en la Kingston School of Art, una de las (ahora) legendarias escuelas de arte que siempre se mencionan al hablar o escribirse de los orígenes de la escena inglesa hacia 1963. Cierto día, su amigo Clive Blewchamp le sugirió escuchar la compilación King of The Delta Blues, que reúne 17 canciones grabadas por el cantante y guitarrista Robert Johnson entre el 23 de noviembre de 1936 y el 20 de junio de 1937. «Al principio la música me repelió, era tan intensa», recordó Clapton por escrito. «Este hombre no trató de hacer más potable lo que trataba de decir o tocar. Era mucho más serio que cualquier otra cosa que hubiera escuchado. Después de unas cuantas escuchas me di cuenta, de alguna forma, que había encontrado al maestro y que seguir su ejemplo sería el trabajo de mi vida».
Acerca del grafiti donde proclamaron Clapton is God, trazado en la pared de la estación de metro de Islington, se sintió repartido entre las ganas de salir corriendo para evitar la notoriedad y la complacencia de verse reconocido, de que valoraran su labor como divulgador del blues durante su estancia con los John Mayall’s Bluesbreakers (inmodestia aparte). También estaba consciente de que habían mejores guitarristas que él: si se remitía a Estados Unidos, ahí estaban Reggie Young, Don Peake y James Burton; por Inglaterra, mencionaba a Bernie Watson y Albert Lee. También apreció a Jeff Beck y Jimmy Page, sus contemporáneos, si bien aclaraba que sus cimientos estaban en el rockabilly. «Me gusta lo que hacen y no había competencia entre nosotros, sólo tocábamos estilos diferentes», recordó.
Su incomodidad al convertirse en centro de atención lo acompañó largo tiempo. Prefería ser uno más dentro del grupo, como lo intentó al formar Blind Faith junto al cantante y tecladista Steve Winwood (quien lo impresionó por emular el registro vocal de Ray Charles) y unirse como músico de acompañamiento a la tropa encabezada por los esposos Delaney y Bonnie Bramlett. Pero si quería tocar sus canciones tal como imaginaba que debían sonar, tenía que ponerse al frente. Lo supo cuando Steve Winwood se cansó de que le indicara cómo debía cantar su pieza «Presence of The Lord», producto de la felicidad que le dio comprar su nueva casa: «¿Por qué mejor no venís vos y la cantás?».
Como muchos, tengo preferencia por las canciones de Eric Clapton grabadas entre 1964 y 1970. Por algo Jimi Hendrix quiso conocerlo y se preguntó si valía la pena ir a Londres, si ya lo tenían a él y a Jeff Beck. Hay que escuchar el álbum que grabó junto a John Mayall, John McVie y Hughie Flint en 1966 para encontrarlo en pleno despliegue de poder. Su guitarra nunca volvió a sonar igual, ni siquiera con Cream y Derek and The Dominos, donde se lució Duane Allman, el verdadero héroe en cortes como «Layla» y «Little Wing». Algo pasó, durante los años que le entró de lleno a la heroína, que cambió su forma de tocar. Se volvió más conciso, al centrarse en la guitarra rítmica y preferir canciones más calmadas. Por algo Eddie Van Halen, al ser entrevistado en 1995 por la revista Rolling Stone, declaró acerca de la tensión que presidía su trato con Clapton después de que había sido todo para él: «Es que no me gusta lo que hace ahora. Prefería cosas como “Born Under a Bad Sign” y “Outside Woman Blue”. Le perdí el interés a partir de “Layla”».
4) Cuentan que los borrachos dicen la verdad. Allá por 1976, Eric Clapton llegó a pedir que expulsaran a los coons y los wogs (términos peyorativos para referirse a negros y árabes) asentados en el Reino Unido durante una presentación en Birmingham (a no confundirla con su tocaya situada en el estado de Alabama). Estaba furioso, un árabe le tocó el trasero a su esposa. A los años Clapton comentó que estaba bastante intoxicado cuando soltó esas declaraciones (la heroína fue reemplazada por el brandy) y manifestó sus simpatías por el político Enoch Powell, partidario de mandar a los migrantes de vuelta a sus lugares de origen en las Indias Occidentales y el Medio Oriente. No se las explica, dada su devoción por el blues, su admiración por los músicos de raza negra y haber tenido parejas de esa ascendencia.
Cuando defiende la causa palestina, Roger Waters se va a la guerra, armado con todas sus armas, y si pelea solo contra la multitud, peor para la multitud; Clapton, en cambio, prefiere obrar a decir. El 8 de diciembre de 2023 organizó el concierto «To Save a Child», destinado a recaudar fondos para las organizaciones que velan por el bienestar, en lo que esté a su alcance, de los niños afectados por los bombardeos desatados por las fuerzas de defensa de Israel sobre la Franja de Gaza en represalia por la incursión lanzada por el grupo Hamás el 7 de ese mismo año, la cual cogió desprevenidos a los israelíes y le recordó a la opinión pública mundial las condiciones en que viven los palestinos sometidos al apartheid dirigido desde las oficinas del primer ministro y sus secuaces. Ese día, por primera vez, subió a escena con su guitarra pintada con los colores de la bandera palestina.
«Clapton pintó su guitarra con los colores de la nación que ahora sufre más que cualquier otra en el mundo bajo los atroces ataques de Israel. Los niños de Gaza que luchan por sobrevivir no tienen hogar, ni refugio, ni agua, y a veces ni padres», escribió el periodista israelí Gideon Levy para el diario Haaretz, el único medio opositor impreso en Tel Aviv, puesto en circulación el 19 de mayo de 2024. «Actualmente, es el mayor desastre del mundo y la gente debe cantar, hablar y alzar su voz acerca de esto en todo momento. Eso es precisamente lo que Clapton y la gente consciente están haciendo. No se quedan en silencio o cierran sus corazones, como lo hace la televisión de Israel».
5) Para terminar, no puede faltar la anécdota que relaciona a Eric Clapton y al grupo SOS de Guatemala. Si es apócrifa, no importa. Toda leyenda tiene su parte de invención; mientras más se cuente, más verosímil resulta.
Es el año 1970. Celebran la navidad en casa de Rony de León, cantante de los SOS. De repente suena el teléfono. Rony contesta, le avisan que recibirá llamada de larga distancia, espera la conexión, en eso pregunta a la vez que exclama what?, pide con gestos apresurados que hagan silencio a su alrededor y conversa con alguien en inglés. Después de colgar se pone a contar, a la vez que asimila lo que acaba de pasarle, que recibió una llamada de Eric Clapton desde Nueva York. Sí, Eric Clapton, el guitarrista de la Crema. Llamó para felicitarlo por la versión que el grupo SOS hizo de su canción «Badge», conocida en los repasos de nuestros padres como «Medalla», con la guitarra líder de Jaime Chavarry. Le dijo que era mejor que la original, coescrita junto a George Harrison (quien firmó como L’Angelo Mysterioso por razones contractuales), incluida en el disco de despedida de la Crema.
Espero que Eric Clapton reciba más de una llamada sorpresa en su día.
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