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-2013-     
Lucifer, Jean-Louis Forain (extracto)

-2013-     

tenemos la infinita arrogancia del perdedor. ¿de qué trata esto?, me preguntó ingenuo. ¿de verdad?, le respondí, he guardado un silencio parecido a la estupidez, —como escribió alguna vez galeano—. luego me eché a reír a buen recaudo. tenía motivos de sobra. La anécdota sucedió en 2013. ese año, la municipalidad de la capital, de la aldea, convocó —por segunda vez— a participar en un concurso de microrrelatos: contar ‘tu ciudad en cien palabras’. algún asesor inteligente tenía el delincuente que dirigía la comuna. a ver lo repito —para la posteridad— el alcalde —el mono de oro— era, es y será —siempre— un criminal. entre otros actos delincuenciales, aparte de vender mal barateados parte de los bienes públicos cuando fue presidente. él mandó a asesinar al padre juan josé gerardi conedera, un cura, quien fue el encargado de organizar “el proyecto interdiocesano de recuperación de la memoria histórica guatemala (remhis)”. una serie de tomos donde se expuso la brutal política de tierra arrasada, con más de seiscientas aldeas destruidas por el ejército nacional. doscientas mil víctimas gritan, desde su silencio, el terrorismo de estado que vivió el país por más de tres décadas. guatemala: nunca más. él, mono de oro, dio la orden que mataran al padre gerardi con una piedra en la cabeza. así o más claro. un asesino inconfeso, quien murió gozando del poder y del abuso contra la población. un crimen de lesa humanidad que aún está impune. sin embargo, en sus funciones como alcalde —teta de la que se había prendido luego de ser presidente del país, porque se logró reelegir cuatro veces, hasta que murió en el cargo— se rodeó de algunos ilustrados, quienes lo asesoraban. de esa cuenta para el ‘13 volvió a convocar al concurso de microrrelato de ‘tu ciudad en cien palabras’. en la primera edición del concurso, ’11, un tanto por placer, había decidido participar. tuve la grata sorpresa que me dieron la mención honorífica número 234,884.77 de doscientos treinta microrrelatos participantes. es decir, tengo la certeza que en esa ocasión me nominaron porque el microrrelato no respondía a ninguno de los criterios establecidos por el jurado. sonrío. la afirmación la sostengo porque el primer lugar, como el segundo y tercer lugar son textos sobre las lindas palomas, los globos multicolores y las campanas sonoras de la ciudad recoleta y sus sencillos habitantes. relatos de un folclor barato. anodino. en esa ocasión, yo participé con un texto sobre una ciudad sin nombre con muchas interpretaciones. “ángel en la autopista” es una posible metáfora de un futuro apocalíptico. de esa cuenta, sigo pensando porqué me dieron la mención honorífica. por lo que el año 2013 entre los amigxs de la editorial se corrió la voz de que la municipalidad había convocado al concurso. una arrogante que participaba en las reuniones de la editorial, expresó segura: “yo lo voy a ganar”. los editores, curtidos en éstas lides, sonreímos. incité a más de uno a participar. con la idea de hacer luego un libro con los textos perdedores del concurso. un juego malvado como editor, he de reconocer, pero con un potencial mercado. “los inéditos perdedores”, creo que era el título del posible libro. pero la ironía cierra con broche de oro. en esa ocasión, por algún acuerdo entre el ministerio de cultura —entidad de estado— y la municipalidad se convino que el jurado calificador estuviera a cargo de los directivos de la editorial cultura. donde trabaja o trabajaba francisco morales santos, —premio nacional de literatura—, javier payeras, vania vargas y otros de quien no soy santo de su devoción. ¡vaya! soy algo así como un demonio, por las ácidas críticas que he vertido en contra del mezquino comportamiento literario del país en algunos foros, en más de una oportunidad, sostengo la posición. lo cierto, es que impelido por una necesidad de escribir, en esa oportunidad —con el recato necesario— participé. es decir no lo comenté con ninguno de mis allegados. la sorpresa, otra vez, fue que en esta ocasión no me dieron una mención honorífica sino el puesto quinientos uno de trescientos microrrelatos presentados. narra la anécdota que me contaron, la cual no sé si sea cierta, quien dio fe al momento de la apertura de las plicas, que al leer mi nombre: los insignes jurados —con quienes hemos tenido, insisto, diferencias de opinión literaria— querían dar vuelta a su premiación. anular ese fallo. pero no lo hicieron. como dirían mis amigos argentinos, se la comieron doblada. sonrío dos veces y de buena gana. porque —parte de la generación x— con payeras a la cabeza estaba en la jugada. creo que se debía producir un librito con los diez primeros lugares. publicación que nunca aconteció. entonces, me preguntas, ¿de qué va esto? “de la infinita arrogancia del perdedor.” igual, ahora que decidí narrar la anécdota, me entretuve, porque el microrrelato no lo encontraba. se había extraviado en el caos del electrón que tiene mi computadora. en un momento, estuve tentado a desistir de la ironía del premio, porque fue un arquitecto con la presencia de otros muchachos x que me dieron mi medallita de calamina. tentado a dejar el capítulo por la borda. cuando por mera curiosidad abrí un libro de poesía inédito que tenía arrumbado entre millones de bites. allí estaba el microrrelato. así que lo voy a dejar inscrito acá. no creo publicarlo en ningún otro lado. además, porque me parece que en estos días voy tras la ruta de bolaños. quien impelido por la necesidad de sobrevivir, dadas las condiciones tan adversas que se le impusieron en la vida participaba en cuanto concurso de literatura menor encontrara. unos euros por acá, otros por allá y la siempre arrogancia del buen perdedor. hace unos días participé en un concurso sobre celtiberia. dotado de la extraordinaria cantidad de 350 euros. ni para el boleto, dada mi lejanía. pero lo curioso es que llegó el día del falló, paso otro día y una semana más y el jurado no se pronunció. ¿qué habrá pasado? ese silencio impío te rompe. pero he de reconocer que me divertí mucho con el relato. “última semejanza” porque cuestiono esa idea de la deidad única que se impuso en la región por la romanización y la idoneidad de lo eterno. ¿es posible ser inmortal? juzgue usted querido lector.

