Logo
Imprime esta página
The Brutalist no es lo que parece

The Brutalist no es lo que parece

La cinta de The Brutalist ha dejado a más de uno con la amarga sensación de haber presenciado una ilusión cinematográfica. Dirigida por Brady Corbet (Vox Lux, The Childhood of a Leader), la película es una de las que encabeza la temporada de premios con la misma arrogancia con la que promete desvelar el genio de la arquitectura brutalista y termina ofreciendo una historia donde la tensión narrativa se diluye en una interminable espera. Perdí tres horas de mi vida que no recuperaré.

Desde la primera secuencia, el filme vende la idea de una gran epopeya: la historia de László Tóth, un arquitecto judío húngaro que sobrevive al Holocausto y emigra a Estados Unidos en busca del "sueño americano". Sin embargo, pese a la sólida actuación de Adrien Brody (The Pianist, King Kong), la segunda mitad de la película se desploma. Lo que inicialmente parecía un relato de obsesión creativa se convierte en una cinta que no sabe bien qué contar. La austera fotografía con planos abiertos y desolados, la banda sonora de tensión constante y los encuadres calculados para resaltar la grandeza del ideal brutalista se vuelven meras transiciones para un guion que se queda sin rumbo.

El mayor problema es la desconexión entre lo que el título sugiere y lo que realmente ofrece. The Brutalist, que aparenta ser la historia de un genio atormentado y obsesionado con su arte, termina reciclando los mismos temas de siempre: la explotación de la comunidad judía, la marginalidad del inmigrante y la victimización como motor narrativo. Guy Pearce (Memento, L.A. Confidential) interpreta a un mecenas sin matices, un villano cliché cuya única función es encajar en una narrativa de abuso estructural sin matices. Es malo porque sí, un explotador sin motivaciones, un villano de cartón.

Felicity Jones (The Theory of Everything, Inferno) encarna a la esposa del protagonista, pero su papel queda relegado a ser un testigo pasivo en una historia que avanza sin ella. En lugar de profundizar en la complejidad del sufrimiento y la resiliencia, The Brutalist se enreda en diálogos pretenciosos y escenas de violencia que parecen insertadas más por impacto que por coherencia. Jones hace lo que puede con lo poco que le dan, pero la película nunca le permite brillar.

El ritmo se vuelve exasperantemente lento en su segunda mitad, al punto que cualquier atisbo de tensión se disuelve en una sucesión de escenas que no llevan a ninguna parte. Quien se aventura a verla siente que, al igual que el protagonista, debe descifrar un mensaje que nunca se explica, mientras espera una redención narrativa que nunca llega.

The Brutalist es una película que, pese a sus ambiciones visuales y a la capacidad de su elenco, se queda corta en todo lo que promete. La estética impecable no compensa la falta de profundidad en su historia, y el espectador termina con la incómoda sensación de haber sido testigo de una historia que no era realmente necesaria. Si querés ver la historia de un genio atormentado, mirá The Aviator… entonces sí hablaremos de genios atormentados.

(1 Vote)
© 2017 Gonzo Gonzo. Todos los derechos rservados. Al usar este sitios estás de acuerdo con los términos de uso.