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© Foto: Rosario Jerez

Mujeres que denuncian (35 meses)

“cuando dicen que mi hija es más rebelde, yo más la quiero”

Revisaba en mi buzón de mensajes algunos documentos de la lucha por la memoria de las 41 niñas víctimas del incendio en Hogar Seguro Virgen de la Asunción (HSVA). Fue como ver pasar varios calendarios entre mis manos, han pasado ya casi tres años.

La mamá de Ashly Rodríguez expresaba, alrededor del fuego 9 Kan, que su hija había ingresado al hogar, justo, un 8 de febrero. Este 8 de febrero entre nosotras, hablamos de los sentimientos encontrados que nos convocan. 35 meses han pasado de la tragedia sucedida luego de que un 7 de marzo de 2017, se amotinara 56 corazones en la víspera del Día Internacional de la Mujer. En aquel 8 de marzo de 2017, el fuego pasó por todas nosotras y en nuestra historia, nosotras también estuvimos allí.

El asesinato de una menor, abuso de autoridad, incumplimiento de deberes, maltrato a menores de edad son las denuncias de las 41 y después de silenciarlas, la denuncia ahora también es nuestra. Sin embargo, ante un sistema de justicia, también patriarcal, ante el paso pesado del tiempo, lo que nos queda es disputar la memoria, el recordarle a un pueblo que 41 niñas murieron víctimas de la desigualdad, en un territorio que nos violenta por tener cuerpo, vida y una historia de mujer.

El romper el silencio de las mujeres será siempre el primer paso para la sobrevivencia y el siguiente es la denuncia. Es un proceso que no es sencillo, en la vida de cada una es diferente, en sus tiempos y sus formas. Cuando una mujer decide denunciar, después de sobrevivir a la violencia y a todas sus secuelas, se arma de valor y confronta todo aquello que en un momento atentó contra sus dignidad. Pasar por este proceso también es doloroso, las memorias, las heridas, las cicatrices, la memoria del cuerpo y volver a estar de cara con un entorno poco empático, partiendo de un sistema de justicia atravesado por la misoginia, el prejuicio y el racismo.

Las sobrevivientes del “caso Mujeres Achí”, sobre la violencia sexual en el Conflicto Armado Interno se han enfrentado ante un sistema de justicia que las revictimiza y discrimina por lo que debieron presentar una denuncia penal, contra la Jueza Claudette Domínguez por discriminación y racismo. Durante el proceso penal en las audiencias correspondientes, se dirigió a ellas de manera humillante e intimidatoria, dudando de su moralidad, cuestionando la legitimidad de su denuncia y permitiendo que los defensores emplearan argumentos sexistas y racistas.
En la última de las audiencias, uno de los acusados presentó varias cartas que lo respaldaban como “buen ciudadano” entre estas, una carta de una institución educativa y otra de un líder religioso. Como en el caso de HSVA también en el caso de las “Mujeres Achi” el retraso de la justicia se presta para ser estratega de la impunidad y sus protagonistas.

Las mujeres Achí continúan en el proceso, paso a paso, la comprensión y el saberse escuchadas abre paso a la esperanza y a la sonrisa que les fortalece para exigir que se les garantice el derecho del acceso a la justicia para las mujeres indígenas y la seguridad de las víctimas de violencia sexual. Es urgente propiciar un sistema de justicia consciente, digno y empático para todas hagan de la justicia, una cotidianidad.

Desgraciada e impunemente los agresores y los violadores siguen libres en “nuestro camino.” Paulo Alvarado, cree que con un par de gafas oscuras y una gorra va pasar desapercibido por las calles, otros siguen prófugos y otros están sentados en un restaurante, dormidos en nuestra cama o sentados a pocos metros de sus víctimas en un juzgado.

El caso de las 41 marcó nuestra historia por eso, niñas víctimas de vejámenes, denunciando y exigiendo una vida digna, en el marco político de una éfemeride internacional tan significativa para las mujeres. Todavía deberíamos inundar las calles con nuestra indignación, algún día también nuestra comunidad deberá comprender que la niñez termina a los 19 años, en una sociedad que obliga a las niñas a ser madres y en el peor de los casos, hasta hace poco, a unirse en matrimonio con su violador. Hay una lista larga de lugares en los que las mujeres debemos resistir y asumirnos en rebeldía. A muchas nos tocó ser rebeldes desde nuestra casa, la escuela, la universidad, la iglesia, el trabajo y en el amor, nos asumimos en rebeldía desde el corazón, el cuerpo, el pensamiento, la voz y la palabra: dentro de un sistema-realidad que insiste en “domesticarnos” y en someternos.

Hay un lugar común en mi relación con mi madre, ella dice:

“cuando dicen que mi hija es más rebelde, yo más la quiero”

y me traslada a el año en el que cursé el segundo grado de secundaria.

Las 41 me recuerdan a mí, con un corazón adolescente, cuestionando y soñando, y hasta hoy con la certeza de que las cosas pueden ser diferentes pero a ellas les costó la vida y los sueños.

Después de denunciar, sanar es un deber con una misma, recuperar todo lo que nos quitaron, liberarse de las culpas y los miedos, volver a sonreír y a ser feliz pero este también es un camino diferente para cada una, en su forma, en el lugar y en su tiempo. Sanar la memoria colectiva también es un proceso necesario, para recuperar el tejido social. A nosotras nos convoca el Fuego Sagrado, el abrazo y el canto, la voz de nuestras ancestras y el nombre de las 41.

Rosario Jerez
Feminista

 

 

 

Última modificación Martes, 11 Febrero 2020 14:43
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