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Aquella Noche
Te comprendo. Aquella coraza se hizo más fuerte, más gruesa y casi impenetrable.
AMOR GUERRERO
Te tomo entre mis brazos y me sacudo la ironía de la piel. Veo el pasado y lamento que mis letras no sean armas y las palabras disparos al raciocinio de nadie.
Te amo tanto que me duele verte como te veo, saber que hacia donde vas, y yo con vos, el futuro es incierto.
La lluvia de atrocidades adormece tu esencia, tu mente, tu memoria y no hay quién ayude a cambiar las reglas.
Cada cual a lo suyo, el proyecto es egoísta (el individuo por sobre todo); no hay más qué decir.
El poder te carcome los cimientos, te roba la humanidad.
Miles de años de atraso y aquella canción de la lluvia sobre los techos de cartón no es un pasado, es un presente nuestro, maquillado con El Obelisco iluminado, con los edificios de apartamentos en las zonas de alcurnia, con el privilegio de unos lugares sobre otros.
Que el Centro Histórico es eso, ¡bah! Camino sobre veredas que siguen siendo las de hace veinte años, encuentro problemas donde siempre los hubo.
Confieso que este amor me duele.
Como los niños que transitan las calles pidiendo comida, prostituidos por la indiferencia.
Es una vena abierta el discurso de que la delincuencia es la consecuencia de la falta de opciones.
Será que pesa el saber que es preferiblemente mejor tenerlo todo con el menor esfuerzo.
Los de cuello blanco no te atemorizan, te desangran como aquellos vampiros sin que te des cuenta.
Los que usan tatuajes y modelos externos te dejan la cicatriz y obtienen lo mismo.
¡Ah! Este país sigue por el despeñadero, digan lo que digan.
Y hay quienes tienen el cinismo de pedir honores extra (por un trabajo que nunca hicieron bien) luego de servir al país.
Vaya descaro.
AQUELLA NOCHE
Un remolino de sentimientos se atora y quiere fluir como trasciende el viento por encima del desierto. No serán las últimas palabras, ni piezas de tinta dedicadas a tu memoria. Te lo juro. No importa el lugar en el que te encuentres, son tuyas.
Pero es cierto, tu recuerdo me sigue doliendo y, sin embargo, hoy no me siento tan apesadumbrado; estoy, quizá, un tanto más sobrio, menos susceptible, más lleno de callos emocionales. A lo mejor, casi insensible.
Pero te extraño. Esa es mi más grande verdad. Realmente, los extraño a los dos, pero justamente ahora debían aflorar estas líneas, justo cuando se acerca la fecha, esa que hace cinco años ya, me dejó ver en el cielo una ráfaga que supe era dolor intenso mío; calma y paz para ti.
Vaya noche aquella. Oscura, pesada, turbulenta. Y yo, pensándote, sintiéndote, impotente ante tu realidad, pidiendo no sé a quién para no verte más así.
Entonces las palabras del de enfrente cayeron como un golpe en pleno rostro. Tomé entre mis brazos al que estuvo toda la vida a tu lado. Miré sus ojos ahogados de dolor, sentí sus fuertes manos temblar por vez primera. Y tú ya no estabas. Dijiste ¡basta!
Te comprendo. Aquella coraza se hizo más fuerte, más gruesa y casi impenetrable.
Debía suceder. No quedaba otro camino. No me sentí solo, es más, creo que nunca me pasó, especialmente porque me enseñaste que uno es uno y nada más. Me sentí vacío.
Hoy me dueles, pero no es tanto; hoy te recuerdo, hoy te escribo, como cuando estabas a mi lado.
El 11 de marzo está cercano, el lugar en el que quedó tu cuerpo quizá tendrá flores, la noche en la que decidiste partir será eterna.
BÚSQUEDA
Me desvelo pensando en esos ojos tuyos tan eternos; como esas nubes que forman figuras en el cielo, cual trozos de algodón destinados a perturbar, como tus manos traviesas, la silenciosa tranquilidad de mi existir.
Quiero gastarme esta tinta pensando en plasmar esas caricias que te gustan, dibujarlas mientras el momento de convertirlas en piel llega. No quiero decir mucho, porque de a poco se han ido acabando las estrellas, y el Unicornio (no sé si el mío será azul o apenas es en blanco y negro) del que habla Silvio, se fue a no sé qué lugar.
Se extravió como un pequeñín en medio de la ciudad de Nueva York; como una aguja en el pajar, como las sombras en la noche, como la paz en la muerte, como un beso lanzado al aire.
Las manos se niegan a querer, la mente se nubla y reniega de la oportunidad, y la fuerza interna no encuentra eco, no sabe, no entiende, ya no sueña.
Advierto que el delirio de la tinta se ha convertido en cordura y evita que la esquizofrenia se suelte, como cuando tu pelo está al viento, maravillándome, volviéndome un animal carnívoro, ansioso, sediento.
Veo tus labios entreabiertos y quiero morderlos con pasión, dejarte marcado mi amor, mi devoción, el tormento que llevo dentro. Esta historia que quiere ser, estas frases que imaginan convertirse y esta inestabilidad que pretende y no puede.
Las horas se pasan volando y miles de imágenes se me atraviesan en el camino. Todo tiene algo que contar, pero la traducción es la que está pesando; no cuaja, no tiene fundamento, se distorsiona y termina siendo un suplicio.
Estoy desarmado, completamente agotado, inevitablemente confuso, terriblemente vacío.