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última semejanza

se soñó hombre, pero era el máximo dios creador. un dios sin nombre. la divinidad eterna. por eso, transitó por el cosmos en soledad. allí —en el universo— se podía mover a su antojo en silencio. era único. inmutable. dador de la vida y la muerte. un día impreciso, con un suave movimiento de su mano izquierda erigió el orden de lo perpetuo. dejó caer su mano derecha y creó la fertilidad de la tierra. un leve titilo en su mirada y la existencia se forjó como nudo por deshacer. con un suspiro de su aliento nombró a dae dama e irradió a cernuno, como el primer ser, le otorgó alma. convocó a endovélico e inventó el fuego. imaginó el sonido e instituyó la palabra. habló con mil deidades. rasgó los valles y los ríos cruzaron las comarcas. empujó las rocas y fraguó las montañas. en su afán de belleza natural creó celtiberia. con un dedo ordenó que los arévacos, bellos, lusones, titos y pelendones lo adoraran. la desobediencia —a sus mandatos— era castigada con la muerte. decretó construir los megalitos e inventar la música para festejar el caudal de los ríos y la exuberancia de los bosques. vio su obra. contempló la sensualidad de la tierra. amó su creación. observó el erotismo de lo humano. fue feliz. luego guardó silencio. se hizo etéreo. deambuló por el infinito en un tiempo sin fin. un día, cansado de tanto vagar por el cosmos, se durmió. otra vez se volvió a soñar hombre. despertó angustiado. arañó su soledad. odió el silencio de su inmortalidad. se volvió un espíritu lúgubre. entonces, en un acto magnánimo, se otorgó la semejanza de su creación. aprendió del límite y lo finito. degustó el precario hálito de lo mortal. pasados los años se sintió cansado. miró al infinito —con esa tremenda belleza y armonía— que lo contenía. recogió una duda. golpeó sus puños contra el vacío. gritó de impotencia. lloró. una antigua leyenda narra —en la voz de los bardos— que nunca pudo volver y así, en una fecha simple, murió ese dios sin nombre.

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¡vaya! ¡el hambre es complicada!, sentencia para buena parte de la humanidad. el reconocimiento una quimera efímera, para los creadores, que se fuga por cualquier resquicio. una vez me dijo, el maestro augusto monterroso, cuando se le otorgó el premio de literatura, allá por el año ‘97, “la literatura te pedirá de todo y te pagará con nada”. yo le creí las palabras. pero igual, estaba condenado —por convicción— a escribir. eso hago. en momentos críticos, un par de veces cada tanto tiempo, me cuestiono sobre la condición del escritor. eso me recuerda, como sucedió en alguna ocasión que le dije a un amigo. “¿cómo querés el artículo? ¿a favor o en contra?”, me burlé irónico. después le dije que se había convertido en un mercenario de la palabra. “pero me pagan”, fue su respuesta. la ingente necesidad de sobrevivir. un oficio multiprostituido porque todos —los alfabetos de cierto nivel— son escritores en potencia. ¡vaya premios nóbel! por lo que no le encuentran gran mérito al trabajo de la escritura. “ahh, eso cualquiera lo puede hacer”, me dijo una vez un hombre que había llevado un escrito a la editorial. “¿qué es lo que cualquiera puede hacer?”, le pregunté. “escribir un poema”. el debate era estéril. pero tengo la convicción que muchos consideran inocua o banal la escritura. un oficio de vagos o en el mejor de los casos de bohemios perdidos. en muchos casos tendrán razones fundadas para celebrar esas afirmaciones. no volveré a esa vuelta de alambique porque me pasé varias semanas con el capítulo anterior. —que vienen en orden descendente, ¿por qué?— tengo la certeza que la condición humana seguirá creando como un hecho de insurrección. lo demás serán concursos por ganar. acotaciones al margen para una crítica certera.

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un niño ciego

un rumor suave, casi metálico, despierta la ciudad. el viento trae la memoria. en la esquina un niño ciego levanta la mano. los transeúntes lo ignoran. por la calle principal una marcha de ancianos, lesbianas y desposeídos se encamina al centro. ellos gritan su consigna por la causa justa. hay protesta. ruido y gendarmes. hoy un infinito caudal de voces es la ciudad del mundo silente. al filo de la tarde llueve. sobre la acera del desprecio se oyen los pasos perdidos de los habitantes. todos se refugian en el primer portal, donde un niño ciego levanta la mano. se despide y anuncia el futuro.

 

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