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Dejar grabada una canción, un documental guatemalteco acerca del precio del tiempo y los sueños

Dejar grabada una canción, un documental guatemalteco acerca del precio del tiempo y los sueños

Para Amparito y Willy, la vida en los escenarios de la Ciudad de Guatemala está por terminar. En este documental, de la pantalla sale el amor con el que atesoran cada recorte de prensa, reconocimiento o fotografía amarillenta que resume sus décadas de historia musical, de una carrera que jamás despegó de escenarios pequeños, festivales culturales de barrio o en asilos, su última casa musical.

La fama y la gloria nunca fueron algo importante, ellos son Amparo Gamboa y  Guillermo Ruíz, integrantes del Dúo Guatelinda y sólo han querido cantarle a la belleza campirana de este país. Así lo dice Amparito desde el palomar donde vive. El tiempo los persigue, y aunque no tienen grandes ambiciones, este dueto de la tercera edad aún tiene un sueño no realizado: grabar un disco. Ambos no lo saben con certeza pero lo intuyen: el tiempo está por terminar para ambos. En el ínterin, el realizador Gustavo García Solares les propone hacer un documental acerca de esa meta en un metraje de 60 minutos, rodado entre 2016 y 2022.

Uno pensaría que las musas te bendicen con talento, que es un regalo, pero este audiovisual hace que el espectador se pregunte “¿qué pasaría si me dedico a la música, o me dedico al arte? ¿Tendré éxito o todo lo contrario, me quedaré solo con mi arte?”. Tal es el valor de este trabajo, es un espejo social de un par de almas entregadas al arte en el ocaso de sus vidas.

Esta pieza es emocional, sin duda, pero no es manipuladora. La vida es así, un concierto íntimo, cuatro espectadores, un gato, sillones desvencijados, un comedor emplasticado. Amparito con las maracas canta a la usanza de los boleros, su brazos son alas que cuando no hacen sonar los chinchines vuelan frente a los ancianos que la ven, mientras Willy la acompaña con su guitarra. Un unplugged de música casi vernácula salido de una novela de realismo mágico.

Aunque conocemos la manera de pensar de ambos, es Amparito la que destaca. Su manera de ver el mundo y el más allá, su crítica acerca de la manera en la que se desamparan a los ancianos o cómo se encargó desde los 11 años de criar a sus cinco hermanos, tras la muerte de su madre, son parte del subtexto de la historia. “Los ancianos no somos sólo votos para las elecciones”, remata Willy. Y aunque el video deja algunas preguntas afuera –¿y dónde está la familia?, ¿de qué vivían?–, al cierre ya no faltan ser respondidas. El motivo es ver que por fin van a grabar un disco. 

“Una vez”, dice Amparito, “llegamos tarde a la casa hogar y había una señora llorando. Pensó que algo malo nos había pasado”. Hay una soledad geriátrica que se percibe en el trabajo de Gustavo, es un testimonio que busca capturar esa lucha. “Quizá en el camino del arte salen tropiezos, pero le digo a los jóvenes que así es, que no se estanquen, mejor si lo hacen sin miedo. Que cobren, que cobren bien”, dice Willy, sabiendo que el apoyo económico al arte no es el mejor. 

Desavenencias, malas rachas, la nostalgia que a veces muerde la nuca, nada detiene a la guitarra de Willy y su mirada triste; tampoco a la felicidad de Amparito, la cantante de cuerpo menudo pero con un vozarrón que por momentos es grave, por otros dulce. Cuando por fin graban el disco, ella se siente agradecida con Dios. “Estoy super feliz, todas las células de mi ser vibraban de felicidad. Agradecida con Dios, antes de que yo pude partir a otro cielo, ya me llevo eso para la posteridad. Esa es mi misión, que mi voz llegue a todo el planeta”.  

Es acá que llega el punto de inflexión del documental. Los 20 minutos que restan relatan cómo es su vida y cómo celebran una meta que tardó 30 años en realizarse: la grabación de su disco. Y por ello digo que es realismo mágico, porque la historia se termina de una manera tan cruda que parece un invento. Eso de que la realidad supera la ficción queda demostrado en este documental. A veces, el arte castiga a sus almas más dulces.  El Dúo Guatelinda tardó tres décadas en tocar el cielo por un instante: en sus rostros se ve que valió la pena.  

“El documental ganó una mención en un festival en Argentina y estuvo en otro en Viena y justo ahora lo que quiero es empezarlo a exhibir, por si se te ocurre algo contame”, fueron las palabras del director Gustavo García. Para conocer más del proyecto puede escribir al correo electrónico del director, Gustavo García Solares Esta dirección de correo electrónico está protegida contra spambots. Necesitas activar JavaScript para visualizarla., o visite:

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https://www.imdb.com/title/tt23777338/?ref_=tt_rvi_tt_t_1

 

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