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Tiranos
Una noche explotó el tirano. Sacó a sus perros para morder, atacar, atemorizar.
HACE UN AÑO
Sábado. Hoy, justo hoy. Me levanto temprano, algo raro en mí. Me aseo, te doy un beso, desayuno. Me miras como si no me vieras, me siento extraño, pero bien. Libre, quizá.
Tomo mi portafolios, reviso si llevo todo para no olvidar nada importante. Pienso en todas las actividades que debo realizar.
Reunirme con mis socios, visitar a mi familia, a aquellos amigos que en algún momento del vaivén de la vida se fueron quedando al margen de las páginas. Salgo; la calle parece solo para mí, pero veo a mucha gente concentrada en sus asuntos. Nadie voltea a verme, siempre me gustó no llamar la atención.
Llevo un pantalón de lona azul, camisa blanca con franjas celestes, zapatos tenis. Eso sí, sin calcetines. Los pequeños gustos de tener libertad.
Hoy no tengo ganas de manejar, me voy en bus, aunque sé que las cosas están peligrosas (como si ir en carro fuera una garantía de seguridad). Tuve suerte, no me cobran, ¡vaya, me ahorré los cinco pericos del pasaje!
Son apenas las ocho de la mañana, y aunque parezca extraño, el no dormir no me tiene cansado. Tengo que hacer unos pagos. Ir a ver a los compañeros del trabajo que hoy tienen partido. Dicen que están jugando como nunca. Yo no les creo, por eso voy a verlos.
Me siento liviano como una pluma. Es el ejercicio, pienso. Las horas se pasan volando; la seductora brisa de la mañana dio paso al calorcito del mediodía, y este al fresco viento de la tarde y noche. Vuelvo a casa. Está vacía. La oscuridad es total. Trato de acostumbrar la vista a la falta de iluminación. Me siento en el sillón, mi preferido.
Veo una pequeña tarjeta en la mesita de cedro que siempre quise. Hay una dirección... sí, la recuerdo. Me rasco la cabeza y respiro profundamente. Me pregunto que pasó. Y de pronto, despierto. Hay mucha gente que llora, y tiene cara de tristeza.
Dicen mi nombre, cuentan historias. Me siento raro. Y entonces, la imagen empieza a alejarse. Me siento y descubro que hace un año ya, que me largué de este país, de la vida. Que hace un año ya, que soy un fantasma.
SIN MEMORIA
La historia del verdugo es la que se cuenta, con la complicidad del silencio del cobarde, del mediocre, del que no quiere reconocer que hubo un pasado que merecería la pena analizar, estudiar.
Mantenemos tradiciones que no son nuestras, como si nos avergonzara el tiempo anterior. Hacemos patria, o creemos hacerla, por ejemplo, haciendo desfiles de bandas de guerra, comulgando con pseudo líderes que solo ven su bien y no el desarrollo de este país.
Somos un pueblo condenado porque no nos aceptamos. Creemos que globalizar significa olvidar nuestras raíces. Pero todo esto es producto del vacío intelectual, debido al asesinato de nuestros más capaces pensadores. Gente visionaria, gente que de verdad creyó que este país merece mejor suerte.
¿Dónde queda Jacobo Árbenz? por decir uno de tantos; ese hombre que se atrevió a pensar que la riqueza, si bien no era de todos, podía redistribuirse para que todos tuviéramos una oportunidad. ¿Por qué se van nuestros compatriotas a Estados Unidos?, sabiendo que allá serán tratados como animales, y ahora con la nueva doctrina de Estados Unidos para los estadounidenses, o en todo caso, para los anglosajones.
Pues porque acá no hay cómo superarse.
Los presidenciables creen que la solución es decirle al vecino mayor de América que trate mejor a nuestros compatriotas. No sería mejor que ellos trataran, o que se hiciera un proyecto real de nación (sin colores), que hiciera pensar mil veces irnos a los “yunais esteits”. Hay que recordar que muchos de los defectos de este nuestro país son obra y gracia del vecino mayor y de los malos guatemaltecos que han vendido nuestras ilusiones.
Ya es hora de pensar con la cabeza, salir de la mediocridad y del letargo. Pero antes debemos saber que tuvimos gente visionaria que quiso hacer de este pueblo una gran nación.
TIRANOS
Una noche explotó el tirano. Sacó a sus perros para morder, atacar, atemorizar. Una noche fue suficiente para conocerlo, para saber de qué está hecho. Un día le dijeron que era el nuevo dueño de la finca y se relamió los labios, miró al cielo, agradeció la ayuda y pensó en todas aquellas faenas de sacrificio, que finalmente tendrían recompensa.
Se levantó muy temprano el día 14 del mes primero del octavo año del nuevo milenio. Soñó. Habló, habló, habló. Nadie terminó convencido, pero después de todo, ya todo estaba dicho. Una menos, una más, ya él era el centro del Universo.
La caravana de la risa, desvergüenza y el descaro va caminando, dejando huella, haciendo añicos los sueños de los más, favoreciendo a los menos, a las pirañas del sistema. Hay que rendir pleitesía, bajar la mirada. El paraíso nos espera.
Pero los tiranos no son solo terrenales, hay otros que invocan al más allá, torturan al creyente, devoran y no dejan nada. Este tiene acento diferente, ideas conservadoras, un rostro ajeno, intransigente, pero cuidado, que dentro de poco pensará que la inquisición es una solución a los problemas mundanos. Pero antes, usted debe aprender latín.
Las categorías varían. Hay otros que extienden su mano y poder y ensucian todo lo que existe. Lo llaman crudo y lo que provoca valiéndose de la ambición desmedida del hombre (es decir, el término genérico, porque ahora estamos tan polarizados que hay que aclarar si es hombre o mujer) para imponer su ley. El hambre crece en todo el mundo, la desesperanza impera.
Todos saben de los culpables, pero nadie hace nada. Como contra aquellos otros tiranos que se fueron con millones, transaron la prostituida soberanía de las naciones, se divierten con la justicia de papel, y viven en el lujo y bajo el manto de la impunidad.
Es un círculo vicioso del que nadie puede escapar. Unos, porque son plenos protagonistas, otros, porque se ven forzados a ser espectadores.