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Encerrados

Encerrados

Aunque lo parezca, no somos tan libres como aparentamos.

Esta semana estuve enfermo. Dejé de ir a mi trabajo por dos días y aproveché el fin de semana para recuperarme. El lunes no me dieron puente y regresé al trabajo con ansias que llegaran las 5 de la tarde para largarme de nuevo y tratar de recuperarme el martes 15 de agosto.

Así es cuando uno se enferma de adulto. De niños, nos enfermamos y nos quedamos en la casa viendo tele y “guardando reposo”. La verdad es que el reposo es muy bueno y recomendable. Si fuera médico, aparte de regañar a la gente, regalaría las muestras que me dan los visitadores médicos y siempre recomendaría reposo.

En esos días no tuve muchas ganas de escribir. Cuando uno está enfermo se da cuenta de muchas cosas que pasan desapercibidas y que, a la vez, uno no agradece como debiera. Una de ellas es la salud. Ahora me doy cuenta que se siente rico levantarse descansado y con ganas de comer.

Otra de ellas es tener una pareja que lo acompañe, comprenda y, ¿porqué no? que lo regañe a uno. “Yo te dije que no debías aguantarte”, “A la próxima siempre avisa si te duele o te sentís mal porque una no es adivina”, me recalcó dulcemente mi amada, quien lastimosamente también cayó.

Estar enfermo y volverse enfermero en menos de 24 horas es cansado. Estos días, una vez más, hemos puesto a prueba la paciencia y eso que nos dicen al inicio de nuestro caminar: “en la salud y enfermedad”.  Hoy, más que nunca, lo hemos aplicado. Ella siempre está ahí y yo espero haber estado también para ella.

Mientras tanto, la recuperación ha significado estar en casa. A cada rato dan ganas de dormir, de tomarse el suero o de doparse. Ni hablar de salir o ver gente. En esta recuperación nos tocó la famosa Feria de la Asunción, en la zona 2. Eso significa que en estos días ha pasado frente a mi casa el trolebús de la Muni que moviliza a los visitantes de la Feria desde el parqueo hasta la Avenida Simeón Cañas. 

Desde mi ventana veía felices a los feriantes en el bus escuchando la marimba guatemalteca. No los envidiaba. En estos días he querido estar alejado de la gente. Traté de escribir el artículo correspondiente y después de tres intentos noté que todos esos comenzaban despotricando contra la gente. Luego de esos intentos decidí dejarlo hasta mejorar.

Hoy estoy mejorando. Ya salgo al trabajo y veo que el encierro continúa. Voy encerrado en un carro, lo dejo en el parqueo, tomo un bus y entro a encerrarme a otro lugar. Desde el bus veo casas con alambres de púas dentro de condominios similares a bases militares.

En el trabajo revisé las redes sociales para enterarme y veo que la ciudad está encerrada para salir al sur. No se puede salir. Talvez si se puede salir, pero es pesado hacer una hora para un trayecto que debería de ser 10 minutos. 

Este fin de semana esperamos salir a comer. Ya estamos hartos del encierro. Este sábado comeremos una carnita asada, un rico helado de postre y nos desapareceremos de la ciudad. 

Creo que el encierro va dentro de uno. Había hablado antes que uno se da cuenta de cosas que pasaban desapercibidas ¿verdad? Agradecer que se puede salir a respirar otro aire es también algo que no valoramos. 

El encierro es bueno, pero hace falta salir de nuevo para disfrutar de esos pequeños detalles que nos hacen la vida tan especial… como regresar a la casa a guardar reposo.

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Última modificación Domingo, 17 Marzo 2024 11:01
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