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Si es niña, venga mañana
Por Ana Luisa Arévalo

Si es niña, venga mañana

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Para nadie es un secreto -que a estas alturas del mundo- tocar temas relacionados a la salud de las mujeres y niñas siempre desde el inicio genera reacciones polarizadas. No importa si tienen o no la información metida en el seso. Ni un párpado se cierra tan rápido como la mente de muchas personas a la hora de estos debates.

Y es que la discusión va más allá que todas las razones, lógicas, científicas, estadísticas y etcétera que se puedan dar, no son necesarias. Y no lo son porque pareciera que Guatemala nunca está lista para estas conversaciones, aún no, hay otras más urgentes, sin importar los datos, las claras necesidades, las urgencias. Siempre no; aún no; es que, qué vergüenza; es que para qué.

Otros, que qué pecado; que los niños van a terminar haciendo lo que les enseñan. Enseñarles a pecar quieren. Y eso que es el año 2024.

Los que creen que son progresistas; ofrecen una razón que pareciera sensata, menos tibia, me dicen, mejor para después, que sí es un tema que hay que tratar, que es importante, pero que para mañana, que hay prioridades. Lo jodido es que pareciera que su día no les llega, nunca son las niñas la prioridad.

Y lo que me preocupa es que estamos teniendo tanto debate sobre el tema y con la misma comprensión y claridad que hace 100 años. Los mismos complejos, los mismos tabúes ridículos pero profundamente dañinos, las mismas limitaciones disfrazadas de tradición, la misma minúscula voluntad política, todo esto con un debate digno de quinto primaria.
¿Y las niñas? Bien gracias, cada vez más olvidadas.

¿Acaso nadie sabe que las infancias en estado de pobreza son los grupos más vulnerables en todo este complicado mundo? ¿Y que de este grupo, las niñas son más vulnerables aún? Para mí, más que un asunto de género es un asunto de cubrir una necesidad, un problema de salud pública.

Y aunque no quisiera ni pensarlo, sería ingenuo dejar de lado el machismo que sigue vivo y presente en varias de sus formas: el clásico ejercido por un hombre, como el interiorizado en muchas de nosotras. Dejando para mañana lo que debería estar resuelto desde ayer. Y así miles y miles de niñas -que por cierto tienen la pubertad cada vez más temprana- siguen enrollando tiras de tela para ponerse en el calzón y no mancharse, faltando a clases por alguna razón mitológica y sin entender qué pasa en su propio cuerpo, porque qué pecado, eso es sucio.

Yo quiero ser exigente con nosotros, pues creo que para tener una nación culta y digna tenemos que ser nosotros cultos y dignos, para analizar y resolver con seriedad y sin prejuicios las necesidades de nuestra sociedad.

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