
- Burbuja Pop
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El vacío que Mickey 17 nos obliga a ver
Hay películas que te llevan de la mano, y luego está Mickey 17, dirigida por Bong Joon-ho, conocido por Parasite (2019) y Snowpiercer (2013), que más bien te empuja al vacío sin red de seguridad. No es una experiencia fácil ni pretende serlo. Es un golpe bajo, pero uno que deja marcas útiles. Mientras ves cómo Mickey —interpretado por Robert Pattinson, quien brilla en The Lighthouse (2019) y Good Time (2017)— se desmorona y se reconstruye como el Frankenstein de su propio sistema, entiendes que esta no es una historia sobre héroes. Es una historia sobre sobrevivientes, esos bastardos tercos que siguen adelante porque rendirse sería demasiado fácil y que no dejan de ignorar que es un reto el solo vivir.
La atmósfera de Mickey 17 es un puñetazo industrial en la cara. Los tonos grises, las luces frías y los espacios asfixiantes son el escenario perfecto para una narrativa que podría pasar por una sátira de cualquier corporación moderna. La película no grita sus verdades; las murmura con una crueldad casi indiferente. Cuando crees que algo va a explotar en una orgía de caos visual o sexual, el director opta por lo opuesto: silencios breves e incómodos, miradas cargadas de significado y un humor negro que apenas alivia la presión y linda con lo absurdo. Es como si Bong Joon-ho supiera que vivimos en un mundo donde ya nadie tiene paciencia para metáforas sutiles, así que decide lanzarte la realidad directamente a la cara.
Pero aquí está la clave: Mickey 17 no busca ser un blockbuster, y eso es exactamente lo que la hace valiosa. No hay fórmulas ni caminos del héroe. En su lugar, ofrece una lección incómoda sobre la resistencia humana. El triunfo no llega con fanfarrias ni fuegos artificiales, sino con la simple decisión de no rendirse. Mickey no es aspiracional; es real. Y tal vez por eso duele verlo. Porque en algún rincón oscuro de nuestras vidas, todos hemos sido Mickey, tratando de mantenernos a flote en un sistema que nos considera desechables.
Lo que más destaca es cómo Bong Joon-ho logra que esta historia funcione como un espejo deformado de nuestra propia condición. Las decisiones estilísticas, desde la iluminación hasta los personajes secundarios interpretados por Mark Ruffalo (Spotlight, 2015) y Toni Collette (Hereditary, 2018), refuerzan la idea de que el poder siempre será opresivo mientras existan quienes se beneficien de la miseria ajena. Pero también hay espacio para la empatía, ese respiro forzado que rompe la tensión sin desactivarla del todo. Es incómodo, pero necesario.
Mickey 17 no te roba el fin de semana, pero sí te roba unas cuantas horas de sueño. Te obliga a reflexionar sobre qué significa ganar en un mundo que parece diseñado para que la mayoría perdamos. Es una película que no complacerá a las masas, y tampoco lo intenta. Pero si tenés el estómago para enfrentar su crudeza, descubrirás que es mucho más que entretenimiento. Es una denuncia, un recordatorio y, en cierto modo, una pequeña victoria para el cine que todavía se atreve a incomodarnos.
La cinta no es fácil de amar, pero tampoco lo necesita. Como la vida misma, simplemente sigue adelante. Y eso, aunque duela, basta. Aunque es más cercana a Snowpierce y lejanda en Parasite en substancia… creo que ¡Tenés que verla!
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